Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE
Una de las grandes cualidades de Fidel Castro fue siempre la mentira, desde un principio de su dictadura trató de desvirtuar la verdadera historia y acomodarla a su favor y ya luego establecido con todo el poder a su favor, al eliminar la libertad de expresión y poner todos los medios de información de su lado, acusaba de terrorista a todo acto de la oposición siempre sin reconocer que su organización o movimiento 26 de Julio, fue quien más terrorismo cometió en toda la historia de Cuba, incluyendo los años contra Machado.
El asalto al Cuartel Moncada, ideado y preparado por él, aunque no ejecutado porque el muy habilidoso se la agenció para no tener un papel peligroso, engañando a sus propios compañeros empezando desde ese día a mentirle a sus propios seguidores, cómplices y al pueblo en general.
Hay una anécdota, contada por la propia Celia Sánchez, estando alzados allá en la Sierra Maestra en 1957, él mismo le dijo a Celia: “como cosa suya le dices a todos los oficiales que no permitan que yo participe en algún combate para así evitar que me maten y todo se acabe”. ¡Un verdadero Capitán Araña!
Comenzaremos a relacionar algunas de los actos de terrorismo del Movimiento de Fidel Castro:
26 de julio de 1953
El terrorista y secuestrador Dr. Antonio Guiteras Holmes, en su acción insurreccional contra el dictador Gerardo Machado el 29 de abril de 1932, asaltó el cuartel del ejército en San Luis, Oriente. Luego el 3 de abril de 1935 secuestró a Eutimio Falla Bonet y logró obtener un rescate de $300,000 que quiso utilizar para desde México organizar una expedición armada a Cuba (tipo Granma 1956).
El 5 de abril de 1953, Domingo de Resurrección, probablemente como resultado de una delación, Rafael García Bárcenas fue detenido junto a otros miembros de su organización, acusado de organizar y dirigir un intento de tomar por asalto el campamento militar de Columbia, en La Habana.
Estos tres ejemplos los he descrito para darles mi opinión que algunos de los hechos de Fidel Castro fueron copiados de acciones planeadas por otros revolucionarios en fechas anteriores.
La historia escrita sobre los ataques a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, el 26 de julio de 1953, está sembrada aún de múltiples inexactitudes y zonas de silencio que durante años se impusieron en las versiones difundidas por el régimen cubano. La historiografía oficialista, como la de Gerardo Rodríguez, Robert Taber, Robert Merle, Marta Rojas, Mario Mencia han acopiado testimonios, documentos para afincar la leyenda de Fidel Castro, evitando cualquier discrepancia que pueda socavar el carácter mesiánico de su liderazgo, mostrando solamente los testimonios de los asaltantes sin ninguno del bando contrario, excepto del teniente Pedro Sarría Tartabull (1900-1972) un cómplice de la barbarie.
Gracias al historiador habanero Antonio Rafael de la Cova (1950-2018), exiliado desde 1961, que vino a equilibrar el relato histórico a través de 31 años de investigaciones, que incluyeron 115 entrevistas con participantes en los sucesos: 14 asaltantes, 47 militares y policías y 54 civiles, políticos, abogados de la defensa y otros protagonistas. También 132 libros y documentos de editoriales cubanas forman parte de su libro que aún aguarda por una edición en español.
El asalto al Moncada, el plan se elaboró en secreto, además de Fidel Castro, solamente lo conocían Abel Santamaría y Renato Guitart. Algunos sabían que se iba a realizar un combate, pero ignoraban cuál era este y otros desconocían que iban a una acción armada. La mayoría no sabían que su destino final era el Moncada y fueron creyendo que iban a continuar entrenándose en una granja alquilada en la carretera a la playa Siboney.
El ataque al cuartel de Bayamo estaba sincronizado para ser atacado simultáneamente por 21.
