Finlay y Beauperthuy Ante el  XIV Congreso Internacional de Historia de la Medicina

Written by Libre Online

13 de agosto de 2024

Por César Rodríguez Expósito (1954)

Carlos J. Finlay de nuevo es negado. Su extraordinaria contribución científica para la erradicación total al terrible azote del vómito negro aún es discutida. La polémica en torno al descubrimiento finlaista, el mosquito como agente de transmisión de la fiebre amarilla persiste en sus múltiples aspectos de controversia permanente e injusta. Ni el tiempo, ni la realidad de los hechos, ni acuerdos de los congresos Internacionales de Medicina y de historia, ni  las propias declaraciones de los grandes científicos del mundo, ni los acuerdos oficiales de las Academias de Medicina, han logrado poner punto final al debate sobre el descubrimiento de Finlay, para que en definitiva se le deje situado en la posteridad en el sitial que le corresponde al lado de los Pasteur, Lister, Kock,  Ross, Grassi, Bruce, Jenner,  Behring, Ehrlich, Manson, Laveran, Cajal, Liccaga, Vargas, Unanue, Cruz, entre los grandes benefactores de la humanidad en el campo de la investigación y de la medicina.

Pero indiscutiblemente que el sino de Finlay fue la lucha. El medio siempre le era hostil. A cada paso topaba con la incomprensión de los hombres. Su tesón y calidades humanas siempre triunfaban, pero a costa de grandes esfuerzos, de angustias y de hondas vicisitudes. Fue suspendido en el examen de reválida de su título en la Escuela de Medicina de la Universidad de La Habana, y tuvo que esperar el tiempo reglamentario para volver a presentarse y poder ejercer su profesión de Médico en Cuba, cuando en los Estados Unidos, su maestro, el Profesor Mitchell, le ofrecía grandes posibilidades económicas en el ejercicio de su carrera. 

Aspira a ser socio supernumerario de la Academia de Ciencias, y ve frustrado su primer intento. Reitera su solicitud para socio corresponsal y las conclusiones de la comisión ponente fueron desfavorables. Fue aceptado después como Académico de Número y surge una protesta contra esa elección; hace público su gran descubrimiento científico del “mosquito como agente de transmisión de la fiebre amarilla”, y nadie le  cree, no le hacen caso y lo califican sarcásticamente como el “médico de los mosquitos”. 

Durante veinte años lucha contra el medio, manteniendo sus ideas, exponiendo sus experiencias, mostrando los resultados de las mismas, y cuando al fin la Comisión Médico Militar Americana presidida por el Dr. Walter Reed, hace la comprobación oficial del descubrimiento científico de Finlay, y se ponen en práctica sus consejos, se logra al fin erradicar el terrible azote de la fiebre amarilla en Cuba y después en Panamá, en otros países de América y en el mundo. Y entonces, cuando el triunfo debe sonreírle, comienza de nuevo otra lucha: la pretensión norteamericana de atribuirle la prioridad del descubrimiento al Dr. Walter Reed.

Triste sino en verdad el de Carlos J. Finlay. Ni aun después de transcurrir treinta y nueve años de su muerte, en pleno año de 1954, surge de nuevo la polémica finlaista bajo nuevas formas. Desde Venezuela se están levantando voces difamadoras para negar una vez más la gloria del sabio cubano, con afirmaciones estridentes, altisonantes e impropias de controversias científicas, donde se apela a la violencia de adjetivos tan irreverentes como falsos para calificar a Finlay de “usurpador”.

Usurpadoras han sido y son los constantes interesados de otros países que buscan para sus banderas científicas las glorias ajenas. Usurpadores fueron los que proyectaron la luz del descubrimiento de Finlay sobre los que aplicaron la teoría finlaista y la dieron a conocer, repitiéndose el caso injusto de Colón y Américo Vespucio en la consagración del hombre del nuevo mundo.

Ahora son dos distinguidos pero apasionados profesionales de la tierra de Bolívar, de Vargas y de Razetti  los doctores Manuel Noriega Trigo y Pablo J. Anduze, los que reclaman la prioridad del descubrimiento finlaista para el médico franco-venezolano Dr. Louis Daniel Beauperthuy.

La noticia ha llegado a nosotros a través de dos informaciones periodísticas: la primera fue publicada en el diario “Panorama” de Maracaibo, donde se anuncia que el Profesor Manuel Noriega Trigo de la Universidad del Zulia,  planteará ante el XIV Congreso Internacional de Historia de la Medicina, que se celebrará en Roma-Salerno (Italia) en septiembre próximo, que  fue Beauperthuy y no Finlay quien descubrió el mosquito como agente de transmisión de la fiebre amarilla; la segunda información fue hecha por el periódico  “La Esfera” de Caracas, al reseñar un acto homenaje a la memoria del Dr. Beauperthuy, organizado por el Ministerio de Salubridad de Venezuela, donde habló el  Profesor Pablo J. Anduze, y declaró —según el citado periódico— que Finlay  había usurpado la teoría del mosquito, ya que- sigue afirmando— esta fue publicada 27 años antes por el Dr. Beauperthuy. en el “Diario   de Cumana” (Venezuela). Es la primera noticia referente a Manuel Noriega Trigo, es una apreciación de carácter histórico que discutieron en el XIV Congreso Internacional de Historia de la Medicina de Roma, y esperamos convencerlo de su error. 

