ELA O’FARRILL, SU CANCIÓN PROVOCÓ UNA FUERTE REPRESIÓN

Written by Demetiro J Perez

20 de agosto de 2024

Ela O’Farrill nació en Santa Clara el 28 de febrero de 1930. Guitarrista, cantante y compositora.

Creció en una familia amante de la música, su madre María Victoria Cuéllar, su padre Manuel O’Farrill era doctor en farmacia (dueño de una Botica en el pueblo), pero tocaba el violín y sus tías tocaban piano, eran frecuentes las tertulias con amigos que venían a cantar a la casa, vivió ese ambiente desde pequeña. Pese a que tenía oído musical se dedicó a estudiar, como cualquier niña de su edad. Su mamá entró en una rifa y se ganó un piano para que Elita tomara clases, por eso a los 6 años comenzó a recibirlas con una maestra privada, que un día le dijo a su papá: “su hija tiene un oído musical extraordinario y debe estudiar música porque lo trae en la sangre”.

Su madre decía: “no quiero que Elita se vuelva titiritera y no logre un título profesional” por eso muy jovencita la puso a estudiar en la Escuela Normal. Terminó sus años de magisterio y durante ese tiempo armó un grupo musical con maracas, güiro, claves, piano de todo un poco y tocaban en las fiestas de cumpleaños de sus compañeras de estudio o en cualquier actividad que se presentara. 

Su primera canción la escribió, más o menos a los 13 años, titulada “Ven, mi amor”, inspirada en una película que vio llamada Huracán, a ella le daba pena que su familia lo supiera, pero un día en una reunión familiar, una amiga a quien se lo había confiado le pidió que la cantara. Ela se sintió morir de pena, pero llenándose de valor tomó su guitarra (ya estudiaba con el Maestro Mario Ruano, además de sus clases de piano) y empezó a cantar: “Ven, mi amor, en la playa esperándote estoy” y como toda la familia comenzó a bromear al respecto, no volvió a abrir su boca para cantar en mucho tiempo, porque en esa época los niños tenían mucho respeto por los mayores y aquellos comentarios la cohibieron.

Luego un amigo conoció en La Habana a una fabulosa pianista y compositora santiaguera, Numidia Vaillant (1927-2015) la invitó a Santa Clara y la llevó a casa de Ela para que la conocieran. Era una concertista de primera categoría, Ela se fascinó cuando en el piano tocó “Rapsody in Blue”. Con el transcurso de los años, a cada rato, la invitaban a pasarse temporadas con ellos y armaban como una sala de conciertos, con familias amigas, para disfrutar de sus interpretaciones.

En una de aquellas descargas llegó su gran amiga, Doris de la Torre, a quien ella llamaba Mani y cuando Numidia la oyó cantar se la llevó con ella para La Habana.

Después, estando de visita en La Habana, Ela le comentó a Numidia que había oído “Contigo en la Distancia”, si ella sabía quién era su autor y resultó que César Portillo de la Luz era su amigo y una tarde lo llevó a la casa de sus primas donde Ela estaba parando. 

César empezó a tocar y Ela se emocionó tanto que le preguntó: “César, ¿me enseñarías a tocar guitarra?”. Ella por ese entonces tocaba acordes sencillitos, pero quería tocar los boleros de los grandes compositores de entonces. Y le contestó: “claro que sí, Elita, yo te enseño”. 

Gracias a la Vaillant, también conoció a Isolina Carrillo (1907-1996 y autora de Dos Gardenias) y a Orlando de la Rosa (1919-1957 autor de Nuestras Vidas).

Así que siguieron en contacto y cuando llegaron los tres meses de vacaciones de verano, les explicó a sus padres que no quería irse a Varadero, como de costumbre, sino a La Habana y en esos meses, una vez a la semana se reunía con César, quien le llenó un cuaderno de canciones y regresó a Santa Clara con todo aquello. César todavía trabajaba como pintor de brocha gorda, nada de actuaciones en algún lugar fijo. 

Además, recibió clases de guitarra, armonía y composición de Guyún y Enrique Belver.

