Las dictaduras cubana, venezolana y nicaragüense están probablemente más preocupadas que Washington y Bruselas por las diatribas del Kremlin.
La concepción del internacionalismo doctrinal de la Unión Soviética, dividía el mundo en esferas regionales de influencia, pero con una salvedad. El adagio popular del principio de la Doctrina Brezhnev “lo que es mío es mío y lo que es tuyo está en juego”, fue la piedra angular de la política exterior soviética. El régimen autoritario postsoviético de Vladimir Putin lo ha mantenido.
El flagrante desprecio de Rusia por la soberanía ucraniana y el orden civilizado de las relaciones políticas es una prueba de ello. Las recientes declaraciones de altos mandos militares estadounidenses y de funcionarios del Departamento de Estado han lanzado duras advertencias de seguridad. ¿Podría Rusia estar tramando un frente de guerra similar al de Ucrania en América Latina?
Durante una audiencia de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado el jueves 31 de marzo, la subsecretaria adjunta de Diplomacia Pública, Política, Planificación y Coordinación, Kerri Hannan, testificó sobre la amenaza de Rusia en el Hemisferio Occidental. “El compromiso con la democracia en el hemisferio nunca ha parecido tan urgente”, declaró Hannan y añadió que “mientras Rusia pisotea la democracia de Ucrania y amenaza con exportar la crisis ucraniana a las Américas, ampliando su cooperación militar con Cuba, Nicaragua y Venezuela.” El senador republicano Marco Rubio coincidió con el funcionario del Departamento de Estado y dijo que “Rusia es un problema agudo, y es un desafío actual.”
La declaración testimonial de Hannan no es una valoración aislada. La general Laura J. Richardson, comandante del Mando Sur de Estados Unidos, planteó el 8 de marzo preocupaciones similares sobre la connivencia rusa con las dictaduras socialistas latinoamericanas. Ante los miembros del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, Richardson dijo que “las amenazas en Sudamérica incluyen la organización criminal transnacional, así como la intromisión tanto de China como de Rusia”. El general de cuatro estrellas destacó ante el Congreso que “Rusia, una amenaza más inmediata, está aumentando sus compromisos en el hemisferio.”
Yury Borisov, viceprimer ministro del Kremlin, dijo en enero que no podía “afirmar ni excluir” si Rusia enviaría activos militares a Cuba o Venezuela. Cabe señalar que días antes de la invasión rusa de Ucrania, Borisov visitó Cuba, Venezuela y Nicaragua. El dictador Putin ha desarrollado una estrecha relación con la troika tiránica de Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro y Daniel Ortega. Las agencias de noticias estatales rusas no han ocultado esta alianza. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, dijo en un discurso ante la Duma Estatal (el parlamento figurado de Rusia) en enero que “los tres países amigos acordaron considerar formas de profundizar aún más nuestra asociación estratégica en todos y cada uno de los campos.”
El principal diplomático del régimen de Putin se limitó a afirmar un hecho evidente. Salvo un paréntesis de 8 años (1991-1999), Rusia ha mantenido un estrecho vínculo con el socialismo latinoamericano. El ex oficial de la KGB, sin duda, renovó el modelo post-totalitario del que es producto. Mezcla de una economía de amiguetes y de capitalismo de Estado, el putinismo comparte muchas características clave con el prototipo dictatorial del Foro de São Paulo, ese esquema urdido por el difunto tirano cubano Fidel Castro como reacción a la caída del comunismo soviético.
La Unión Soviética invirtió mucho en la promoción del comunismo en las Américas. La disposición de Putin a perdonar 53,000 millones de dólares de la deuda rusa contraída por la dictadura castro-comunista, refleja el entendimiento de una relación de pareja. El activismo ruso en América Latina, siguiendo los pasos de la URSS, se canaliza a través de la Cuba castrista. La base de espionaje satelital rusa en las afueras de Managua, la amplia transferencia de material militar a Venezuela y la experimentación de espionaje que, muy probablemente, dio lugar al Síndrome de La Habana en Cuba, son anteriores a la invasión de Ucrania.
Mientras que Putin puede estar buscando asustar a la nación americana. La amenaza de llevar la guerra ruso-ucraniana al patio trasero de Estados Unidos, podría arrojar, sin embargo, consecuencias sorprendentes para su régimen, así como para Cuba, Venezuela y Nicaragua. Los pueblos de esas tres naciones cautivas podrían emular a los ucranianos. Una revuelta es una posibilidad. Si el dictador ruso arma y utiliza el territorio cubano, venezolano y nicaragüense, estos serían considerados aliados de guerra cómplices, como Bielorrusia.
Tal escenario llevaría a Occidente a ampliar las sanciones contra los tres regímenes socialistas. Dada la mezcla de geografía y seguridad nacional, Estados Unidos y la OTAN probablemente enviarían buques de guerra al Golfo de México, al Estrecho de Florida y al mar Caribe. Putin ha demostrado ser un torpe estratega de la guerra. Las dictaduras cubana, venezolana y nicaragüense están probablemente más preocupadas que Washington y Bruselas por las diatribas del Kremlin. Ucrania puede ser la clave de la libertad en América Latina.
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