Las armas, los uniformes y los recursos necesarios para la lucha fue posible obtenerlos por la voluntad de los propios combatientes y simpatizantes. Lina Ruz, madre de Fidel, aportó $116 sin conocer su destino, un senador cubano aportó $500, un joven revolucionario aportó $800, Renato Guitart aportó $4,500, Natalia Revuelta, la amante de Fidel y madre de su hija Alina Fernández, dio $5,500, Elpidio Sosa vendió su empleo y aportó $300; Fernando Chenard Piña (1919-1953) liquidó los aparatos de su estudio fotográfico, con los que se ganaba la vida; Pedro Marrero Aizpurúa (1926-1953) empeñó su sueldo de varios meses y fue preciso prohibirle que se deshiciera también de los muebles de su casa; Oscar Alcalde Valls (1922-1993) vendió su laboratorio de productos farmacéuticos; Jesús Montané entregó sus ahorros de más de cinco años. Casi todos los 16 autos que fueron usados por los revolucionarios habían sido robados.
Fidel Castro sabía que el dinero recaudado no era suficiente para comprar todas las armas e ideó una estafa. Pagar con cheques sin fondos parte de las armas compradas en armerías de La Habana y Santiago de Cuba y después de tomar el Cuartel Moncada, se pediría dinero a los bancos para pagar esa deuda, pero eso no se pudo hacer. Parte de esa deuda fue abonada por René Guitart el padre de Renato Guitart, tiempo después del ataque en que falleció su hijo.
El teniente del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) Armando Acosta se presentó el viernes 24 de julio ante el jefe del Moncada, coronel Alberto del Río Chaviano (1914-1978) para reportar según cierto informante de La Habana, se preparaba un ataque contra el cuartel. Chaviano repuso que la gente de La Habana no tenía idea de qué pasaba en Santiago: “Yo estoy al mando aquí y sé todo lo que está pasando. Nada inusual”.
Su lugarteniente, el teniente coronel Ángel González, tomó en serio al oficial del SIM, aconsejó a su jefe no ir la noche de sábado a los carnavales y pidió reforzar la defensa. Chaviano asintió y agregó que no se preocupara: “No iré a los carnavales”, pero Chaviano terminó yéndose a los carnavales con el comandante Florentino Rosell, jefe del Cuerpo de Ingenieros.
A la media hora de romper el tiroteo en el Moncada, el soldado José Olivares vio que un militar de uniforme entraba por la posta 5 como si estuviera de paseo y le gritó: ¡Oye, comemierda, te van a matar! Era del Río Chaviano que de alguna forma se había enterado del asalto.
El sábado 25 ya estaban todos los asaltantes reunidos en Villa María una casa en la granja Siboney a unos 16 km al este de Santiago de Cuba.
Esa noche comieron fricasé de pollo, para decenas de ellos, esa sería su última cena, porque Fidel Castro los había convocado a un suicidio, 8 murieron en la lucha y otros fueron capturados y asesinados. Pero el Capitán Araña, no tuvo ni un arañazo siguiera. Muy pocos lograron escapar.
Castro dijo al grupo: “Todos
ustedes son ahora sargentos”. Y pidió a Fernando Chenard tomara una foto “histórica”, pero faltaba el flash (otro fallo más).
Escogieron el domingo 26 de julio por ser el último día de Carnaval pensando que los guardias iban estar medio dormidos y ebrios si comenzaban el ataque a las 5:15 de esa madrugada.
FC llegó a decirles que gracias al ataque sorpresa obtendrían la victoria en 10 minutos. Aquí vemos, una vez más, que este tenebroso personaje siempre fue un incapaz.
La cifra exacta de cuantos fueron a la granja Siboney, cuantos salieron en aquellos 16 autos y cuantos llegaron al Cuartel, Hospital o Palacio de Justicia es una incógnita. Unos dicen 112, otros 126, 131, 135 y 136 pero sin aclarar cuantos llegaron a los 3 sitios, por tanto, no voy a entrar a esta matemática desconcertante, porque si eran 16 autos, yendo 7 en cada uno serían 112.
Esa noche, en la granjita Siboney, Alejandro Ferrás probó su pistola 45 disparando contra el techo y se armó una barahúnda porque todos pensaron que estaban siendo atacados.
