Hace tres meses salió a flote en Francia un espeluznante secreto que no lo era tanto. Soslayada por responsables políticos y militares franceses a la salida de la Segunda Guerra Mundial, pero grabada para siempre en la memoria de casi cien protagonistas ahora desaparecidos menos uno, la ejecución a sangre fría de 46 soldados alemanes y una chivata francesa ha salido a flote. Eran “cosas que pasaban”, socorrido simplismo que durante decenios invitaba a tornar las miradas en otras direcciones. Todo ocurrió el 12 de junio de 1944, y la matanza fue perpetrada por guerrilleros de la Resistencia que operaban en las estribaciones montañosas del centro del Hexágono francés.
La semana pasada comenzaron los sondeos de un perímetro indicado por el único sobreviviente de aquella acción, palabra que escojo para denominar un indiscutible crimen de guerra cometido en un momento en el cual esa noción era inexistente jurídicamente hablando. Utilizando georradares de tecnología avanzada, con el concurso precioso de media docena de perros de la policía científica, un equipo constituido por arqueólogos, antropólogos e historiadores acaban de entrar en materia, buscan los restos humanos afirmándose que a priori cuentan con elementos que autorizan un optimismo cierto.
Todo comenzó una tarde de finales del año 2019 terminándose una de esas reuniones que convocan los alcaldes para felicitar a sus correligionarios. A la hora de recoger copas y botellas vacías levantó la mano con un «tengo algo que decirles» Edmond Réveil, un veterano de la Resistencia antinazi para decir desde lo alto de sus 95 años de edad que su pelotón de combatientes había ejecutado a 47 prisioneros enemigos en los alrededores de allí de Meymac donde se encontraban. Días después su declaración había sido comunicada a las autoridades competentes y a los memorialistas de las asociaciones. Solo que cuando con toda certeza la maquinaria investigativa iba a ponerse en marcha, se desencadenó la pandemia de Covid-19, los confinamientos y el tutti quanti. Cuatro años más tarde y vivo aún el único testigo participante de aquello se está trabajando en el engorroso dossier.
Edmond, nacido en la misma región en 1925, tenía 19 años y llevaba dos alzado con los llamados Franco Tiradores (FTP) cuando sucedió lo que afirma pasó. La semana anterior al día fatídico había tenido lugar el Desembarco aliado en las playas normandas. Como es natural los alemanes se sentían más y más acorralados. Pocos entre las filas de la soldadesca que ocupaba Francia desde mayo de 1940 creían en las armas milagrosas que para inclinar a su favor la balanza bélica anunciaba Hitler desde Berlín. Los combatientes franceses clandestinos cumplían órdenes y presionaban donde podían para que la progresión ofensiva de americanos, ingleses y canadienses fuera menos difícil. Por el territorio de Correze reinaba desde principios de aquel año la demoniaca división SS-Das Reich que contaba en su haber un pasado de criminalidad y de derrotas que los hacía más implacables que otros componentes de las temibles Waffen-SS. De hecho, en 1943 había sido diezmada por los rusos en el frente ucraniano. Replegada a continuación a Francia la habían rehecho con jóvenes alsacianos alemánicos que remplazaron las bajas. Pero los mandamases siguieron siendo los mismos rabiosos comandantes que eran en su conjunto una eficaz tramoya hecha para aterrorizar y para matar.
Incómodos ahora ante la publicidad que ha tenido la divulgación del testimonio de Réveil algunos han querido contextualizar lo sucedido. En un radio de a lo sumo 25 kilómetros los de la Das Reich se habían distinguido durante los meses anteriores por las masacres que habían cometido: ahorcaron a 99 civiles inocentes escogidos al azar en Tulle y asesinaron a 643 hombres, mujeres y niños en Oradour-sur-Glane al día siguiente, incendiando a continuación el burgo. Hay que decir que haciendo cosas así ponían en práctica métodos similares a los que los habían «distinguido» en Ucrania 18 meses antes. También el día 10 mataron sin piedad y fríamente, a 47 jóvenes no beligerantes en Ussel. En un mapa puede apreciarse como los lugares donde tuvieron lugar tales desmanes mencionados más arriba «caben en un pañuelo».
Fue en Tulle que el grupo de Réveil al retirarse – en realidad la ciudad había sido «liberada» por ellos entre los días 6 y 7 pero los alemanes la reconquistaron 48 horas más tarde – cargó con los 47 que habían capturado al llegar y reducir el poblado. En su fuga hacia el monte los pastorearon cuatro días a lo largo de un repliegue de casi 70 kms. Llegó sin embargo el momento en el que se rindieron a una evidencia: ni podían soltarlos ni podían seguir sosteniéndolos como impedimenta a custodiar y a alimentar. Fue así que, a pesar de la renuencia de algunos, los guerrilleros previo sorteo les metieron un tiro en la nuca. El caso de la mujer fue el más difícil a concluir, pero la mataron también. Colmo de la crueldad los supliciados cavaron ellos mismos sus sepulturas respectivas, como en las novelas.
Cuando terminó la guerra en un sector del país donde de cada diez habitantes más de la mitad contaba con una víctima en su familia a nadie se le ocurrió divulgar este crimen bárbaro que pocos ignoraban entonces. Y lo anterior a pesar de que podía haberse argumentado que había sido el resultado de «desafortunadas circunstancias insuperables» para los guerrilleros. Actualmente están ayudando en la organización de la búsqueda de los restos dos entidades, la ONACVG que agrupa a los veteranos franceses y sus descendientes y la VDK que es la asociación alemana que tiene por misión encontrar en el mundo a todo soldado alemán desaparecido en guerras y conflictos en los que el país ha participado. Se afirma que aún a estas alturas los cuerpos de un millón de bajas alemanas no han sido ubicados, motivo por el cual existe interés en cuestiones así del otro lado del río Rín.
Cualquiera que sea el desenlace de esta inesperada circunstancia Edmond Réveil ni ha estado ni estará presente como testigo de esta operación. Se limitó a señalar el perímetro en el cual sugiere deben buscar. Y aprovechó para decir que con él no contaran para nada más porque su conciencia estaba tranquila habiendo descargado de sí el remordimiento refiriendo públicamente una vivencia que ha cargado cual pesado fardo todos estos años.
Resta esperar qué pasará en el bosquecillo de Meymac en los próximos días. Una ocasión más para comprobar qué es una guerra en momentos en que Rusia está provocando otra hecatombe humanitaria en Ucrania sin que grandes factores de la escena planetaria como China Comunista, India, Brasil y un importante bloque de países árabes y africanos aboguen por detenerla. Como si los sacrificios de las generaciones anteriores no hubiesen servido de lección.
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