EL TREN DE HERSHEY (DE CASABLANCA A VERSALLES, MATANZAS), ARTEFACTO DE MADERA Y HERRUBRE, TAMBIÉN ERA POESÍA

Written by Demetiro J Perez

6 de julio de 2022

Un tren eléctrico que en la Cuba pre comunista funcionaba, desde que el comunismo aterrizó, provocando apagones todas las noches, si dicho tren funcionara, sería un milagro. La travesía del tren desde Casablanca a Versalles (Matanzas) ofrecía un estado que aumentaba los latidos del corazón; les restregaba a los viajeros la variedad del color verde, especialmente la del Valle de Yumurí. Un paisaje que se queda en la memoria hasta el final de la vida.

“El balanceo del tren me preocupaba. Todas las ventanillas estaban cerradas. Encima de nosotros paquetes que contenían trigo elaborado. En el asiento apareado al mío, iba una niña lo suficientemente gruesa como para estar desprovista de la figura humana que la mayoría suele aceptar sin reparo. Su cabeza hundida se proyectaba desde los hombros, como si quisiera desprenderse de su cuerpo. Los cabellos cortos y rizados le daban el aspecto de un ser que no pertenecía a nuestro mundo. Llevaba puesto unos espejuelos que delataban su cortedad visual. Me di cuenta de su esfuerzo para descifrar los paraderos que describía el boleto que la acreditaba viajar en aquel molesto, pero pretérito y diferente artefacto. ¡Avendaño. Armentero. Concuní…”. Por el énfasis que les ponía a las palabras, a aquellos nombres de pueblos que aparecían en su boleto, adiviné que viajaba sin compañía. Se detuvo en aquel nombre y pensé que por sus hombros se hundía también aquella palabra. Me miró y comprendí que la pena se llenaba de ella. Por primera vez tuve existencia para su razón. Me despertaba una curiosidad superior a la que despierta una rosa alojada por la frente del mundo. Pero su cabeza, redonda y mundial contra la ventanilla, y con una rapidez de muñeca inconforme, cerró los ojos. Su vestimenta era negra. Hasta aquel momento yo no había descubierto que iba vestida de luto. Mi atención se había depositado en su rara personalidad, en su fealdad y en su mirada que era como si a través de ella me miraran millones de seres interplanetarios al mismo tiempo. Una parada del tren provocó que el miedo y ella se identificaran. Miré a través del cristal que daba a mi lado y vi un número de animales. Pensé que, si hubiésemos estado en época de Navidad, lo indicado sería regalarle un nacimiento. Tuve la seguridad de que siempre la habían ignorado. Otro césped se ampliaba en el paisaje: ¿Por qué no se bajaba y caminaba sobre él? Expuse mi mirada por lo largo del pasillo y vi a un hombre negro, delgado y vestido de blanco: lograba el parecido con un fósforo sin vida. –“Canasí, próxima parada!”. La voz que acababa de oír la avivó y, sacando un peine de su cartera (también negra) lo puso en función. El tren fue deteniéndose. Con dificultad la extraña pasajera se puso de pie. Descendió por los tres escalones que nos separaban del andén. “Cinco minutos de parada”. Al escuchar que nos advertían un receso… en aquel pequeño pueblo llamado Canasí, decidí bajarme para contemplar la soledad enmudecida de aquel paisaje que, aunque lo hubiese visto en una de esas postales que se envían a los amigos desde diferentes sitios del mundo, nadie me podría negar que era un paisaje cubano. Después de unos segundos miré hacia lo lejos y pude ver que, al frente, sobre una loma se levantaba un muro con forma cuadricular agrupando a un enorme número de cruces. Por el camino que conducía a aquel cementerio, como una voz sin sonido, inclinada, caminaba una niña gruesa y vestida de negro”.

MILTON HERSHEY

Mis lectores se preguntarán ¿a qué viene da publicación de este breve cuento, pues nada menos que fue escrito a mis 13 años, viajando en el tren de Hershey, de Casa Blanca a Versalles (Matanzas). Quizá para muchos dichos artefactos le será indiferente, pero a los que entonces éramos niños o adolescentes, que nunca podíamos viajar en otro tipo de transporte, nos resultaba uno de los más coloridos regalos que nos hacía Dios.

Los vagones eran de madera y, por dentro, las barras para agarrase los pasajeros, estaban cubierto de herrumbre. Pero cuando nos sentábamos en uno de sus asientos, pensábamos que íbamos a aterrizar en la luna (de la que entonces no se hablaba casi nada), En conjunto, además, resultaba poético. Al menos los que tienen el privilegio (o la desdicha), de emocionarse hasta cualquier detalle creado por el Señor. Viajar en uno de aquellos trenes, producía la sensación de que atravesábamos la parte más relumbrante que Dios había creado. Atravesar los tantos valles, contemplar la poesía y la sencillez de aquellos pequeños pueblos, en cuyas estaciones siempre había hombres mayores sentados, algunos con un periódico en las manos. Todo era un verso convertido en huracán, una demostración de la belleza que ostentaba aquella Cuba pre comunista.

Milton Hershey, empresario estadounidense (1957-1945), estuvo en Cuba con el propósito de encontrar el material para su industria chocolatera radicada en Pensilvania, Estados Unidos. “A dos kilómetros al sur de la ciudad de Santa Cruz del Norte fundó el “Central Hershey”. Tras la creación del Central, fabricó el Batey para los trabajadores. Mr. Hershey, creó 140 kilómetros de vías férreas para la transportación de la materia prima, la caña de azúcar, que entonces era dulce…, puro almíbar, ocurría en la Cuba que no había sido incendiada de miseria por el comunismo. “En 1920 llegaron a Hershey los primeros coches de motor eléctrico Brill, construidos en 1917 en Pensilvania. La primera línea eléctrica del ferrocarril de Hershey, comenzó a funcionar en enero de 1922 entre Hershey y Matanzas. El 5 de octubre de 1922 se inauguró la línea entre Hershey y Casablanca, La Habana”.

“Después de bordear el nordeste de la bahía, se dirige hacia el Este atravesando barrios de la ciudad como Guiteras, Guanabacoa, Berros, Barrera y pasa por debajo de todas las playas de Este, hasta Guanabo Viejo”.

Un tren eléctrico que en la Cuba pre comunista funcionaba, creo que, desde que el comunismo aterrizó, provocando apagones todas las noches, si dicho tren está funcionando, es todo un milagro.  La travesía del tren desde Casablanca a Versalles (Matanzas) ofrecía un estado de laxitud, una exageración de latidos en el corazón, que le restregaba a todos los que viajaban en dicho tren, la variedad del color verde, especialmente en el Valle de Yumurí. Un paisaje que se queda en la memoria hasta el final de la vida. “Como ya el antiguo central dejó de existir, el tren se alimenta de la energía que proporciona una subestación en Hershey y otras dos, una en Elisa en las afueras de La Habana y la otra en Margot cerca de Corral Nuevo en Matanzas”.

Para muchos, el tren de Hershey no era sino una inmensa cámara fotográfica que almacenaba las fotografías entre un latido y el otro del corazón. Me entristece saber que nada de aquel tren que me inspiró un humilde cuento a mis 13 años, no exista, o se haya convertido en algo que pasó al olvido, como la mayoría de las cosas que fortalecían nuestra historia, borrando de un plumazo el orgullo de haber nacido en una isla que fue la envidia de todo el Caribe. 

“El último recorrido completo del Tren de Hershey, desde Casablanca hasta Matanzas, fue el 1ro. De mayo de 2017”.

            ¡Y que en paz descanse!

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