Ángel “Patachula” Díaz-Francisco alegó que el plan era una locura y se fue en su Oldsmobile con otros tres.
José Luis Tasende llamó a su amigo y padrino de su hija, Raúl Castro, para ponerlo al tanto de los planes del Moncada. Por la mañana Tasende le reveló los detalles del ataque a Raúl Castro, quien anotaría en su diario: “Se me paralizó el estómago”. Ya en la granjita Siboney fue asignado a la acción del Palacio de Justicia aledaño al Moncada. Todos iban con los mismos uniformes del ejército. A las 5 am salieron los 16 carros, aunque todos no llegaron al combate. Según de la Cova, fueron 12 los desertores antes de los combates, incluidos el jefe de la célula del movimiento en Marianao, Hugo Camejo, quien escapó con Andrés García y Pedro Véliz.
Ernesto Tizol la deserción más importante por un supuesto desconocimiento de las calles de Santiago de Cuba, sin embargo, todo indica fue una acción intencional de Tizol, quien conducía el séptimo carro de la caravana de 16 que salió de Siboney y dobló por Avenida Las Américas en lugar de continuar por la Avenida Victoriano Garzón. Tizol era cuñado de Raúl Martínez Ararás, quien dirigió las acciones en el Cuartel de Bayamo. Se entregó finalmente por sentido de culpabilidad el 31 de julio y fue sentenciado a 13 años de cárcel en el juicio del Moncada.
Boris Luis Santa Coloma iba en el auto de Tizol y al escuchar los tiros regresó en otro auto.
También lo hizo Oscar Alcalde, quien venía detrás de Tizol. Al terminar el combate, Santa Coloma se dirigió a la granjita Siboney, pero como su novia, Haydeé Santamaría, no estaba allí, retornó a buscarla y acabó siendo apresado. La prueba de parafina decidiría su mala suerte.
Al llegar al Moncada, el auto #1 era el auto de Pedro Marrero, Renato Guitart, José “Pepe” Suárez, Ramiro Valdés y Jesús Montané, acababa de pasar por allí una de las patrullas de recorrido y los guardias pusieron atención al distinguir los uniformes del auto lleno de hombres y se volvieron para verlos llegar a la posta. También hubo un soldado que venía caminando por la acera hacia el cuartel y parece los distrajo.
Los soldados Alfonso Silva y Luis Triay estaban en la posta #3 y dudaron en abrir fuego, al ver que los ocupantes estaban uniformados y fueron neutralizados, pero el cabo Izquierdo al presenciar de lejos la escena, desde la posta #1, hizo accionar el mecanismo de la alarma y se acercó rápidamente desenfundando su revólver. Ramiro Valdés disparó primero y lo hirió de muerte. Castro reconoció después que fue un error enfrentarlos, hubieran entrado fácilmente cuando esos dos soldados vieron otros carros detrás.
El comando que tomó la posta #3 quitó un extremo de la cadena y en vez de continuar hacia las barracas, se desmontaron y dejaron el auto Mercury 1950 negro obstaculizando la entrada.
Renato Guitart había confeccionado un plano del acceso al cuartel por aquella posta, pero no precisó que la puerta de acceso al arsenal estaba en la planta baja, detrás de la escalera. Por aquí subió el comando y fue a dar a la barbería (otro fallo y fatal).
En el carro #2 con Fidel al timón iban Reinaldo Benítez, Pedro Miret, Gustavo Arcos, Abelardo Crespo, Carlos González e Israel Tápanes. Gustavo Arcos al bajarse fue herido por “fuego amigo”. Se produjo entonces una gran confusión que provocó disparos de ambos bandos.