Nosotros no queremos restarle méritos al Dr. Beauperthuy, ni dejar de reconocer sus grandes investigaciones de carácter científico, pero no estamos dispuestos a dejar  que se le arrebate su legítima gloria al sabio cubano Carlos J. Finlay, en el descubrimiento de “el mosquito como agente de transmisión de la fiebre amarilla”, ya que gracias a su genial concepción y a sus pacientes trabajos de investigación y a sus experiencias se libró a Cuba, primero, y a casi todo el continente después, del terrible azote llamado antiguamente vómito negro, que tantos miles de víctimas causó en estas tierras americanas.

En el segundo caso, las declaraciones del Profesor Pablo J. Anduze, nos parecen peregrinas e ilógicas. No se puede impunemente acusar así a un sabio de usurpador, aunque los trabajos por él realizados coincidan en algunos aspectos con los de otros sabios. Es absurdo afirmar, como lo hace el Profesor Anduze, que Finlay conocía los trabajos de Beauperthuy, cuando nadie los conocía, ni en la misma  Venezuela, pues de haber existido y sido divulgada la teoría salvadora, es obvio que se hubieran realizado experimentos e investigaciones alrededor de esas teorías por los ilustres médicos venezolanos de aquella época, que confrontaban igual que todos los países de la América, el terrible azote de la fiebre amarilla que tantas vidas segaba implacablemente, sin que nadie pudiera controlar el flagelo amarillo. 

Es más, la propia Venezuela, no se libró de ese flagelo hasta que el descubrimiento de Carlos J. Finlay fue comprobado oficialmente por la Comisión Médico  Militar Americana y erradicado el mal en Cuba. Ah… entonces es cuando se aplican métodos similares en la tierra venezolana y se combate el mosquito específicamente clasificado por Finlay y por nadie antes. ¿Por qué se le va a acusar de usurpador de la teoría de Beauperthuy de una manera tan caprichosa y fuera de lugar sin fundamento histórico?

El ilustre médico venezolano Francisco Antonio Risquez, en el año de 1929 publicó en la “Gaceta”  Médica de Caracas, un trabajo donde afirmaba rotundamente: “El doctor Finlay, en La Habana, demuestra en 1881, por  numerosas experiencias, y sin haber conocido los trabajos procedentes (se refiere a los trabajos de Beauperthuy) que el “culex-mosquito” era el transmisor de la fiebre amarilla.

¿Y si esta afirmación del doctor Risquez, tan terminante, tan concluyente como el doctor Anduze hace declaraciones de que Finlay usurpó la teoría de Beauperthy? Sería conveniente que aportara las pruebas de tan grave acusación. La verdad histórica debe prevalecer por encima de todas las pasiones humanas, de todos los nacionalismos, de todas las cuestiones personales. Nosotros invitamos al  Profesor  Anduze a que presente cuanto antes las pruebas de que Finlay usurpó la teoría de Beauperthuy.

Hasta el presente, solamente los doctores Noriega y Anduze, según las informaciones periodísticas de “Panorama” de Maracaibo, y “La Esfera” de Caracas, son los únicos profesionales venezolanos que han negado a Finlay, pues tenemos entendido que el propio Ministro de Salubridad de Venezuela, Dr. Pedro A. Gutiérrez Alfaro, en el acto homenaje a Beauperthuy, repitió en su discurso las justicieras palabras del doctor Risquez sobre Finlay.

También hemos leído el último trabajo del ilustre historiador de la medicina de Venezuela, doctor Ricardo Archila,  contentivo de una biografía del doctor Luis Daniel Beauperthuy. En la misma no se niega a Finlay. Reclama para Beauperthuy el título de precursor  y califica a Finlay de descubridor, afirmando de una manera rotunda: “Yo no creo que nadie haya tratado de oscurecer, menguar ni mucho menos usurpar la gloria de Finlay por medio de la exaltación  a Beauperthuy. Cada uno tiene sus méritos intrínsecos, legítimos, que nada ni nadie, tiene derecho a tergiversar a desconocer”.

La cuestión Finlay-Beauperthuy está planteado. En el XIV Congreso Internacional de Historia de la Medicina en Roma, se anuncian los debates. Discutiremos la misma en el tono que plantea el Dr. Ricardo Archila en su biografía sobre Beauperthuy. Pero ahora y luego rechazaremos de plano, con toda energía, la forma injusta, indelicada y acusatoria del profesor Pablo J. Anduze, así como cualquier irrespetuosa declaración que pretenda presentar a Finlay como usurpador de la teoría de Beauperthuy.

Cuba, los cubanos, no negamos las glorias de los grandes hombres de la América y del mundo. Nuestra  patria exalta en todos sus méritos a los libertadores, a los científicos, a los hombres de “Nuestra América”, que de una forma y otra se  han ganado un puesto en la posteridad por sus trabajos en bien de la Humanidad, pero no puede tolerar acusaciones injustificadas, fuera de toda lógica, inspiradas en un nacionalismo mal entendido.

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