Por Jorge Quintana (1955)
Cuando todos los esfuerzos de los patriotas para incorporar a la provincia de Matanzas a la insurrección fracasaban, por la tenaz persecución de los jefes españoles Prats, Molina, Aldea, Bueno, Brualla Maroto y otros, llegó a las llanuras de Colón el coronel Francisco Pérez Garoz, desembarcado unas semanas antes de la expedición de los generales Roloff, Sánchez y Rodríguez. Desde entonces hasta que pidió su relevo, en los primeros meses de 1897, se mantuvo en aquella zona, convirtiéndose en un factor decisivo para el curso de las operaciones en la provincia.
El 29 de enero de 1851 nació en Santiago de Cuba Francisco Pérez Garoz. Era el primogénito del matrimonio constituido por José Ernesto Pérez e Isabel Garoz, familia acomodada de la capital oriental. «Mi niñez y juventud, escribe Francisco Pérez Garoz, en sus «Memorias», se deslizaron como la de todos los niños de mi condición social. Era yo el primogénito y el niño mimado de mi hogar. Mi buen padre desde los primeros años me inculcó inflexiblemente la más estricta moral y el amor a la tierra donde vi la luz por vez primera.
Mi instrucción no fue académica, pero mis padres me la dieron y yo la recibí como pan bendito y que en ulteriores años tanto me habría de servir».
Al iniciarse el movimiento del 68 Francisco Pérez Garoz contaba diecisiete años, pero aquel concepto que su padre le inculcara de «la más estricta moral y el amor a la tierra» donde había nacido, le sirvieron para no vacilar en qué lugar estaba llamándolo a cumplir con su deber de patriota. El 29 de diciembre de 1868, unas semanas después del alzamiento de «La Demajagua» ya estaba Francisco Pérez Garoz incorporado a las huestes insurrectas que le reconocieron el grado de sargento.
Pasó a operar a las órdenes del mayor general Donato Mármol que el 3 de marzo de 1869 le ascendía a alférez, designándolo ayudante del teniente coronel Pacheco que formaba parte de las fuerzas que mandaba Policarpo Pineda, el célebre «Rustán», una mezcla de hombre valiente y cruel, lleno de rencores que trataba de expresar por medio de sus concepciones un tanto primitivas y bárbaras. En agosto le encontramos tomando parte en el ataque al ingenio Santa Isabel.
El 15 de diciembre de aquel mismo año, a propuesta del
general Francisco Maceo Osorio, es ascendido a teniente, continuando las órdenes de Rustán, con quien coopera en el ataque a La Galleta, en mayo de 1879, donde resulta herido. Repuesto vuelve a ocupar su lugar en las fuerzas de Rustán, participando en el ataque a Miguel de Ti Arriba, en julio de ese mismo año, resulta nuevamente herido. El 20 de mayo de 1872 le asciende el general Antonio Maceo a capitán, incorporándolo a sus fuerzas, a las órdenes del coronel Silverio del Prado. El 24 de mayo de 1875 le encontramos mandando una compañía del Regimiento de Infantería de Guantánamo Número 9 y tomando parte en el ataque a Santa Catalina del Guaso.
En ese mismo mes de mayo de 1875 resulta nuevamente herido, al tomar parte en la acción de La Conga. En julio vuelve a ser herido en el combate de La Redonda. El 9 de octubre, a propuesta del general Maceo, es ascendido a comandante. Apenas si ha cumplido veintitrés años.
El 12 de mayo de 1876 sale a operar a la Sierra Maestra, con instrucciones de apresar y reincorporar a las filas mambisas a un grupo de desertores, que mandados por el subteniente Modesto Duany se han refugiado en la Gran Piedra. El comandante Pérez Garoz no sólo los reincorpora, sino que sale con ellos para atacar la factoría española de Sevilla, empresa ésta en la que habían fracasado otros jefes cubanos más avezados que él. El 17 de mayo llega frente a la factoría española y la asalta logrando su objetivo. Los españoles, creyendo que aquella pequeña fuerza era vanguardia de otra mucho más poderosa, se desbandan, permitiendo al joven comandante Pérez Garoz apoderarse de todo lo que pudo cargar y dándole luego al resto, así como las instalaciones y campamento.