Una ametralladora calibre 30 había sido emplazada al frente de la posta #1 y desde esa posición, a unos 80 metros solamente de la posta #3, empezó a barrer toda el área, desde la primera escalera hasta los blocaos y toda la calle fuera de la posta. Mientras tanto, soldados medios vestidos, pero en gran número, salían de todas partes con sus Springfield en las manos. El tiroteo era ya muy intenso y Montané se dio cuenta que ninguno había podido penetrar al cuartel y le gritó a Pepe Suárez “nos van a cercar, vámonos de aquí”. Pepe afirmó con la cabeza y llamó a Ramiro. Llamaron también a Tasende, quien les hizo un gesto con la mano y pensaron que venía detrás de ellos. Sería la última vez que lo vieron con vida.
En menos de media hora la situación se tornó insostenible y Castro ordenó la retirada. Ramiro Valdés salió en un carro con una goma ponchada, junto con Boris L. Santa Coloma y el herido Gustavo Arcos en el asiento trasero. En eso arribó Oscar Alcade en su carro y otros ocupantes, entre ellos Juan Almeida. Alcalde había seguido a Tizol, pero regresó a batirse cuando escuchó los disparos. Al llegar, apenas pudo desmontarse.
Castro se montó en el auto Studebaker que conducía Ricardo Santana y 7 más se subieron. Santana a gran velocidad, enseguida le pasó por al lado al carro ponchado Ramiro Valdés.
El teniente Manuel Piña se percató que desde la azotea del edificio de apartamento de tres pisos frente a la posta #2 se dominaban las entradas a las barracas del cuartel y así se podía neutralizar hasta la ametralladora 30 emplazada en el polígono. Piña pidió voluntarios para ocupar el edificio antes que los asaltantes lo hicieran, pero no hubo necesidad porque Fidel Castro nunca tuvo la habilidad de enviar francotiradores a ese edificio (otro fallo).
En el auto manejado por Mario Dalmau iban hacia el Palacio de Justicia, Léster Rodríguez como jefe, Raúl Castro, José Ramón Martínez, Ángel Sánchez y Abelardo “Lalo” García, que lograron entrar al edificio, ocuparlo y subir hasta la azotea, pero se toparon con un muro de cinco pies de alto que impedía hacer fuego contra el cuartel. Al concentrarse contra el Palacio de Justicia el fuego de una ametralladora 50 montada en el Club de Oficial, la resistencia era inútil. El jefe del grupo asaltante, Léster Rodríguez, ordenó la retirada. Raúl Castro terminó retirándose sin haber disparado un solo tiro. Fue capturado en las afueras de Santiago de Cuba. Lo entrevistó Vicente Camps y descubrió su verdadera identidad. Le fue practicada la prueba de la parafina y se comprobó que no había disparado arma alguna.
El grupo asaltante del Hospital Civil “Saturnino Lora”, próximo al Cuartel, estaba formado por: Abel Santamaría, Juan M. Amejeiras, Gerardo Álvarez, Wilfredo Matheu, Horacio Matheu, Ramón Pez Ferro, Raúl Gómez, Dr. Mario Muñoz, Melba Hernández y Haydeé Santamaria. Al concentrarse contra el Hospital Civil el fuego de una ametralladora 50 montada cerca de la posta #4, el jefe Abel Santamaría, no sabía qué hacer. Su hermana Haydeé lo instó a dar una orden, porque él era el jefe y Abel dijo que había que prepararse para morir.
El Dr. Muñoz sugirió disfrazarse como pacientes. Todos fueron apresados, menos Ramón Pez Ferro, a quien un paciente de verdad, el militar retirado Tomás Sánchez, declaró que Ferro era un nieto suyo que estaba acompañándolo. Excepto Melba y Haydeé, todos los apresados fueron asesinados. Uno de ellos, Osvaldo Socarrás, reveló de dónde habían salido y otros detalles en el interrogatorio. El teniente Jesús Yánez Pelletier se encargó de llevarlo a la granjita Siboney para verificación. Allí se ocuparon 3 libros: Pluma en ristre, Las fuerzas morales (dedicado por Naty Revuelta a “Mi incomparable Fidel) y Obras Escogidas de Lenin (con la firma de A. Santamaría).