A los 19 años se graduó de maestra, como en Santa Clara todas las escuelas estaban ocupadas, consiguió una plaza en el Central España (a unos 6 km al norte de Perico, provincia de Matanzas). Como hija única sus padres no estaban muy conformes, pero una maestra logró que la dejaran vivir con ella y sus hijas en Perico. Los fines de semana tomaba una guagua y se iba junto a sus padres que se habían mudado para Humboldt e Infanta en La Habana al comprar su padre otra Farmacia en Infanta #113 esquina a Príncipe. 

En 1953 el Conjunto Casino le grabó a Ela su notable bolero Son cosas que pasan, estrenado en El Show del Mediodía, programa de CMQ TV que conducía Germán Pinelli.

Luego al retirarse una maestra pudo trasladarse para una escuela de Dragones muy cerca del Barrio Chino donde estuvo dando clases durante varios años.

La madre de Renée Barrios era la modista de María Victoria su mamá, la invitó a su casa y allí estaba Marta Valdés, Piloto y Vera junto a otros compositores más, ese día fue que se dio a conocer y el 28 de mayo de 1960 cuando Frank Domínguez falló por enfermedad, Ela con su guitarra tomó su lugar en el Hotel St. John’s de la calle O casi esquina a 23. Al dueño del bar el Sr. Larramendi le gustó su actuación y como le pagaban $80 semanales, hasta allí llegó la maestra para convertirse en “titiritera” (predicciones maternas).

Por Marta Valdés conoció al matrimonio Vicente Lanz García (1919-2008) y Margot del Pozo Seiglie (1920-2013) de la firma de arquitectos Lanz-del Pozo, dueños de una bonita casa en la calle 32 #771 en Nuevo Vedado y amantes a la música donde se daban citas artistas para descargas musicales como: Meme Solís, Doris de la Torre, Bola de Nieve, Ela Calvo, Renée Barrios y muchos más. 

Allí conoció a Felito Ayón quién les contaba de su deseo de poner un lugar con buena música y comida, lo logró convirtiendo una vivienda en O entre 17 y 19 con el nombre del Gato Tuerto. Ela vivió esa transformación desde el primer día y allí estuvo trabajando muchas noches, compartiendo con las Enríquez. Donde iniciaba su descarga con Una Melodía tema que luego se lo dio a Luis García para iniciar su programa A Solas Contigo con Meme Solís y Elena Burke en Radio Progreso.

Estando Olga Guillot en el Capri le cantó su canción “No tienes por qué criticar” que ya lo había cantado Fernando Álvarez y Pepe Reyes.

En 1961 estuvo alfabetizando en una zona llamada Las Puercas, en el Central Pilón en Oriente.

Luego estando en el St. John, Frank Domínguez y ella fueron invitadas por el cónsul de Brasil a descargar en su casa. Fueron en su convertible, regalo de su padre. El cónsul le prestó a Frank algunos discos de música brasileña y Frank le dio a Ela uno de Maysa Matarazzo, una cantante de rostro muy lindo y bellos ojos verdes que había muerto a consecuencia del abuso del alcohol y algo más. Aquel LP la impresionó, oyéndolo y conociendo la triste historia de la cantante se inspiró para componer el bossa-nova, Adiós Felicidad, que la convirtió en la compositora del año antes de crear las polémicas y represiones que vinieron después.

En mayo de 1962, O’Farrill estaba actuando en el Salón Dorado del cabaré Las Vegas en Infanta y 27 con Luis García y Marta Justiniani y en junio era la estrella en la descarga del Club Olokkú en Calzada y E con Vilma Valle (1923-1998 una de las integrantes de Las Mulatas del Fuego).

En septiembre cuando estaba actuando en el show Canciones en la Noche, del cabaré Parisién del Hotel Nacional, le cantó Adiós Felicidad a Sonia Calero a quien le encantó y la incluyó en el espectáculo, siendo Oscar Martín quién la estrenó.

Luego la cantó Doris de la Torre y le siguieron Elena Burke, Bola de Nieve, Ela Calvo, la Orquesta Aragón y después, prohibieron la canción.

A finales de 1962, la O’Farrill estaba en plenitud de inspiración creativa y también de popularidad.

Una noche cuando Ela O’Farrill tenía 32 años, con su guitarra al hombro llegó al lobby del Hotel St. John’s, donde alternaba con José Antonio Méndez y no la dejaron entrar.