En la retirada es atacado constantemente por guerrilleros españoles a los cuales logró evadir unas veces y otras les hizo frente obligándolos a retirarse con algunas bajas. Al fin pudo llegar a su campamento con los desertores reincorporados y él botín tomado. El 1 de noviembre de aquel mismo año se le asciende a teniente coronel. En Julio de 1877 es nuevamente herido en la acción de Ojo de Agua. El 2 de agosto se le asciende a coronel esta vez a propuesta del general Guillermo Moncada. Unos meses antes ha cumplido veintiséis años.
El general Antonio Maceo, a cuyas órdenes pasa a operar, le destina para la zona de Santiago de Cuba cuyo mando asume inmediatamente, dando la campaña con el ataque a la guarnición del Palmar. En febrero de 1878 es herido en la acción de Santa María de Loreto. En mayo resulta nuevamente herido en el combate de Sierra Canasta. El 14 de junio de 1878 capitula, como consecuencia del Pacto del Zanjón, «siendo, según él mismo escribe con cierto orgullo, los últimos que lo hicimos en el Departamento Oriental». Su hoja de servicio no puede ser más brillante. Tiene veintisiete años y el grado de coronel. Ha hecho toda la guerra en la provincia de Oriente al lado de jefes como Rustán, Silverio Prado, Antonio Maceo, Donato Mármol, Francisco Maceo Osorio y Guillermo Moncada. Ha estado en actividad durante nueve años, cinco meses y diecinueve días. Ha salido de la campaña con siete heridas.
Un año más tarde, en agosto de 1879, le encontramos de nuevo en los campos de Oriente secundando la Guerra Chiquita. Once meses más tarde, el 12 de junio de 1880, capitula de nuevo. Se retira a su finca «La Dorotea», en las inmediaciones de El Caney. Allí hallábase durmiendo el 5 de julio de ese mismo año cuando una fuerza de guerrilleros asalta la casa arrestándolo. Con las manos esposadas y fuertemente amarrado es conducido a pie al pueblo de El Caney, donde le encerraron en uno de los fuertes. Así, sin quitárseles las amarras, habrá de permanecer en una habitación del mismo, con centinela de vista, en unión de Valeriano Hierrezuelo, Modesto del Río, Victoriano Garzón y José Isabel Pérez, dos días. Ni comida ni agua habrán de proporcionarle. Al cabo de esos dos días, sin quitarle las amarras, es conducido al cuartel de Caballería de Santiago de Cuba, de donde se le envía, inmediatamente, a El Morro de aquella ciudad, donde al fin son liberados de las cuerdas que le invalidaban los brazos, para ser encerrados en un húmedo calabozo. Allí permanece hasta el 25 de julio en que es conducido a Guantánamo para ser embarcado en el vapor «Moriera» que lo conducirá a Puerto Rico y trasbordado después al «Antonio López» que lo llevará a Cádiz. De la cárcel de aquella ciudad, es sacado para ser transportado en la goleta «Concordia» a Mahón, donde se le recluye en el castillo de La Mola.
Cinco meses llevaban en Mahón cuando se le traslada a la isla de Menorca, dándoseles la misma por prisión. En junio de 1882 es trasladado a Barcelona, dándosele, en esta ocasión, la ciudad catalana por cárcel. De allí habrá de fugarse el 4 de mayo de 1884 en unión de Emiliano Crombet, y Alejandro Duarte, logrando llegar a Marsella, donde toman un barco que los conduce a Nueva York.
Apenas si se encuentra en la gran ciudad norteamericana, cuando el coronel Francisco Pérez Garoz se pone a las órdenes del general Antonio Maceo. En enero de 1888 se le indica que se traslade a Puerto Plata para que tome parte en la expedición que organiza el general Borrero. Fracasado este proyecto se queda en la República Dominicana aguardando una nueva oportunidad, la cual no habrá de presentársele hasta 1895.
El 24 de febrero de 1895 le sorprende en la República Dominicana. Esta vez ha pasado a las órdenes del general Mayía Rodríguez, con quien se embarca, en julio de aquel mismo año a bordo del “Childs” uniéndose a los expedicionarios de Serafín Sánchez y Carlos Roloff. Con estos jefes desembarca en Punta de Caney, Tayabacoa, Las Villas, el 24 de julio de 1896.
