Gaspar Betancourt Cisneros: El Lugareño

Written by Libre Online

10 de octubre de 2023

Por Lilian María Aróstegui Aróstegui

Escribir sobre las virtudes de un hijo o hija del Camagüey no es tarea fácil. Basta mencionar apellidos como los de Agramonte, Miranda, Agüero, Varona, Hidalgo, Recio, Gómez de Avellaneda, Castillo, Finlay, Cisneros y Betancourt, entre otros. A la estirpe de los últimos pertenece Gaspar Alonso Betancourt Cisneros o El Lugareño, como fue conocido por su apego al terruño natal y, sobre todo, por dedicarse a la introducción de cambios a favor del bienestar material e intelectual de sus coterráneos y su oposición al dominio español sobre Cuba.

Salta a la vista el significado del seudónimo utilizado para hacer justicia a su personalidad. Luchador incansable, logró con la construcción del ferrocarril de Puerto Príncipe a Nuevitas, la obra de su vida, el inicio de una nueva era en la economía y la sociedad de su pueblo, así como otras no menos importantes, fruto de la aplicación de la técnica o lo más avanzado en materia de educación. Esta actitud de apelar al progreso a partir del desarrollo de la instrucción y la industria la mantuvo hasta su muerte. 

Nacido en Puerto Príncipe, hoy Camagüey, el 29 de abril de 1803, fue privilegiado por la alcurnia de su tronco familiar. Sus padres fueron Diego Antonio Betancourt y Aróstegui y Loreta de Cisneros y Betancourt y recibió las aguas bautismales el mismo día de su nacimiento en la Parroquial Mayor, hoy Catedral. Identificada por una placa de bronce, su casa natal se encuentra en la calle Lugareño, esquina a Hermanos Agüero, antes Contaduría y San Ignacio. Contrajo nupcias en La Habana el 7 de septiembre de 1857 con María Monserrate Canalejo e Hidalgo- Gato; de esa unión nacieron tres hijos, pero sólo uno llegó a la adultez y se hizo Doctor en Medicina.   

Desde su infancia dio pruebas de una privilegiada inteligencia cultivada con esmerada educación en el seno familiar, luego continuó sus estudios con el Dr. Núñez de Cáceres de origen dominicano y Regente de la Audiencia que fuera trasladada a esta ciudad en 1800 además de conocer la labor de Félix Varela en el campo de la enseñanza. Tuvo la oportunidad de viajar a los Estados Unidos de América y Europa; al primero llegó en el año de 1822 cuando apenas contaba con 19 años e hizo amistad con el bayamés José Antonio Saco, importantísimo intelectual cubano. También entabló  amistad con Domingo del Monte considerado, junto a otros, como lo mejor y más avanzado de la intelectualidad de su tiempo.  

Como se puede apreciar, la educación recibida y su vida social formaron a un hombre con un alto nivel de sensibilidad y compromiso, más allá de criticar la falta de escuelas, creó el primer centro educacional con que contó Nuevitas en 1839  e impartió varias asignaturas en el Colegio Calazancio.  Sin embargo, su obra más importante fue la construcción del ferrocarril de Nuevitas, con lo que demostró en la práctica la veracidad de sus teorías, sobreponiéndose a las no pocas dificultades e incomprensiones que le salieron al paso y que, lejos de amilanarlo, lo convirtieron en el poseedor de un espíritu humano incansable y  batallador por el progreso, contando con la ciencia como plataforma fundamental.

Por amor a su patria, en el año de 1823 viajó a Suramérica junto a otros cubanos para tratar el tema de la libertad de Cuba con el Libertador Simón Bolívar y, aunque tal empeño no se materializó, sí demuestra su preocupación por el destino de su patria, al respecto señaló Luis Álvarez “El Lugareño en sí mismo representa una especie de síntesis individual de la evolución política cubana antes de 1868 (en su tránsito desde una actitud de interés fundamental por las reformas económicas internas, para después pasar al anexionismo, y de este al independentismo)…”

Fue reconocido por su agudeza periodística en la Gaceta de Puerto Príncipe, labor que interrumpió para viajar a España, Francia e Italia. Regresó a La Habana el 7 de julio de 1861 donde continuó sus escritos de Economía Política publicados en  El Siglo y firmados con el seudónimo de Homobono. 

Continuó la creación de escuelas para niños pobres, exposiciones ganaderas, la divulgación de métodos científicos de trabajo y el reparto y venta de tierras pertenecientes al patrimonio familiar a precios ínfimos para los pobres, entre muchas otras. Esta actitud altruista hizo estrecha la colaboración a favor de los más desposeídos con su amigo el Padre Valencia en su labor humanitaria.   Su deceso tuvo lugar  en La Habana el 7 de febrero de 1866 y su cuerpo, traído a Camagüey, fue expuesto al pueblo en la Parroquial Mayor hasta el día 16 que fue llevado al cementerio. 

El retrato que le fuera hecho póstumamente por encargo de sus primos Salvador Cisneros Betancourt y José Ramón Betancourt al artista Francisco de Cisneros resulta, a la vez que reflejo de su personalidad hiperactiva, un resumen biográfico de aquellos momentos de especial significado en su vida. Como dice José Ramón se quiso: 

 “[…] obtener y legar a la posteridad el semblante de su hijo predilecto, en todo el desarrollo, madurez y firmeza de su inteligencia, en toda la energía de su carácter, en todo el poder de su ingenio, en toda la abnegación de su espíritu //…en la época en que despertaba, por decirlo así, el espíritu público del Camagüey, en la época en que veía irradiar en el seno de su sociedad estacionaria la luz vivificadora de su entusiasmo y su sabiduría, en la época en que conmoviendo todos los corazones, estimulando todas las inteligencias, hacía marchar al país por la senda del progreso, de la civilización y de la prosperidad. Gaspar, así era el hombre del pueblo: en él palpitaba su vida, se concentraban sus deseos, se refundían sus esperanzas.”  

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