Abel apareció muerto en la granjita Siboney, la narrativa castrista dice que le habrían sacado los ojos para mostrárselos a su hermana Haydée en la prisión. El funerario Manuel Bartolomé, entrevistado en 1993 y luego 2007, dijo: que no vio ningún cadáver al que le faltaran los ojos, ni con signos de tortura. El entonces teniente Jesús Yánez Pelletier (1917-2000), quien protegió la vida de Castro, consideró que no hubo necesidad de torturar a los prisioneros para obtener información inmediata, pues todos confesaron y colaboraron en los interrogatorios.
Sobre la base de las fotos necrológicas del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), los informes de los médicos forenses y aun el testimonio de Manuel Bartolomé, el funerario encargado de recoger los cadáveres de los asaltantes y darles sepultura, de la Cova demostró que no hubo tortura, sino infame masacre de prisioneros. Ni trituraron testículos a Boris Luis Santa Coloma ni arrancaron ojos a Abel Santamaría.
La imagen de Batista como un “monstruo horrendo” que ordenó la ejecución de prisioneros es desacreditada por la realidad histórica. En realidad, Batista conminó al coronel Alberto Del Río Chaviano a respetar la vida de los detenidos y el arzobispo Pérez-Serantes intervino para frenar la represión y pedir el cese de los asesinatos, pero no tuvo nada que ver con la entrega o captura de Fidel Castro.
Del Río Chaviano dio la orden de matar a todo el que diera positivo en la prueba de parafina, que indicaba haber disparado un arma de fuego. Así, los asaltantes fueron conducidos por grupos al campo de tiro y ametrallados allí.
Unos treinta cadáveres fueron dispersados por el cuartel para simular que habían caído en combate. Así, Guido Fleitas, que había caído en un lugar, fue arrojado en otro, y algunos de los apresados en calzoncillos, reaparecieron con uniformes que no tenían siquiera perforaciones de bala.
Según Castro hubo 5 muertos en combate: Guido Fleitas, Flores Betancourt, Carmelo Noa, Renato Guitar y Pedro Marrero, pero de la Cova añadió a 5 más, Rigoberto Corcho, Virginio Gómez, Manuel Gómez, Guillermo Granados y Miguel Oramas, aclarando que Pedro Marrero fue capturado vivo y luego ejecutado.
Según de la Cova fueron 8 muertos en combate, 52 ejecutados que suman 60 el total de muertos y 11 heridos incluyendo a Gustavo Arcos, Abelardo Crespo, José “Pepe” Ponce y Reinaldo Benítez resultaron heridos por fuego amigo con balas calibre 22 (el ejército no tenía balas calibre 22). El director de la funeraria que recogió los cadáveres tampoco vio señales de tortura.
Tras regresar a la granjita Siboney, Fidel Castro y 19 asaltantes más salieron de allí alrededor de las 7 am, cruzaron la carretera y se internaron en el monte hacia Alturas de Ocaña. Mario Chanes de Armas iba en el grupo y relató que, al llegar al cañaveral La Pelá, se vio obligado a impedir que Castro se diera un tiro en la sien (¡Qué clase de fallo el de Mario!), Castro dividió el grupo el martes 28 y se quedó con 7. El minero Alfonso Feal se topó con ellos y acabó llevándolos a la cueva Los Chivos. Feal escuchó por radio que Chaviano había prometido a monseñor Enrique Pérez Serantes (1883-1968) quien era gallego y amigo del padre de Fidel, también gallego, preservar la vida de los asaltantes aún fugitivos. Regresó entonces adonde Castro y los demás para darles la buena nueva. Feal acudió a su jefe, que resultó ser Fidel Pino Santos, amigo y socio de Ángel Castro el padre de Fidel. Pino Santos transmitió al obispo que los siete querían rendirse en su presencia. El viernes 31 de julio, Pérez Serantes salió en caravana de tres jeeps hacia el lugar convenido en la finca El Cilindro, pero los fugitivos no se presentaron. Pérez Serantes regresó a Santiago y notificó a Chaviano que su misión había finalizado sin éxito.