Con el general Rodríguez secunda las operaciones que comienzan inmediatamente en Las Villas los generales Roloff y Sánchez. El 12 de agosto, estando de jefe de Día, toma parte en la acción de Los Pasitos, dirigida por el general Serafín Sánchez. El 16 de agosto el general Roloff le designa jefe interino de la Primera Brigada del Quinto Cuerpo que debe operar en la zona de Colón, Provincia de Matanzas. El 25, preside por orden del general Roloff, el Consejo de Guerra que juzga al soldado Máximo Montero que había dado muerte casual a su compañero Ramón Madrigal.
El Consejo de Guerra le condenó a un mes de arresto en su escuadrón. El 28 sale en dirección de Colón. Pasa por el campamento del mayor general Manuel Suárez, donde éste autoriza al teniente coronel Roberto Bermúdez para que le acompañe. El 29 avanza hacia la Ciénaga de Zapata a fin de incorporar a las fuerzas de la Brigada a su mando, a los hombres que manda el ya famoso José Álvarez Arteaga, más conocido por «Matagás”.
En septiembre de 1895, cuando aún la columna invasora no se ha concentrado en Baraguá, ya comienza el coronel Pérez Garoz a hacerse sentir en la provincia de Matanzas, donde las actividades habían sido reducidas a su máxima expresión por la actividad de las columnas españolas. En los primeros días de septiembre se bate con los españoles en el Sitio de Palma Sola, quitándoles diecinueve Rémingtons, 11 revólveres y varios machetes y pertrechos, matándoles siete guardias civiles y cinco guerrilleros. Por su parte los hombres de Pérez Garoz tuvieron cuatro heridos.
Continúa su ruta hacia la Ciénega de Zapata, llegando al campamento de Matarás, el que se le subordina inmediatamente, poniendo a sus órdenes doscientos hombres armados de machete y ciento veintidós armas de fuego. Fue allí donde se le presentó el ciudadano José Manual Villa pidiendo incorporarse como simple soldado. Al concluir la campaña del 95 ostentaba el grado de coronel y se había distinguido en las provincias de Matanzas y La Habana como un jefe valiente y audaz, habiendo estado presente junto a Antonio Maceo, en el combate de San Pedro y siendo, además, eje de un sonado incidente con el general Máximo Gómez.
No concluyó aquel mes de septiembre sin que las fuerzas del coronel Pérez Garoz se batieran en Tres Palmas de María Rodríguez, en la Colonia Algodones y La Bartolina.
En octubre combate en Guayabales. El 29 de ese mismo mes sostiene rudo combate de más de tres horas en Galeón, cerca del río Hanábana. Al comenzar noviembre ya la Primera Brigada del Quinto Cuerpo disponía de 1,300 hombres con 502 armas de fuego y 601 machetes. En ese mismo mes de noviembre sostiene combate entre las colonias Nueva Habana y Luisa. Después, el 6 de noviembre, librará la importante acción de Sierra de Cayo Espinosa donde derrotó primero al coronel Molina y más tarde al general Prats que venía en su auxilio. Los cubanos tuvieron tres muertos y cinco heridos. Finalmente concluirá el mes de noviembre, teniendo en su haber de combatiente las acciones de Orbea, Ojo de Agua de Matun y Cejo de Pablo.
En diciembre, ante la noticia de que la columna invasora se aproxima triunfal, se apresta a salir a su paso para incorporarse. Constituyese en vanguardia de la misma, después de combatir en el demolido ingenio Retiro, en el ingenio Charcos, en la colonia Lombard, en Castillo de Jagua y en Cienfuegos. Por estos días se le incorpora Andrés Cazimajou que vivió en Cárdenas, retirado como comandante del Ejército Libertador. Cazimajou fue macheteado por los guerrilleros y dejado por muerto en el mismo campo de batalla, con múltiples machetazos en la cabeza, cuello y cara, así como en un antebrazo que le cercenó la mano.
El 19 de diciembre de 1896, en Cabeza de Toro, se incorpora el coronel Francisco Pérez Garoz a la columna invasora. Lleva setecientos hombres perfectamente armados. Cuatro días más tarde combate a las órdenes del general Maceo en la acción de Coliseo, batalla decisiva que abrió las puertas de la provincia de La Habana a las fuerzas invasoras.
Por su conducta en ese combate y por la labor realizada el general lo asciende a general de brigada.
En la acción de Lagunitas resulta herido. No podrá continuar pues apenas si puede sostenerse en el caballo. El general Maceo le ordena que pase a curarse y que se le incorpore después.
