Se esperaba. No hubo sorpresa. La crisis del Social Security toca a la puerta. Por varios años se ha venido esperando, como “la crónica de una muerte esperada” a lo García Márquez. Al fin se habla ya, con carácter de inquietante urgencia, sobre la inminente insolvencia del Social Security. ¿Cuándo será esto? Se dice que para el año 2035. Tal vez antes.
Aunque el tema ha sido, y es, más que nunca, motivo de preocupación para los presentes y futuros retirados, se puede anticipar, con razonable certeza, basado en pasadas experiencias, como aquella de los años 80s que amenazaba la estabilidad del sistema, que se encontrará una fórmula que garantice su estabilidad y solvencia por otro medio siglo.
La cercana inestabilidad y potencial insolvencia que amenaza el sistema del Seguro Social, que ha sido, a través de su octogenaria existencia, altamente exitoso, y puerto de alivio para el trabajador americano, confronta hoy, sin lugar a dudas, factores más agravantes que aquellos de varias décadas atrás. Hoy la demografía, con su consecuente desbalance, agravado por más beneficiarios y menos contribuyentes, precipita la crisis que se avecina inexorablemente. Aunque aún no estamos al borde del precipicio, cada día que pasa nos acercamos más, aunque la caída jamás se produzca.
Es de notar que la laxitud que ha mostrado la presente administración, a la par que la del Congreso, en la formulación de un plan para conjurar esta nueva crisis del programa de retiro, no ha hecho más que exacerbar, a veces más allá de lo razonable, la inquietud de los 68 millones de trabajadores que dependen, casi en su totalidad, de la provisión del sistema para su sostenimiento básico, más la de aquellos que engrosarán la lista en la brevedad de unos cortos años.
Decir que el Social Security está en serios aprietos, no pasa de ser un eufemismo. Está, de cierto, en condiciones graves, en cuidado intensivo; pero no perecerá. Es una de las vacas sagradas de nuestro país. Tendrá una infinita vida, aunque con algunos inevitables baches en el camino cada cierto tiempo. Las implicaciones políticas que le rodean le hacen totalmente insumergible. Es una bomba de tiempo que nunca explotará. Los poderes ejecutivo y legislativo se encargarán de que la mecha incendiaria nunca alcance su punto explosivo.
Estamos en presencia de una población que envejece, cuya consecuencia directa es el rápido aumento en el costo del programa, ya que una menor porción de trabajadores contribuye al mismo. De esta manera, de acuerdo a las últimas proyecciones, el Seguro Social podría estar inhábil para pagar retiro completo, y beneficios a discapacitados, a partir del 2035, y posiblemente antes, si se produce un marcado deterioro en la economía con un aumento en la tasa de desempleo. Entonces… ¿qué?
Llegado ese punto, sin una acción del Congreso, los retirados y discapacitados, que dependen del Seguro social, verían, supuestamente, sus pagos reducidos hasta un 17%. Pero, como es casi siempre el caso, en el clímax de las crisis, surgen las opciones que las remedian.
El Congreso, sin mucha dificultad, podría conjurar la crisis aumentando los impuestos sobre las nóminas, cortando beneficios (nada draconianos) o una combinación de ambos; e incluso, podría considerar extender las contribuciones por parte de aquellos que, teniendo un elevadísimo ingreso producto de inversiones, no de trabajo, no lo hacen en la actualidad. Claro que este paso requeriría una seria modificación del sistema, pero, al final, traería una solvencia duradera y una estabilidad necesaria a todos los beneficiarios por varias generaciones futuras.
Resulta obvio que, la implementación de varias de las opciones disponibles, conllevan, por fuerza natural, un riesgo político nada pequeño; y que, precisamente, debido a este innegable riesgo, la clase política ha postergado, más de lo necesario, esta imprescindible revisión. Sin embargo, en la inacción, o la dilación irrazonable, se oculta el riesgo mayor de un agravamiento de la crisis que demandaría medidas más severas de las que se ofrecen ahora.
Ejemplo de lo anterior es que, en el momento en que escribo este artículo, el Congreso no parece sentir la menor urgencia en confrontar un problema que va in crescendo; y, por su parte, el presidente Biden ni siquiera ha propuesto medios específicos para extender la solvencia del programa. Es posible que la administración, y la mayoría de los congresistas, confíen en que el gobierno federal estaría hábil para permitirse el lujo de pagar el beneficio total a los retirados y discapacitados cuando llegue el momento clave en 2035.
