El Primero de Enero no fue siempre Día de Año Nuevo

Written by Libre Online

26 de diciembre de 2023

Por Manuel Marsal (1951)

La divinidad romana de dos caras mirando al pasado y asomándose al devenir simboliza la transición entre uno y otro año, como la Noche de Walpurgis de los celtas, con la fuga de las brujas expresa las esperanzas que nos animan al advenir un nuevo año y las Puertas Abiertas en Escocia para que salgan los malos espíritus son un trasunto de los cubos de agua que se arrojan a la calle en nuestras latitudes cuando las campanas anuncian alegremente que hemos entrado en el nuevo año.

En medio del bullicio de la animada noche un instante fugaz marca la transición entre uno y otro año. Cantan las campanas alegremente en todos los ámbitos de la tierra y el entusiasmo se desborda sobre las riberas de la esperanza. 

En lo recóndito de cada corazón las ilusiones más acariciadas, los anhelos más hondos se iluminan vivamente con luz de optimismo como si estuvieran próximos a cristalizar en realidad. El Anno Domini ha concluido. Comienza un nuevo año y la gran aventura que es el vivir de los hombres y los pueblos va a continuar dentro del marco del Año de Dios.

Para la mayor parte del mundo el nuevo año empieza con la primera hora del primer día de enero y en la práctica este concepto está arraigado de modo tan firme, que cualquier otra fecha que marque esta transición nos parece increíble, absurda. 

Sin embargo, hay pueblos, el hebreo, que celebra su Año Nuevo en el otoño de acuerdo con las antiquísimas tradiciones religiosas; y el chino que lo inicia en el primer día de primavera. 

Pero a nosotros los occidentales, empero,  se nos antoja que los romanos procedieron con gran acierto dándole al primer mes del año el nombre de enero, Januarius,  en homenaje a Jano, su divinidad de dos caras una de las cuales mira hacia atrás,  y hacia el pasado en tanto que la otra lo hace hacia adelante como tratando de avizorar lo que estaba por venir, simbolizando en suma la actitud mental del hombre que a través de las edades ha querido adelantarse al tiempo para saber lo que el futuro le tiene reservado.

No todos los pueblos occidentales, no todos los pueblos cristianos pensaban del mismo modo hace apenas dos siglos.  

Hasta 1753,  en efecto, los ingleses celebraban el Año Nuevo el día 25 de marzo y en tiempos más remotos los anglosajones comenzaban el año el 25 de diciembre. Guillermo de Normandía a raíz de su conquista de Inglaterra en 1066, modificó el almanaque a fin de que el Año Nuevo coincidiera con el día de su coronación, y enero primero, pero en el decursar de los siglos de la Edad Media,  los países de la Europa continental celebraron el 25 de marzo como día inicial del año.

En 1582,  cuando el papa Gregorio XIII reformó el Calendario Juliano,  y quitándole 10 días al mes de octubre,  por haberse adelantado otros tantos el equinoccio versal,  para restituirle el día 21 de marzo como se acordó en el Concilio Niceno, la Europa católica aceptó el primero de enero como día de Año Nuevo,  pero Inglaterra por su parte tardó nada menos que 171 años para ajustarse a este nuevo ordenamiento, haciéndolo por fin conjuntamente con sus colonias en tiempo de Jorge II.

Otros países y otras épocas ofrecen igualmente interesantísimas variaciones.  Los antiguos egipcios, los fenicios y los persas comenzaban el año el 21 de septiembre o sea en el equinoccio de otoño. Los griegos de la época de Solari, celebraba su Año Nuevo en el solsticio de invierno, y diciembre 21, pero alrededor del año 432 antes de Cristo, precisamente en los días de Pericles, cambiaron la festividad para el 21 de junio que coincide con el solsticio de verano. Los griegos modernos al igual que la iglesia ortodoxa rusa celebran su fiesta religiosa de Año Nuevo el 14 de enero que es el día primero de este mismo mes en el Calendario Gregoriano. Los armenios, sirios, coptos serbios montenegrinos, búlgaros y rumanos proceden de igual modo que los griegos de acuerdo con el almanaque juliano.

Por otra parte en la Roma antigua su divinidad de dos caras no adquirió significación como marca del paso de un año a otro hasta el 45 antes de nuestra era, al fijar Julio César el primero de enero como el día en que los romanos debían celebrar el nacimiento del año, a tenor de las reformas que introdujo en el calendario. Con anterioridad a este acontecimiento, el año nuevo romano comenzaba en el solsticio de invierno.