En los primeros días de enero, y mejorado de sus lesiones, pasa a la jurisdicción de Sagua, retornando a su zona donde en febrero le encontramos ordenando el ataque a Cascajal y destruyendo la guerrilla de Mordazo en las inmediaciones de Álvarez. En estas operaciones fue herido y murió tres horas después José Álvarez Arteaga, «Matagás». Fiel a su idea de irse a reunir con el general Maceo en Pinar del Río, se une a los generales Ángel Guerra y Quintín Banderas, marchando para Las Villas a fin de incorporarse a un cuerpo expedicionario que debería marchar después hacia el extremo Occidental de la Isla. En esa marcha sostiene varios combates con los españoles, uno de ellos en La Olayita.
En los primeros días de marzo se bate con fuerzas mandadas por el coronel Molina en Hoyo de la Taya, reuniéndose más tarde con el general Gómez, en Venero. El 8 de marzo el General en jefe le ordena que regrese a su jurisdicción de Colón y que se mantenga “en constante recorrido de todo el territorio comprendido de la brigada a sus órdenes, quemando cañales y haciendo el mayor daño posible a la fuerza enemiga”. Sin demora parte el brigadier Pérez a dar cumplimiento a lo que se le ordena.
De retorno a su zona combate entre Cuevitas y Corral-falso y entre Jovellanos y Perico, así como en el ingenio San Martín. Después quemó el cuartel de la Guardia Civil situado entre el ingenio “Santa Rita” de Baró y el pueblo de Cuevitas. El 4 de abril, llevando a sus inmediatas órdenes al coronel Eustaquio Morejón se bate con los españoles en Caimito, cerca del Hanábana. El 7 libra la acción de El Realengo donde fue bárbaramente macheteado por una guerrilla española el comandante Rafael Izquierdo. El 8 combate con la Guardia Civil en La Fermina, teniendo sus fuerzas tres muertos y habiéndole hecho a los españoles siete heridos.
El 11, unidos el brigadier Pérez y el coronel Morejón atacan a la columna española que manda Nario, en Santa Rita, Cidra. Estando acampado en ese mismo mes de abril en San Joaquín de Pedroso es herido de un balazo en la rodilla izquierda, siendo necesario internarle en la Ciénega de Zapata. Ahí se le incorpora al comandante Rafael Izquierdo que, a pesar de haber sido horriblemente mutilado, logró escapar con vida. Al concluirse la campaña, dos hombres el brigadier Pérez, el comandante Cazimajoa y el comandante Izquierdo constituyeron con el Ciego de los Pasitos, tres víctimas a las que la República hubo de recompensar con una pensión especial.
El 18 de mayo ataca a Cascajal, quemando varias casas y haciendo a los españoles un muerto y cuatro heridos. Los cubanos tuvieron un muerto. Repuesto totalmente de sus heridas sale nuevamente a la campaña en junio, combatiendo con los españoles que trataron de atacarle el campamento establecido en Palma Larga. El 5 de ese mismo mes combate en Zapata y Luisa con la columna española que manda el comandante Cabello. En esta operación auxilian al brigadier Pérez, los comandantes Ortega y Aguilera. Antes de concluir ese mismo mes de junio recibe, en su campamento, la agradable visita del coronel Ricardo Trujillo que el 20 de julio había desembarcado en Varadero, conduciendo una expedición, cuyo parque hubo de consumar el general Lacret en la batalla de Jicarita.
En julio el comandante Valentín Menéndez, por orden del general Pérez, ataca al pueblo de Calimete. En Santa Inés es Atacado el campamento del general Pérez, obligando al enemigo a retirarse con bajas. Más tarde vuelve a combatir en Jiquiabo.
En noviembre manda a atacar al pueblo de Aguada de Pasajeros, operación ésta que planeó y dirigió el comandante Valentín Menéndez, quien logró llegar hasta el centro del pueblo, donde lo contraatacaron por sorpresa los españoles, logrando retirarse los cubanos con numerosas bajas. El 19 de noviembre recibe la comunicación del general Juan Fernández Ruz que le invitaba a concertar planes para operar de acuerdo, según instrucciones de la superioridad en aquella misma zona. En diciembre, estando acampado en Voladora, recibe una carta del general Fernández Ruz que le comunica la noticia de la muerte del general Maceo.