Desde la última reforma o revisión al programa de Seguro Social, en 1983, los ingresos superaron los egresos por pagos de beneficios por décadas, y este exceso se fue acumulando en el fondo de fideicomiso, hasta que, en el 2021, se produjo la inevitable inversión en que los pagos de beneficio superaron los ingresos, poniendo el fondo en vías de degradación o la potencial insolvencia.
Uno de los problemas que ha afectado la solidez financiera del programa radica en el hecho de que el dinero enviado al fondo no permanece en él. Se mueve, de inmediato. El Seguro Social, técnicamente, lo presta al gobierno federal que lo usa para cualquier propósito, repagándolo, en fondos especiales, es decir, en bonos del tesoro, que no pueden ser cambiados, sino que son asegurados por la fe y el crédito de Estados Unidos; y que, generan ingresos no muy generosos, que suplementan lo recibido por el programa a través de las contribuciones de 12.4% de cada trabajador.
Para muchos economistas, este sistema del gobierno federal de préstamos intergubernamentales, como el que acabamos de mencionar, no deja de ser una anomalía, porque, a su entender, estas deudas en su conjunto son una pesada carga para el excesivo débito nacional.
Dentro del ambiente de incertidumbre que rodea el futuro del Seguro Social, resalta la innegable realidad de que ninguna administración estaría dispuesta a detonar esta bomba de tiempo. Jamás se detonará porque está protegida por dos inamovibles pilares: la economía y la política. ¿Qué clase política, presente o futura, estaría dispuesta a semejante explosión?
Por lo tanto, para la tranquilidad de todos los retirados, actuales y porvenir, resulta infalible vaticinar que tendremos Seguro Social, con sus acomodaticios parches aquí y allá, por los siglos sin fin.
BALCÓN AL MUNDO
¡Al fin saltó la liebre! Ya se sabe, por distintas detenciones que se han llevado a cabo en New York, por las violentas manifestaciones en favor de la organización terrorista palestina, Hamas, que elementos con directas relaciones con el gobierno de Cuba, han participado, agitado, y destrozado, propiedades en la universidad de Columbia.
Se destaca entre ellos Manuel De Los Santos, un dominicano de 35 años, activista y agitador profesional, quien frecuentemente viaja a Cuba y se entrevista con líderes de la dictadura comunista, incluyendo al mandamás Díaz-Canel. Este sujeto ha sido detenido por la policía neoyorquina por diferentes actos delictivos, y es un agente provocador de la dictadura cubana con estrechos lazos con grupos antiamericanos en universidades de varios países latinoamericanos.
Cuba, que en 65 años de gobierno comunista no ha podido proveer a los cubanos con una vida decente, libre, con adecuada alimentación, sino una llena de miseria y opresión ha sido, sin embargo, capaz de utilizar sus escuálidos recursos, para propagar actividades conspirativas de infiltración y adoctrinamiento sobre cómo organizar un movimiento ilegal clandestino con orientación marxista.
El régimen cubano ha fracasado en todo, menos en el papel de lacayo servil, de títere incondicional, obediente hasta el final, a las órdenes de la Unión Soviética, de la Federación Rusa y de China.
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Vladimir Putin acaba de visitar a su compinche chino Xi Jinping buscando ayuda, sobre todo, militar. Rusia, a pesar de toda la propaganda en contrario, sufre de una economía debilitada y agravada por el enorme costo de la guerra con Ucrania. Depende ahora, en gran escala, de la ayuda china. Xi lo sabe y está explotando la situación sacándole el petróleo a súper descuento.
Cada uno sabe la situación del otro y están jugando su papel de acuerdo a sus conveniencias.
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El teatro político venezolano se torna interesante con el asunto del Esequibo como tema delicado para el rumbo de las proyectadas elecciones para el 28 de julio, que no parecen del todo aseguradas. Existen dudas. Se teme que Maduro, ante su muy probable esperada derrota, provoque un conflicto armado con Guyana como excusa para la suspensión de los comicios.
Guyana cuenta en su bando con Exxon-Mobil y sus intereses en el abundante hallazgo de petróleo y la flota americana a corta distancia.
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Se reúnen en Washington funcionarios de la dictadura cubana con asesores de Biden. ¿Qué se traen?
Se rumora que EE.UU. busca un acuerdo por el cual Cuba serviría de intermediario para la realización de elecciones en Venezuela, a cambio de su remoción de la lista de países que cooperan con el terrorismo. También se habla de garantías a Maduro y su comparsa de malhechores si pierden. Pero todos son rumores. De cierto nada se sabe.
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