El año civil de los judíos comienza con la Fiesta de las Trompetas que tiene lugar en el mes de septiembre, pero tienen además un  Año Nuevo de carácter eclesiástico que se celebra el 21 de marzo o sea en el equinoccio invernal.  Fue esta fecha o la del 25 del mismo mes la que las naciones cristianas adoptaron en la Edad Media y la que Inglaterra demoró casi dos siglos en abandonar, después que lo hicieron las demás naciones europeas. 

Los chinos a su vez celebran el Año Nuevo durante la primera luna después que el sol entra en el acuario o sea entre el 21 de enero y el 19 de febrero. Los japoneses, en cambio, hace tiempo que desecharon su calendario adoptando el de los pueblos occidentales.

Ahora bien, aun cuando el día de Año Nuevo ha variado a través de las edades, las latitudes y las estaciones, la festividad nunca ha faltado, tomando claro está distintos aspectos a tono con las costumbres y la idiosincrasia de cada pueblo. Los persas la celebraban intercambiando regalos que consistían en huevos.

Las tribus teutónicas, (actualmente Alemania) aunque muy lejos de los romanos en lo que respecta a cultura, también celebraban la festividad intercambiándose regalos.

Al correr de los siglos los reyes ingleses desde la época de Enrique III hasta los tiempos en que fue decapitado Carlos I, hicieron suya la costumbre de los emperadores romanos, presionando a sus súbditos para que le hicieran regalos valiosos. El rey y la reina se hacían obsequios de importancia y en los días de Enrique VII este intercambio se convirtió en una brillante y complicada ceremonia. Su nieta, la reina Isabel, recibió con toda probabilidad los regalos más valiosos que se han hecho a los reyes ingleses en la festividad de Año Nuevo. En el curso de su largo reinado, le regalaron oro, joyas, caballos, muebles, barcos y hasta palacios en proporciones sorprendentes.

La ejecución de Carlos I, que tantos cambios originó en las costumbres inglesas, fue seguida por la abolición de la costumbre de los regalos al soberano. El puritano Oliverio Cromwell tan pronto tuvo en sus manos los destinos del país,  se pronunció contra la versión inglesa del strenae romano, que ni aún los estuardo de la restauración se atrevieron a revivir.

El strenae, a empero, y sobrevive todavía en las fiestas de Año Nuevo de los franceses que con frecuencia es llamada el día de strenaes o de los regalos. Los franceses se intercambian en esta ocasión regalos y visitas a la vez que tarjeta de felicitación que actualmente los pueblos cristianos constituyen un verdadero agobio de los departamentos de correo.

Para los escoceses la fiesta de Año Nuevo es más importante que la de Navidad. Las horas de la noche que preceden al cambio de año son llamadas hogmanay y en su decursar los niños envueltos en sábanas dobladas convenientemente para que formen muchos y muy grandes bolsillos, llegan a casa de sus amigos pidiendo el hogmanay,  que consiste en dulces,  chocolates y otras golosinas de pascuas.

Tanto la Navidad como el Año Nuevo reciben en Escocia el nombre popular de Días de Puertas Abiertas. Precisamente en el instante en que el reloj marca las doce de la noche se abren las puertas de todas las casas para despedir el Año Viejo y dar la bienvenida al Nuevo, costumbre que tiene cierta semejanza con la de algunos pueblos latinos que arrojan cubos de agua a la calle a esa misma hora, para que con el año que concluye , terminen también los infortunios.

Probablemente entre todas las festividades de Año Nuevo la más pintoresca es la de los chinos, y se prolonga durante varios días, decorándose las calles con flores y linterna de vivos colores organizándose animadas procesiones en las que dragones monumentales constituyen el motivo central. Al mismo tiempo se cambian visitas entre los parientes y amigos, se arreglan las diferencias familiares y se pagan las deudas atrasadas.

En los Estados Unidos a las muchas costumbres antiguas que sobreviven se han sumado otras en el curso de los años. Desde la época de los holandeses hasta mediado el siglo XIX el día Año Nuevo quedaba señalado por un intercambio de visitas que pudiéramos considerar universal. 

Sin embargo, lo mismo en Nueva York en todas las poblaciones del mundo, la llegada del Año Nuevo es celebrada con mayor entusiasmo cada vez, porque la festividad tiene la virtud de llamar en todos y cada uno las esperanza en un mañana mejor.

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