En su “Diario” el general Pérez anota: “La triste nueva me impresionó profundamente, el árbol arrogante había caído herido por el rayo, por unos momentos estuve indeciso y anonadado, pero luego me armé de esperanza, me conforté y con la confianza que tenía en el definitivo triunfo de nuestra santa causa, pensé que aunque lamentable la desaparición del Titán, no por eso Cuba dejaría de sacudir el yugo opresor, pues estaba decidida al sacrificio para conseguir la realización de su ideal”.
A fines de diciembre recibe la visita del coronel Dr. Cosme de la Torriente, Auditor del Cuerpo, el cual, cumpliendo órdenes del mayor general Serafín Sánchez, iba a instruirle proceso por unas acusaciones que le había formulado el Gobernador Civil de Las Villas señor Aulet. Inmediatamente se dispuso a hacer entrega del mando y pasar a la Inspección General, para someterse al Consejo de Guerra correspondiente. El coronel Torriente le alegó que él tenía poderes para dar por liquidada la causa ya que consideraba que se trataba de calumnias movidas por ruines venganzas.
El general Pérez insistió en ser juzgado y después de hacer entrega de la Jefatura de la Brigada al coronel Águila, partió con el coronel Torriente. En la marcha se encontraron en el campamento del general Ruz a los generales Miró Argénter y Pedro Díaz que le confirmaron la muerte del gene-ral Maceo. El coronel Torriente emprendió marcha inmediatamente, mientras el general Pérez la continuaba al día siguiente. Cuando llegó al cuartel general del mayor general Máximo Gómez éste lo recibe con frialdad.
Tres días más tarde lo mandó a llamar – para informarle que había ordenado el sobreseimiento de la causa, por tener la convicción de que se trataba de acusaciones sin base. Fue en vano que el general Pérez insistiera cerca del general Gómez para que lo sometiera al Consejo de Guerra, a fin de poder exponer sus descargos.
El general Gómez insistió, por el contrario, en que retornara de nuevo a su mando de la Brigada de Colón, en Matanzas, con lo que evidenciaba que estaba satisfecho de su conducta. El 8 de enero de 1897 le reiteraba la orden. En febrero ya está de nuevo en la zona de Colón el general Pérez. Unas semanas antes el general Locret había sido sustituido, en el mando de aquella División, por el general Avelino Rosas, con quien comenzó muy pronto a tener dificultades, ya que este jefe, desconocedor de la provincia y de sus jefes, intentó reorganizar, a su capricho, las fuerzas, cambiando las jefaturas subalternas, sin consultar con los jefes superiores.
El 19 de febrero se bate con el batallón de María Cristina en unión del coronel Pío Domínguez en Juan Manuel Fernández, Jagüey. La situación entre el general Rosas y el general Pérez se hace tan crítica, que el 14 de abril solicita su relevo, a la que accede el general Rosas en mayo, con la orden de que pasase al cuartel general de la jefatura del Departamento Militar de Occidente que mandaba el general Mayía Rodríguez.
Entregó el mando al coronel Enrique del Junco y partió a cumplir lo que le habían ordenado, encontrando al general Rodríguez en Mina Rica, Con el general Rodríguez quedó concertado para continuar operando a sus órdenes, pero su quebrantada salud hizo que el jefe del Departamento le ordenara pasar a la Prefectura de Banao a fin de que pudiera atenderse y curarse.
En agosto, cuando se acercaba a su destino tiene noticias de que los españoles habían invadido la Prefectura de Banao, teniendo que internarse en aquellas montañas donde consiguió ser atendido. Allí se enteró de que la columna continuaba persiguiéndole. Allí concluyó la guerra sin mando alguno, reponiéndose de un brutal ataque de paludismo.
Al liquidarse la campaña se trasladó a Pedro Betancourt donde hubo de radicarse. Alguna que otra vez demostró veleidades políticas, aspirando, en cierta oportunidad, a Gobernador Civil de la Provincia, siendo derrotado en esa aspiración.
A las siete de la noche del 11 de octubre de 1918 murió en Pedro Betancourt el general Francisco Pérez Garoz. Tenía 67 años de edad. De su primer matrimonio con la señora Adelina Ramírez tuvo tres hijos: Aurelio, Isabel y Manuel Virgilio. De su segundo matrimonio con Antonia González nacieron Eulalio, Braulio y Ernesto.
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