Le tomó a Kamala Harris seis semanas para decidir hablar con la prensa y su comparecencia no fue individual, sino compartida con la de su chaperón, Tim Walz, la cual no llegó a los 20 minutos. No estuvo ni bien ni mal. Fue inconsecuente. Totalmente inocua. No se dañó notablemente, pero tampoco usó esa gran ventana para proyectarse en la mejor imagen posible. No fue capaz de elaborar un mensaje claro, convincente, sobre lo que sería su presidencia de llegar a ocupar la oficina oval. En ese renglón le faltó espontaneidad y le restó a la ocasión la notable trascendencia que la audiencia anticipaba.
Si Kamala Harris surgió de la entrevista virtualmente ilesa, se debió, esencialmente, en el softball cuestionamiento de la entrevistadora Dana Bash que con amplias oportunidades para una honesta confrontación lo hizo, suavemente, sólo en dos ocasiones.
Bash señaló que Kamala cambió su posición en un número de temas políticos de relevancia desde su primer intento de alcanzar la presidencia en 2019-20 donde entonces afirmó, con firme determinación, que ella prohibiría el fracking, para ahora, en su nueva campaña, declarar que ella no está opuesta a ese procedimiento en el presente. Aquí, Dana Bash le extendió un pase a Kamala al no ahondar en la cuestión cuando la candidata dijo que, en 2020, ella cambió su opinión al respecto. Tal aserción resultó ser falsa, porque lo que ella expresó, en aquel momento del 2020, fue que “Joe Biden no eliminaría el fracking, que él, Biden, estaba muy claro en cuanto a ese asunto y que no apoyaría su prohibición”. Esa fue la posición de Biden, no la suya.
Ante la repetida pregunta, (dos veces) de qué haría en el primer día como presidente de Estados Unidos, Kamala Harris comenzó un periodo de retorcijos, cada vez ofreciendo vagas respuestas, carentes de contenidos discernibles, concretadas a fragmentos de discursos de campaña referentes al “apoyo y fortalecimiento de la clase media y llenar las aspiraciones, esperanzas y ambiciones del pueblo americano”. Todo muy bien como fragmento de discurso político-genérico, pero no exactamente contribuyente para avanzar una respuesta lógica y coherente a la pregunta de qué haría en su primer día en la Casa Blanca.
Es significativo, por lo desacostumbrado, que el candidato y su compañero de ticket en la aspiración presidencial acudan, ambos a la vez, en una entrevista televisiva. Sin embargo, la señora Harris pareciera haber necesitado de un chaperón protector para rescatarla en caso de inesperados aprietos en el curso de la entrevista. Pero, afortunadamente para ella no fue necesaria la intervención de Tim Walz gracias a la mansa e inofensiva naturaleza del cuestionario de Dana Bash.
La manera más simple, sin ser simplista, de explicar la presencia de Tim Walz en la primera entrevista de Harris con la prensa, revela la falta de confianza y seguridad de la candidata a la presidencia. Necesitaba, un punto de apoyo, un salvavidas, listo para su rescate si confrontaba preguntas incómodas que, en realidad, nunca surgieron.
¿Por qué Kamala Harris y su team de consejeros aceptó el formato de uno a dos, en lugar de la práctica convencional de uno a uno? Porque de esa manera, la periodista Bash tendría menos tiempo para retornar inquisitivamente sobre respuestas ambiguas en busca de clarificación. No fue obra de la casualidad. Fue, en efecto, un intento deliberado, bien planeado, de cubrir todas las bases para la candidata Harris. Se trataba de limitar el riesgo de la exposición de la vicepresidente, y a la vez, callar, de cierta manera, el velo de silencio mantenido por ella criticado por el público y la prensa. Evidentemente la estrategia funcionó con la anuencia de la siempre complaciente liberal CNN. El tiempo para las respuestas de Kamala fue restringido sin espacio para subsecuentes desafíos. No tiempo para detalles específicos sobre impuestos, ni para aclarar con transparencia contradicciones con posiciones mantenidas previamente, ni para exposición coherente sobre sus planes para la política exterior.
Con la entrevista de CNN Kamala logró “satisfacer” parte de la curiosidad popular sobre lo que sería su agenda de gobierno, aunque sus planteamientos fueron escuetos, superficiales y totalmente obtusos. Fue, en resumen, una comparecencia fugaz e inconvincente, pero útil a los directivos de su campaña. Al fin, había hablado con la prensa, ¿no fue suficiente? podrían decir. Pero ¿fue esto suficiente? ¡No! Hubiera sido mucho más convincente y honesto una entrevista amplia, abierta, y de la manera en que, tradicionalmente, los candidatos presidenciales, de ambos partidos, se someten al escrutinio público a través de la prensa. En este capítulo, Kamala Harris no pasó la prueba. Sin embargo, hay que reconocer que la señora Harris ha sido bendecida por la buena fortuna. Primero le fue otorgada la nominación sin haber sufrido los rigores de las primarias debido al trabajo interior del establishment, y luego, ha contado con la complicidad política y el ocultamiento de la prensa liberal para mantenerla fuera de la pupila escrutiñadora de los analistas, y el público en general, alimentados de los discursos de campaña siempre repetitivos hasta el cansancio con frases acuñadas para crear impactos, no convicciones.
Los dirigentes demócratas han usado, en el caso Harris, las mismas páginas empleadas con Joe Biden de mantenerlo escondido en el sótano de Delaware.
Sin embargo, al final, la estrategia de Biden implosionó, lo que nos mueve a cuestionar si la historia, como hace frecuentemente, no se repetirá.
Y de ser así, la buena suerte de la señora Harris habrá llegado a su final el 5 de noviembre.
BALCÓN AL MUNDO
Los rusos están intensificando los bombardeos y el ataque con drones y misiles, contra Ucrania, conscientes de la incapacidad de la defensa área de ese país para defenderse adecuadamente contra esas agresiones. Estados Unidos y la OTAN han sido lentos en fortalecer esas defensas ucranianas y de no hacerlo prontamente pondrían a Ucrania en verdadero peligro de derrota.
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El presidente de México, López Obrador, consumado populista de extrema izquierda, siempre soñó con perpetuarse en el poder más allá de sus seis años como marca la constitución. Pero, al constatar lo difícil de su empeño, optó por empujar a Claudia Sheinbaum, un alma gemela, con quien comparte los mismos principios ideológicos situados entre el socialismo y el comunismo, lo que le garantiza la probabilidad de seguir gobernando tras bambalina tirando la piedra y escondiendo la mano.
Y, en cuanto a su proclamada honestidad, el hurto no ha sido de su parte directamente sino a través de sus hijos y parentela.
López Obrador, en su último esfuerzo por impulsar el populismo demagogo, antes de abandonar el poder, prepara una reforma al poder judicial cuyas consecuencias serían peligrosas para la estabilidad de México, su economía y finalmente para sus instituciones.
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A Nicolás Maduro por tramposo, mafioso, y narco traficante, Estados Unidos le incautó el avión presidencial “Venezuela Air Force One” adquirido en forma ilegal donde estuvieron envueltas transacciones en drogas. Fue sólo un mensaje: donde quiera que te escondas te podemos alcanzar.
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