El sábado 1° de agosto, Chaviano ordenó a la patrulla del teniente Pedro Sarría, el cabo Julio Corbea y el soldado Luis Manuel Batista que como Guardia Civil y conocedores de la zona salieran a buscarlos. Encontraron a Fidel, Oscar Alcalde y Pepe Suárez dentro de un bohío, mientras los otros del grupo habían bajado del monte a rendirse donde estaba Pérez Serantes, detrás de la patrulla. Los prisioneros fueron trasladados en un camión Chevrolet seguidos por Pérez Serantes en su jeep. Sarría montó a Fidel Castro en la cabina. Pérez Serantes dijo llevarlos al Vivac para evitar represalias de los militares compañeros de los 18 que habían muerto en el asalto. El teniente Antonio Ochoa conspiró con el capitán Lavastida y el teniente Manuel Arpa para liquidar a Castro en el trayecto con la excusa de que intentaron escapar, pero Del Río Chaviano precisó que el presidente Batista había ordenado no tocar Castro.
El libro revela que Fidel Castro no pudo entrar en el cuartel, porque una ametralladora ripostó inmediatamente, impidiendo la entrada de todos los rebeldes. Si la gente se enteraba de que en ese hecho perdieron la vida 60 de sus compañeros y que Fidel Castro no disparó un tiro, se hubiera choteado por eso cuando les hicieron la prueba de la parafina a los detenidos, Fidel Castro se negó, aduciendo que él sí había disparado. De todas maneras, el ataque según de la Cova, estuvo mal preparado, porque no llevaban ni un botiquín de primeros auxilios y lucharon con escopetas de cacería y rifles calibre 22 contra soldados mejor armados con ametralladoras y granadas. A Castro no podía escapársele el peligro inminente pero lo que perseguía era el golpe publicitario.
De los sobrevivientes ese 26 de julio, 27 rompieron con Fidel Castro y sus planes revolucionarios posteriores. De los 82 expedicionarios del yate Granma, en 1956, solamente 20 habían estado en las acciones del 26 de julio de 1953.
Continuación del
terrorismo
■ El martes 22 de febrero de 1955, Antonio Goulet, de 60 años, padre del cabo barbero del ejército, Dionisio Goulet, murió destrozado por una bomba en su residencia de Cuartel de Pardos 112, Santiago de Cuba y herida su nieta de 15 años Emilia Iris Tabares.
■ El 1° de enero de 1957, estalló una bomba en el Cabaré Tropicana, resultó herida la joven Magaly Martínez Arredondo, de 17 años, de Avenida 69 #12021, Marianao, teniendo necesidad los médicos de amputarle un brazo. También resultó herida Marta Pino Donoso, de 18 años, residente en el #12209, de la misma avenida.
■ El martes 15 de enero de 1957, el Tribunal de Urgencias radicó causa por una bomba que explotó en 21 entre 14 y 16, Vedado, donde resultaron lesionadas Amada Apezteguía Armenteros y Nilda Llorente Carrascal.
-En la esquina de Virtudes y Lucena, Santa Clara, explotó un petardo causándole lesiones a Juan Pío Manresa, vecino de Virtudes #323 en aquella ciudad.
-Victoria Rodríguez de 33 años, de Arrellano 256 y el señor de 70 años, Tito Mayea Villalobos, de la calle Emma #318, recibieron heridas graves al explotar junto a ellos una bomba en la esquina de Fábrica y Concha.
■ El miércoles 23 de enero de 1957, Oliverio González Mesa, de 35 años, pereció destrozado por una bomba frente a la residencia del colono Luciano Sampedro, situada en 6ª y 7ª Avenida de Miramar, donde trabajaba desde hacía años como cocinero.
■ El sábado 9 de marzo de 1957, al explotarle en las manos unos cartuchos de dinamita que había encontrado en la playa, sufrió gravísimas heridas por el cuerpo el niño de 12 años Luís González García, vecino de la calle Genaro Sánchez #108, en 10 de Octubre.