Todo era parte de la situación causada por un corto de cine documental, PM, realizado por Alberto “Sabá” Cabrera Infante (hermano de Guillermo) y Orlando Jiménez. De unos 13 minutos de duración, que desató la furia del dictador FC y hubo 3 reuniones con los intelectuales en la Biblioteca Nacional los días 16, 23 y el 30 de junio de 1961 en su discurso recordado como Palabras a los intelectuales, expresó: “dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada”.

Esta frase marcó el camino a seguir para los esbirros del régimen castro-comunista.

Gaspar Jorge García Galló (1906-1992), profesor marxista-leninista, miembro del PSP, decano de la Escuela de Filosofía en la Universidad Central en Santa Clara. Era muy amigo de sus padres, su casa en Varadero la construyó junto a la de ellos, para compartir juntos sus vacaciones. Sus hijos fueron amigos de Ela y más tarde, cuando su único hijo varón se fue de Cuba con su familia, la visitó en México.

En el caso de Ela O’Farrill, este vil personaje fue quien inició la cacería de brujas al escribir un folleto (posiblemente a finales de 1962) donde la criticaba por haber titulado sus canciones Adiós Felicidad y Ya no puede llegar que podían ser utilizadas por la gusanera para hacer campaña contrarrevolucionaria.

Según contó años más tarde la propia Ela, García Galló dijo: “que debía escribirse poemas y componerse canciones que exaltaran la revolución cubana y no penas falsas y fingidas, como una compositora que conocía quien había hecho una canción llamada Adiós felicidad, cuando había que decir que la felicidad había llegado”.

O sea, él quería que todos fueran himnos patrióticos. Al comienzo no se enteró, pero aquello fue subiendo de tono, y algunas de sus amistades, de cuando ejercía el magisterio, la alertaron sobre aquel discurso, impreso para repartirse entre todo el gremio. Se lo mostraron y le advirtieron que se gestaba una mala intención hacia ella.

Ela no podía creer lo que estaba ocurriendo, esa persona que la increpaba había sido muy amigo de su padre y de su familia, con su casa en Varadero construida al lado de la suya.

El 13 de marzo de 1963, FC en su discurso en la Universidad dijo: 

“Muchos de estos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos, algunos de ellos con una guitarrita en actitudes “elvispreslianas”, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones. ¿Jovencitos aspirantes a eso? ¡No! Árbol que creció torcido, ya el remedio no es tan fácil. No voy a decir que vayamos a aplicar medidas drásticas contra esos árboles torcidos, pero jovencitos aspirantes, ¡no! Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa materia (Risas), pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto. Pero todos son parientes: el lumpencito, el vago, el elvispresliano, el pitusa”.

Resonando todavía los ecos de este discurso, el escándalo acusatorio contra Ela O’Farrill y su canción desencadenó el inicio de una verdadera batalla que tuvo como actores a cierto sector de la prensa, músicos, cantantes e intelectuales, que reaccionaban al recrudecimiento de la intolerancia concretada en las acusaciones de García Galló dirigidas no solo a la O’Farrill, sino al todo el movimiento del feeling.

Por esa canción se le cerraron espacios para trabajar. Un día saliendo de su edificio en Infanta y Humboldt había un carro estacionado en la acera, al verla salieron dos morenos que la agarraron por los brazos y le dijeron:” venga con nosotros”. La llevaron para el DTI de Zulueta frente al Museo de Bellas Artes. Durante una semana estuvo interrogándola día, noche y madrugada y con potentes luces en su cara un esbirro de apellido Capdevila. Quería declarara con quien se relacionaba, qué se proponía al hacer canciones pesimistas y derrotistas como “Adiós Felicidad”. Los nombres de los homosexuales y lesbianas que ella conocía. Le dijo que sabía que ella era homosexual (probablemente dijeron “invertida” o “tortillera”) y le advirtió de las consecuencias que acarreaba violar la moral revolucionaria. 

Apenas pudo dormir en todo ese tiempo de tortura.

El primero en ser vilipendiado fue el jazz, por ser contrarrevolucionario, típica estupidez de los extremistas del comunismo internacional. 

