Transcurrida una semana después de las elecciones hemos considerado que las discusiones y confrontaciones propias de un importante acontecer político han ido quedando atrás, de aquí que nos dediquemos hoy al patriótico tema del Día del Veterano, que se conmemoró el 11 de noviembre.
José Martí dijo que “la Patria es dicha, dolor y cielo de todos y no feudo ni capellanía de nadie”. Al dedicar un día para honrar a los héroes americanos no deben existir desconciertos que ignoren a valientes que dieron sus vidas para defender los derechos y los privilegios de libertad de los que hoy disfrutamos. Ni diferencias de clase alguna, ni distancias, deben profanar el agradecido respeto que merecen los líderes que nos han precedido en el quehacer patriótico.
Nuestra nación ha participado en decenas de confrontaciones bélicas. Comenzamos mencionando la guerra (1775-1783) para conquistar la libertad como nación independiente del colonialismo inglés.
Pudiéramos referirnos a la guerra con México en los años 1846 al 1848 por la posesión del actual territorio de Texas. ¿Y qué decir de la llamada guerra de secesión (1861-1865) que estuvo a punto de dividir a Estados Unidos en dos naciones, la del sur y la del norte?
En 1898 se produjo en la bahía de La Habana el hundimiento del acorazado Maine, preludio de la ocupación estadounidense de Cuba, la bella isla caribeña.
Apartándonos de estos sucesos mencionados al azar, nos enfrentamos al inquietante período de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). El 4 de octubre de 1918 las naciones involucradas en el conflicto solicitaron al entonces presidente norteamericano Woodrow Wilson que propusiera un armisticio que concluyera con el combate armado. Se ha calculado que en el mismo perdieron sus vidas 117,000 miembros americanos de las fuerzas armadas. Un año después la fecha fue recordada y celebrada con honores para todos.
Sin esperar mucho, tendríamos que hablar de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), en la que Estados Unidos se vio provocado a participar por el avieso ataque armado de las fuerzas armadas de Japón al territorio aéreo de Pearl Harbor, propiedad de las islas de Hawaii, estado número 50 de la nación americana. Cerremos ésta incompleta lista aludiendo a la guerra de Vietnam (1955-1975), la invasión de Panamá en 1989 para lograr la destitución y apresamiento del tirano Manuel Antonio Noriega, y la costosa guerra de Irak (1991-2003).
La pregunta a la que hay que enfrentarse, y la repuesta jamás será exacta, es cuántas vidas humanas se han perdido en estas incursionas americanas en más de 12 serios enfrentamientos bélicos contra fuerzas enemigas, y cuánto se ha invertido en términos económicos. Si dijéramos que más de un millón han entregado sus vidas por defender y preservar nuestra nación no estaríamos exagerando. Nuestra libertad ni es barata ni indemne.
El origen del Día de los Veteranos comenzó por medio del proceso de ir uniendo diferentes celebraciones en una sola gran manifestación nacional. Este intento se produjo por vez primera en Emporia, estado de Kansas el 11 de noviembre de 1953. El congresista Edward J. Rees presentó un proyecto de ley el mes de febrero de 1954, que de ser aprobado cambiaría la designación del establecido Día del Armisticio por el Día de Veteranos. La propuesta de ley fue aprobada por los legisladores, sin restricciones y correspondió al presidente Dwigth D. Eisenhower firmarlo el 1ero. de junio del 1954. En la celebración del Memorial Day del año 1958 se celebró en el Cementerio Nacional de Arlington, en el Memorial del Soldado Desconocido en el estado de Virginia la adición de varios miles de soldados que sin ser identificados entregaron sus vidas en la Segunda Guerra Mundial y en la guerra de Corea.
El Cementerio Nacional de Arlington es el más extenso y el más conocido de Estados Unidos. En un área circular en el centro del mismo se ha instalado un regio monumento, visible desde la ciudad de Washington, frente al río Potomac, dedicado a honrar la Memoria del soldado desconocido. Al frente del monumento están grabadas estas palabras: “Aquí descansa en honorable gloria el soldado conocido solamente por Dios”.
Los veteranos no tienen que ser necesariamente hombres de guerra, los hay que ejercieron funciones de servicio público que murieron en el cumplimiento de sus deberes. John Quincy Adams es un ejemplo. Ante todo es curioso que se trata del único presidente en la historia americana que ocupara un curul en el Congreso después de haber ejercido la presidencia de Estados Unidos. Murió de un infarto mientras trabajaba en su oficina después de largas horas de estar inmerso en cuestiones de estado. No murió de forma anónima pero nos hacer pensar que probablemente han existido hombres y mujeres que silenciosamente han entregado sus vidas sin ser personalmente identificados. Son de veras veteranos anónimos que en la paz y en silencio lucharon como si estuvieran en la guerra. No han cumplido con el requisito de ser desconocidos; pero nos invitan a que pensemos en esos miles de compatriotas que cerraron las puertas de sus vidas sin dejar firma para ser reconocidos.
Los soldados que han fallecido en el anonimato tuvieron sus padres, familiares, amigos y cónyuges, albergaban sueños y planes y estaban en la plenitud de sus vidas. Morir a mitad de camino es desolador, morir sin que una lágrima dulcifique la despedida constituye una tragedia que no podemos ni siquiera imaginar.
Para mí el día del Veterano, ocasión en que pensamos en el compatriota que murió sin que nadie aplaudiera su heroísmo es una secreta tristeza que albergamos en el corazón. Tuve, hace tiempo, la ingenuidad de imaginar que podría reunirme con tres jóvenes soldados que murieron en el fango, solitarios y olvidados y revivirlos para hacerles una entrevista. No conozco a nadie que haya hecho un intento como ese, y yo lo que logré fue servirme de los dones de la imaginación y mantener mis sentimientos en silencio.
En cierta ocasión leí y copié estas palabras de Don Miguel de Unamuno: “debiéramos tratar de ser los padres de nuestro futuros en lugar de ser los descendientes de nuestro pasado”. En efecto, la vida no se nueve en marcha atrás. Los que se han adelantado en el viaje de la muerte no tienen acceso al retroceso.
Yo tuve la experiencia de bregar con una familia que sufrió la pérdida de un hijo en el mar. Me acordaba de los versos de la mora loca de la que hablaba Martí pidiéndole al mar la devolución de la perla que había lanzado a sus aguas. El mar es egoísta: no devuelve lo que se traga, y así es la tierra cuando se le hunde un cadáver, se adueña de él sin ánimo de devolverlo. En el caso de la señora de que hablo, mi escapatoria fue orar con ella y pedirle que ella orara reclamando fuerzas a Dios.
Quiero terminar hablando de los regalos imprevisibles que nos han dejado los muertos que dieron sus vidas para el bien de la patria. Las invirtieron en la gloria y en el futuro de millones de seres humanos que les han sido desconocidos. Yo, en unos momentos de esta mañana pensé en los miles de muertos sin identificar que pelearon triunfalmente sus guerras y nos han legado la gran nación que disfrutamos y me dije que el gran consuelo está en que Dios si sabe quiénes eran, y esa es una victoria.
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