■ El 27 de abril 27 de 1957, al explotar 8 bombas en distintos sitios de La Habana, recibieron heridas: Carolina Torrente Fernández de 27 años, de Tenerife #64; Ramón Fernández, de 28 años, residente en el Rpto. Rosalía y Faustino Gancedo, de 61 años, de Calzada de Bejucal # 66.
■ El 28 de mayo de 1957, Aldo Vera de un bombazo dejó a La Habana sin corriente eléctrica por dos días.
■ El 3 de agosto de 1957, en la calle Trocha, Santiago de Cuba, hizo explosión una bomba destrozando a la señora Lidia Dorado e hiriendo al policía Arvelio Martín Céspedes.
■ El 5 de agosto de 1957, al explotar una bomba en el Ten Cents de Galiano, murió Mercedes Díaz Sánchez del Águila, residente en Milagros y sufrieron gravísimas heridas Lidia González Rebull del Reparto. Fontanar, Etelvina Arencibia Gil de Franklin #358, Lidia Bular Barquet, de 19 años del Vedado, Gladys Valdivieso de Parque #532 y Nelson Huerta de 72 años de Marianao.
■ El 12 de agosto de 1957, en gravísimo estado ingresó en emergencias Alfonso Vivero, de 43 años, vecino de Santa Fe, que resultó herido al explotar una bomba en la tintorería de la calle Luz, entre Habana y Compostela.
■ El 14 de agosto de 1957, en la Manzana de Gómez, en La Habana explotó una bomba, que causó la muerte al señor José Martínez, de 65 años, residente que era de la calle Cuarteles #4.
■ El 3 de septiembre de 1957, la joven Urselia Díaz Báez (1939-1957) de 18 años, vecina de Ángeles # 3, Guanabacoa, pereció cuando le explotó la bomba que ella iba a colocar en el baño del teatro América en Galiano y Concordia.
■ El viernes 8 de noviembre de 1957, dos semanas después de la fuga de Sergio González, se escucharon en La Habana alrededor de 100 explosiones sincronizadas al filo de las 9 de la noche, coincidiendo con la hora del cañonazo. Se puso a prueba la capacidad de actuación de unos 200 hombres y mujeres, ejecutantes directos, los que proveyeron y trasladaron la dinamita, los que prepararon las bombas y petardos y los que apoyaron los acontecimientos de diversos modos. Sergio González López (El Curita), jefe del grupo de acción y sabotaje del Movimiento 26 de julio, con la ayuda técnica de la Dra. Isabel Rico Arango, construyó en su casa esas bombas.
El 19 de marzo de 1958, El Curita, Juan Borrel y Bernardino García Santo fueron asesinados en el Reparto Altahabana. Lo apodaron así porque se vestía con una sotana al colocar sus bombas. La consigna era las tres C: “Cero Cine, Cero Compras, Cero Cabaret”.
Ese día, Aldo Vera tuvo la mala suerte, tras recoger con Odón Álvarez de la Campa niples que no habían detonado, uno vino a explotarles mientras trataban de desactivarlo. A Odón tuvieron que amputarle los brazos y Aldo quedó temporalmente ciego. Ambos permanecerían encarcelados en el Castillo del Príncipe hasta el 1º de enero de 1959.
■ El 23 de febrero de 1958, el
terrorismo revolucionario de Oscar Lucero incluyó el secuestro del campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio cuando estaba en el Hotel Lincoln de Galiano y Virtudes.
■ El domingo 29 de junio de 1958, Eugenio Fadragas Ferrer de 24 años, vecino de la calle Marcial Gómez #525 en Ciego de Ávila llevaba una bomba para colocarla en la calle Honorato Castillo, frente al Hotel Santiago Habana donde se efectuaba un mitin político de la Coalición Progresista Nacional con la presencia del aspirante a las elecciones de noviembre el Dr. Andrés Rivero Agüero y decenas de personas simpatizantes del gobierno de Batista.
