Por José “Chamby” Campos
El solo pronunciar su nombre destapa pasiones como ningún otro pelotero de los últimos años.
Todo lo relacionado con él es majestuoso. Su historia, sus jonrones, su físico, su manera de jugar la pelota, sus mujeres, su actitud fuera del terreno.
Sus detractores hablan de sus escándalos mientras que su legión de seguidores recuerda sus proezas.
Su nombre, José Canseco, nuevo miembro del “Salón de la Fama” de Los Atléticos de Oakland.
Si bien es cierto que su vida personal no ha sido modelo a seguir ni lo que creo que es lo que su familia hubiera deseado; también hay que mencionar los factores que influyeron a que llegara a ese punto.
Desde su comienzo en el profesionalismo el antiguo jugador del colegio Coral Park despertó muchos celos dentro de la organización californiana. Sin ni siquiera ser considerado el mejor prospecto de sus canteras obtuvo el premio de “Novato del Año” en 1986, arrebatándoselo al primera base de Los Angelinos, Wally Joyner, quien estaba destinado a ser el mejor pelotero del futuro.
Los Atléticos no se atrevieron a subir a Mark McGwire, quien era su preferido, por miedo a que Joyner lo opacara, especialmente que los dos jugaban la misma posición. McGwire fue retenido un año más en las ligas menores.
Desde el momento en que este llega al equipo mayor, los dos toleteros crean el dúo más temido en todo el béisbol. La prensa comienza la intriga de presentarlos como “rivales”. De acuerdo a ellos McGwire era el famoso All-American mientras que José era el muchacho rebelde de Miami.
Con el tiempo, el cubano se fue ganando la admiración del público. Sus jonrones llegaron a ser catalogados “de proporciones bíblicas”. Inmortalizó la fuerza de sus batazos. Los jugadores de tercera base jamás le jugaron en la grama por miedo a ser lesionados por uno de sus batazos.
Al mismo tiempo que su juego subió vertiginosamente, su vida fuera del diamante fue caótica. Sus peleas matrimoniales fueron noticias de primeras planas. Sus escapes amorosos con personalidades de la farándula, en particular la cantante Madonna, le crearon una gran publicidad negativa y pese a todo esto se convirtió en leyenda.
El 31 de agosto de 1992 en un partido frente a Los Orioles de Baltimore, el nativo de Regla fue canjeado a Texas cuando se encontraba en el círculo de espera en la primera entrada. Si alguna vez ha existido un acto de bajeza por una administración y por un dirigente, en este caso los Atléticos y Tony La Russa, no puede haber sido más canallesco que este.
Desde ese momento José comenzó a jugar con diferentes equipos, Texas, Boston, Oakland de nuevo, Toronto, Tampa, los Yanquis y finalmente los Medias Blancas de Chicago. En todas estas ciudades el mito lo precedía y sus acciones fuera del juego eran cubiertas y muchas veces exageradas; sin darle importancia a su rendimiento que seguía en vigor, como en Toronto donde pegó 46 jonrones y en Boston que su promedio fue de .295 en dos años.
Ya al final de su carrera empieza a relucir el problema de los esteroides como escándalo en las Grandes Ligas. Tan pronto esto ocurre, todos los ojos se enfocaron en Canseco y nadie salió en su defensa. Era una presa fácil de atacar. Todos los elementos estaban presentes para limpiar los problemas existentes en el béisbol con el slugger cubano. Su reputación de problemático creció a un punto que todos los equipos lo
rechazaron.
De pronto sucedió algo que nadie en las Ligas Mayores se imaginó; José Canseco por primera vez en su carrera se enfrentó al monopolio que le cerró las puertas. La liga pensó que
aquello no pasaría de una simple novedad y se equivocaron garrafalmente. ¿Quién iba a respaldar al loco aquel que había acumulado decenas de problemas, incluso algunos de nivel legal?
Sin embargo, José publica un libro en el cual confiesa haber tomado esteroides; pero lo más alarmante es que confirma que el béisbol estaba contaminado completamente y allí denuncia a los culpables por sus nombres y apellidos. Abajo se viene la famosa competencia entre McGwire y Sammy Sosa por ganar el campeonato de jonrones; las hazañas de Jason Giambi, Juan González y Manny Ramírez. Más tarde saca a relucir el nombre de Alex Rodríguez y Maglio Ordoñez.
Inmediatamente que el libro salió, el comisionado Bud Selig negó lo anterior y la liga comenzó un ataque frente a su persona llamándolo “chivato”, “mal perdedor” y “una persona sin principios”; Canseco como un gato acorralado sacó más nombres, incluyendo el de Iván Rodríguez, y desafió a que lo demandaran si lo declarado no era cierto.
El libro y las entrevistas del slugger obligaron a que el Congreso estadounidense investigara la situación. Mientras varios jugadores se declararon culpables otros fueron hallados culpables. Los equipos implementaron normas para detectar los usuarios y el Béisbol por primera vez admitió que había cometido un gran error.
Al final el miamense ganó la batalla que tuvo que pelear solo, ningún compañero ni ninguna organización con la que jugó se atrevió a apoyarlo. Hasta el día de hoy, ninguno de los jugadores señalados de haber consumido esteroides ha demandado al antillano. Inclusive con el paso del tiempo algunos como Alex Rodríguez y Giambi han admitido que en realidad fueron usuarios.
Finalmente, el pasado sábado 17 de este mes, Los Atléticos en su última temporada en la ciudad de Oakland le hicieron justicia al pelotero que los ayudó a llegar a tres Series Mundiales consecutivas, al “Jugador Más Valioso” de la Liga, al primer pelotero en conectar 40 jonrones y robarse 40 bases.
Esa tarde José Canseco fue llevado al panteón de los inmortales. Irónicamente Tony La Russa, el dirigente que le notificó su despido en 1992 fue quien lo presentó en la ceremonia.
Para José y toda su familia enhorabuena.
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