Con el título, Jazz y Extremismo apareció en la revista Bohemia del 14 de diciembre de 1962, en la Sección De viernes a viernes del crítico Orlando Quiroga donde demostraba con claridad su filiación política, pero dando un paso, con sus recursos y a su modo, en defensa del jazz que había desaparecido de la radio y la televisión. 

Después de ese triste episodio, sin explicaciones, su vida cambió. Había sobrellevado lo de Adiós Felicidad, pero sentía miedo y decepción de todo. Siguió actuando, con limitaciones, los intérpretes dejaron de cantar sus canciones por temor y andaba como marcada. 

No obstante, participó en un Foro del Feeling invitada por su exprofesor Alejo Carpentier. Durante el evento Roberto Fernández-Retamar (1930-2019) se le acercó y le pidió contara lo que le había pasado con su Adiós Felicidad, pero ella lo eludió, no quería buscarse más problemas y no cantó en ese foro, como se ha dicho.

Una noche le avisaron que FC estaba comiendo en el restaurante Wakamba en O y 23, fue y se le presentó como la autora de Adiós Felicidad y que no podía cantarla porque le estaba diciendo adiós al pasado, cuando ella se había inspirado en una cantante brasileña a quien admiraba mucho. FC le contestó que no se preocupara que su canción iba a ser grabada con millones de discos y se va a seguir cantando.

 “Otra buena actuación de la gatica María Ramos”. Porque si él hubiera querido aquello, en su finca, no habría pasado.

Parecía que la tormenta había cesado. En los meses siguientes del año 1963 y en 1964, O’Farrill continuó en El Parisién y en El Gato Tuerto y sus canciones sortearon los prejuicios en determinados espacios. En El Gato Tuerto, Ela compartía con Bobby Jiménez, César Portillo de la Luz, El Siniestro, Elsa Balmaseda, el pianista Kemal Kairuz.  En agosto de 1965, la O’Farrill decidió crear su propio combo, al que poco después denominará Ela y Ellos, haciendo su sitio habitual el club La Gruta, en los bajos del Cine La Rampa, en 23 y O.

La capacidad de inspiración y creación que marcó el exitoso paso de Ela O’Farrill por la vida musical cubana en los años 60 no necesita ser explicada: ahí está su obra grabada en Cuba, publicada en discos o no, según datos de los archivos de los Estudios Areíto (EGREM) y también según discografías de otros sellos minoritarios existentes en Cuba en los años 60:

Adiós Felicidad fue grabada por Oscar Martín, Orquesta Aragón, Juanito Márquez, Omara Portuondo, Eddy Gaytán, Justo Betancourt, Bola de Nieve, Fernando Mulens; Ahora no voy a callar, por Leonora Rega; Buscando un perfil amigo, por Elena Burke y Meme Solís; Son Cosas que Pasan, por Ela Calvo, Pacho Alonso, el Conjunto Roberto Faz y Armando Manzanero; Cuando pasas tú, por Elena Burke; Esta es mi Cuba, por Jorge Raúl Guerrero con Nelia y Reneé; Freddy, por la propia Fredesvinda García, la inolvidable Freddy; Mientras duermes, por René Ferrer;  Nada son mis brazos por Gina León; Ni llorar puedo ya, por Elena Burke y Oscar Alvarado;  No tienes por qué criticar, por Olga Guillot, Doris de la Torre, Fernando Álvarez, Berta Rodríguez y el trío Voces de Oro; Una melodía, por Gladys León; Y puedo vivir, por Nicolás Alonso, Colacho.

Otras de sus composiciones fueron:  Acuérdate de Cuba, Al final de la noche y Cuando Duermes.

En Nueva York, Olga Chorens y Tony Álvarez, recién emigrados de la Isla, incluyeron Adiós Felicidad en el primer disco que consiguen grabar, bajo el sello Parnaso. 

Según la revista Bohemia del 9 de septiembre de 1966, fecha en que el feeling comenzaba su declive, la O’Farrill debutó en el programa de TV, Música y Estrellas al frente de su grupo, Ela y Ellos.

En marzo de 1967, Ela y su grupo se presentaron en el Bar Sirena del Hotel Nacional, en enero de 1968, volvió a El Gato Tuerto, como solista, alternando con actuaciones en El Patio, del Hotel Habana Hilton. 