La bomba con tornillos y tuercas dentro había sido confeccionada por Eleodoro Pérez Hernández de 22 años, vecino de Chicho Torres #187 con la ayuda de Marcial López Díaz (Chalito) de 50 años, vecino de la calle Isabel #125 que se había robado los 3 cartuchos de dinamita, de su trabajo de perforación de pozos. Luis Angulo Cruz de 21 años de la calle 2ª #305, fue quien le entregó el artefacto explosivo a Fadragas, quien se acobardó de colocar la bomba cerca del acto político y la puso a las 8 pm debajo de un banco del parque Martí, donde había muchas personas sentadas o caminando. La explosión de la potente bomba causó la muerte de estos tres: José Freyre Carnero de 42 años, Rodolfo Legón Sorí de 32 y Martín Rodríguez Manía de 19 años. Resultaron heridos graves estos seis: Jorge Legón Carnero de 2 años (hijo de Rodolfo), Edith Cabrera Brito de 16 años, Rosa Pérez Carbó de 23 años, María Luisa Blanco de 29, Pedro Rosales Enríquez de 23 y Fermín Infante Leal. Dantesco espectáculo fue ver en el suelo los restos de comida de los fallecidos y una tabla de un banco atravesando una palma real.
■ El 1° de noviembre de 1958, en el aeropuerto de Miami, después de varios retrasos injustificados, 16 pasajeros, incluida una mujer embarazada, subieron al avión turbohélice Vickers Viscount (modelo 755D) de matrícula CUT 603 de Cubana de Aviación y se sentaron en sus puestos para el vuelo 495 de 45 minutos hacia Varadero. Cinco
terroristas aéreos del M-26-7 secuestraron el avión y lo desviaron de su ruta. La maniobra no salió bien y tras varios intentos, a punto de quedarse sin combustible, el piloto intentó aterrizar de emergencia en una pista cercana al central Preston, en la bahía de Nipe, pero cayó al mar se partió por la mitad y se hundió, con el trágico resultado de 14 pasajeros muertos, incluyendo 4 niños. Este hecho ha sido ocultado desde entonces tanto por Cuba como por los distintos gobiernos norteamericanos a pesar de que 5 de los fallecidos eran ciudadanos estadounidenses.
■ Del 3 al 15 de enero de 1966 se realizó con mucho secretismo en el Hotel Hilton de La Habana, la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, conocida como Primera Conferencia Tricontinental de La Habana (o La Tricontinental), fue un encuentro político internacional que contó con la participación de más de 500 delegados procedentes de 82 naciones de África, Asia y América para formar una alianza contra el mundo capitalista.
Esos días el Che Guevara se encontraba escondido y deprimido en la embajada cubana en Tanzania después de huir del Congo, su segundo fracaso. Por supuesto Fidel nunca dijo eso durante los 13 días reunidos con terroristas del mundo entero. El izquierdismo periodístico mundial destaca el asesinato del Che en Bolivia, un comandante que invadió un país, que entró con identificación falsa, que mató a jóvenes soldados bolivianos que no sabían que había guerrilleros armados, que cuando lo capturaron estaba armado con una pistola y dos cargadores. Ah, pero fue asesinado, pero todos los pobres infelices que mueren por el terrorismo cubano no se les consideran asesinados y quienes los matan son revolucionarios fieles a una causa justa.
No hay comparación alguna entre Luis Posada Carriles y Fidel Castro, pero Posada era terrorista y el rey de los terroristas mundiales era un líder antimperialista.
Augusto Pinochet fue un verdadero patriota que defendió a su pueblo del comunismo, pero era un dictador a pesar de haber permitido elecciones y entregar el poder, pero era dictador.
Pinochet gobernó durante 2,738 días, sin destruir a Chile, pero era dictador. Fidel Castro gobernó durante 21,148 días, pero era presidente y destruyó a Cuba.
Mientras la mayoría de la prensa mundial siga siendo cómplice, no habrá libertad plena.
La miopía geopolítica de la mayor parte de la dirigencia política latinoamericana y de EE.UU. que, a pesar de la evidente agresión terrorista cubana, toleró la continuidad de los hermanos Castro en el poder y su relación directa con los grupos terroristas.
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