Por Gonzalo de Palacio (1958)
EL soldado raso, Elvis Aaron Presley, US 53310761, embarcó el 22 de septiembre de 1958, en la Terminal del ejército americano, en Brooklyn. a bordo del transporte de la Marina de Guerra USS Randall, con destino a Bremerhaven, Alemania.
Partió el buque del muelle número cuatro, a las dos de la tarde, con 1.771 pasajeros, incluyendo oficiales, tropas y familiares. Un detalle curioso fue que uno de los soldados embarcó su familia, compuesta por mujer y cinco hijos.
Desde bien temprano acudieron admiradores y admiradoras del máximo ex ponente del “rock and roll” a despedir a su ídolo. Dos “teenagers”, jovencitas que aún no cumplieron los quince años, dormían desde las seis de la mañana en uno de los banco del local destinado a celebrar conferencias de prensa. Las estrictas órdenes militares —y la consiguiente ausencia de “pases”— impidió que se aglomerase una muchedumbre.
Elvis ingresó en el ejército americano el 24 de marzo de este año, en Memphis. Tennessee. Primero le llevaron a Fort Chaffee, Arkansas, de donde partió, con un grupo de compañeros, a Fort Hood, Texas, donde recibió su básico aprendizaje militar con el Segundo Batallón de Tanques. Segunda División Motorizada, la famosa división Patton, llamada Infierno sobre Ruedas. Desde el principio demostró un magnífico comportamiento, convirtiéndose en asistente del jefe de escuadra de su entrenamiento básico, y aún conserva los verdes brazales en sus hombros.
A las siete de la noche del día 19 arrancó el tren militar que le trajo de Fort Hood. Se le esperaba el 22, a las nueve de la mañana, en el muelle de Brooklyn. pero llegó hora y media más tarde.
Dando marcha atrás, lentamente, enfiló el tren la carrilera. Medio centenar de fotógrafos, y los periodistas locales —solamente nosotros tuvimos el privilegio de concurrir por toda la América Latina— vieron al joven artista descender de uno de los vagones, junto con varios compañeros de armas. Los encargados de la conferencia con la Prensa a la que había accedido al Ejército, según nos explicaron ante el ruego de más de 200 periodistas perdonaron que Elvis Presley dejase subir a bordo con su saco militar como para luego regresar a la oficina de información pública, en la Terminal del Ejército en Brooklyn, y le acompañaron hasta el saloncillo donde le esperábamos los representantes de la prensa.
Elvis Presley Presley es ahora un soldado, enfundado en su traje caqui, el cabello castaño oscuro recortado según el reglamento militar, el cuerpo erguido, los ojos azules escrutadores, acostumbrados a contemplar multitudes semejantes pero retozones y dejando vislumbrar el sentido del humor que siempre le ha acompañado.
Ha pasado 22 semanas en Fort Hood. Ocho de entrenamiento básico, ocho de progreso individual, y seis de entrenamiento básico con la unidad. Ostenta dos medallas prendidas al pecho.
—¿Ya estuviste en la guerra. Presley? ¿Por qué te dieron esas medallas? —pregunta un guasón.
—Una por tiro de carabina y pistola —responde Elvis con una sonrisa—. La otra por calificar como «experto» en artillería de tanques.
Ya desde que se acerca a la mesa donde atenderá el interrogatorio, llueven las peticiones de autógrafos. Primero, una guapa WAC. Mary Davies; luego sus propios compañeros del ejército y la marina, confundiéndose todas las edades. Como una marea humana le llevan de un lado para otro, pero Elvis no se altera por nada, y tiene una sonrisa para todos.
—Diez minutos tienen los fotógrafos; treinta, después, los reporteros. Terminados estos cuarenta minutos el soldado Elvis Presley se personará frente a las cámaras de televisión y los noticieros cinematográficos, durante otra media hora. Entonces abordará el transporte USS Randall, para reanudar sus obligaciones en el ejército.
Transcurridos los diez minutos primeros, Elvis se dispuso a responder al interrogatorio de rigor. Todavía le rodeaban los fotógrafos cuando nos acercamos a él para cumplir un ruego de Hal Wallis: la entrega de un cesto de frutas para el viaje. Wallis es el realizador de «Melodía Siniestra», la última película de Presley, cuya distribución lleva a cabo la Paramount.
—Muchas gracias —agradece Elvis—. Dele mis saludos a Hal.
Comienza el fuego graneado de los reporteros.
—¿A dónde vas a servir, Presley?
—A Friedberg, que está a unos 22 kilómetros de Francfort.
—¿Qué trabajo vas a desempeñar?
—Conductor de camiones ligeros. Aunque me entrené en el manejo de tanques.
—¿Cantarás para la tropa?
Se sonrió, bajando la vista.
—Es el ejército quien dispone ahora de mis actividades. Si me lo piden, no tendré inconveniente.
—¿No vas a visitar el resto de Europa durante tu estadía en Alemania?
— ¡Ya lo creo que me gustaría! Trataré de hacerlo durante mis licencias. Tengo interés en ir a Londres, Madrid, Roma y París.
—¿Qué harás en París?
Casi pega un grito al responder:
— ¡Quiero conocer a Brigitte Bardot!
Le sucede la pregunta de rigor:
—Entonces, ¿qué clase de muchacha te gusta?
— ¡La mujer! —responde al exclamar, en inglés, “female”!
—¿Te casarás cuando estés en Alemania?
— ¡Oh, no, no lo pienso por ahora! Hay muchas cosas en mi carrera que debo atender primero.
—¿Como qué?
Enseria el rostro.
—Aspiro a llegar a ser un buen actor.
—¿Y si se acaba el rock and roll» mientras estás en Alemania?
La contestación es rápida, acompañada de una sonrisa amplia:
— ¡Empezaré a morirme de hambre!
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