A partir de esta fecha, el nombre de Ela O’Farrill comenzó a opacarse, no salía ni siguiera una nota en la prensa que anunciaba o reseñaba la vida nocturna. Aquí parece terminar el camino artístico de Ela O’Farrill en Cuba.

Elena Burke, quien nació el mismo día que ella y fue su gran amiga, falleció en el 2002. A ella, Ela O’Farrill le compuso especialmente Señora Sentimiento. También dedicó a la gran cantante cubana Fredesvinda García Herrera (1934-1961) la canción Freddy, con motivo del debut de esta en el espectáculo del hotel Capri.

Lo cierto es que durante muchos años no se volvió a escuchar “Adiós Felicidad” en la radio cubana y a Ela O’Farrill la arrinconaron hasta que no encontró mejor opción que irse a vivir a México en 1969.

Según contó, se fue para México, por ser un país amigo de Cuba y así poder traer más fácil a sus padres, porque su padre por haber sido comunista de siempre no aceptaría irse a EE.UU. Pero como entró como transmigrante, o sea de paso, las autoridades mexicanas le planteaban que no se podía quedar en el país. Al fin tras muchas broncas y bastante dinero lo pudo lograr, pero sin poder trabajar como cantante.

Por suerte conoció al director de los discos Orfeón, fundado en 1958 por Rogerio Azcárraga Madero, quién le ofreció trabajo para hacer guiones. 

Luego ya con permiso de trabajo, comenzó de promotora, visitando a las compañías disqueras y llevándoles grabaciones de compositores pertenecientes a la editorial, pero ninguna de ella, al no estar nacionalizada ni inscrita en la Asociación de Compositores.

Además, muchos consideraban sus canciones como raras, complicadas, rebuscadas, etc.

En México el feeling era una mala palabra, ni lo conocían ni les interesaba a los cantantes.

Solamente aceptaban las rancheras y los corridos, en 3 por 4 y 4 por 4 es decir, con 4 acordes y ni uno más, porque no se entendían por el gran público, quien pagaba por los discos. Prevalecían las canciones repetitivas, todo accesible para el oyente promedio.

Se nacionalizó en el período del presidente Vicente Fox, gracias a las facilidades que dio a los residentes extranjeros.

Regresó a Cuba de vacaciones después de 1980. Aun teniendo cuidado al tomar agua en los restaurantes, cogió una tremenda amebiasis y estuvo grave y durante 6 meses anduvo con el “intestino por fuera”. Lo peor de todo era el estar sin su familia, solo apoyada por una amiga y su mamá.

Luego pasó a trabajar a Editorial Musical Latinoamericana, propiedad del compositor dominicano Mario de Jesús, quien le dio un mejor sueldo y pudo conocer a los directores artísticos del país. Pero su música seguía guardada. 

Solamente compuso en esas tierras una canción, Sabes que se la grabó Freddy Noriega (1936-2001), su gran amigo.

Pasaron casi cuarenta años hasta que Ela volvió a ser escuchada de manera pública en Cuba, cuando regresó en 2008 y participó en un homenaje a su amiga Elena Burke, quien había fallecido seis años antes. 

El 28 de febrero de 2014 festejó su 84 cumpleaños entre cantos y remembranzas de sus composiciones, donde todo quedó grabado y fotografiado, afortunadamente.

Al fallecer Marta, su gran amiga durante cuarenta años, Ela O’Farrill sufrió una fuerte crisis emocional y al complicársele con una dolencia respiratoria, falleció el 24 de octubre de 2014, en la ciudad de México.

El pianista y compositor cubano Meme Solís escribió al conocer la noticia del fallecimiento de Ela O’Farrill: “Hoy, desde la distancia, te despido y te mantendré siempre en mi corazón. Adiós felicidad”.

Marta Valdés González (nació en 1934) escribió sobre su amiga Ela O’Farrill: 

“Su temprana amistad con Doris de la Torre, una joven vecina admirablemente dotada para el canto y conocedora de un vasto repertorio de canciones de moda cubanas y norteamericana y las veladas en las que escuchaban música y cantaban, influyeron también en la formación de la compositora y cantante”.

Nota: Este relato está apoyado en datos tomados del blog de Rosa Marquetti y de Tania Castellanos.

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