De sopetón, de sorpresa, casi al unísono que en USA, se hizo súper famoso en toda Cuba un joven nacido en Tupelo, Mississippi, el 8 de enero de 1935.
Con solo escuchar su nombre:
“¡Elvis!” las muchachitas gritaban llenas de emoción y los varones queríamos imitarlo y parecernos a él.
Nos llegó como un terremoto haciendo “mover el esqueleto” a la juventud cubana. Sólo él y Bill Haley lograron que los muchachos de mi pueblo nos subiéramos a las lunetas del cine “Campoamor” por 96 minutos para bailar durante el estreno de la película El rock de la cárcel (Jailhouse Rock) estrenada el 8 de noviembre de 1958 .
Me desesperaba no lograr tener su mota y no tener la suficiente barba para dejarme crecer sus pies de patillas.
En ese instante, los jóvenes y hasta los niños nos olvidamos de todos nuestros gloriosos cantantes y le dimos la bienvenida al nuevo Rey del Rock and Roll. Mi padre me decía: “¡En esta casa los Reyes siguen siendo Benny Moré, Ñico Membiela y Nat King Cole!”
Celebramos su boda con la preciosa Priscilla, admiramos sus servicios en US Army y sentimos profundamente su fallecimiento a las 15.30 horas del 16 de agosto de 1977, en su mansión del “3754 del Elvis Presley Boulevard”, en Memphis, Tennessee.
Dentro de cuatro meses cumpliría 90 años, y hoy los cubanos que mucho disfrutamos de su gran talento le brindamos un aplauso tan fuerte con el deseo le llegue a donde se encuentre cantando y tocando su gloriosa guitarra. Me parece que hasta los angelitos estarán bailando.
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