Vivía en una pequeña colina un pastor, que salía cada día con sus ovejas al campo para que pastaran en libertad. Su casa no estaba muy lejos del poblado. Solo tenía que bajar la pequeña colina para llegar hasta él.
El pastor se aburría mucho mientras esperaba a que sus ovejas terminaran de comer. A veces se pasaba todo el día mirando las nubes. Hasta que un día se le ocurrió una genial idea para divertirse un rato: sabía que cerca de allí vivía un lobo. Al menos, había oído hablar de él. Así que decidió gastar una pequeña broma a sus vecinos.
El pastor mentiroso avisa de la llegada del lobo.
El pastor bajó corriendo la colina, al grito de:
– ¡Que viene el lobo! ¡Socorro! ¡Se come a mis ovejas!
Y el pastor, que disimulaba su mentira muy bien, despertó a todos sus vecinos, que salieron alarmados de sus casas:
– ¿El lobo, dices? ¿Dónde?
– En la colina… ¡va a comerse a mis ovejas! – insistió el pastor mentiroso.
– No te preocupes- dijo otro de los vecinos-. ¡Te ayudaremos!
Los vecinos del pastor se armaron de palos y subieron en grupo a la colina, pero al llegar solo vieron a las ovejas, plácidamente pastando, y se dieron cuenta de que el pastor les había engañado.
– ¡Ja,ja,ja!- reía el pastor- Perdonad, pero ha sido muy gracioso… Solo era una broma porque me estaba aburriendo mucho.
– ¿Una broma, dices? ¡No tiene ninguna gracia! ¡estábamos asustados! – dijo una de las aldeanas.
Los vecinos bajaron a sus casas muy disgustados, mientras el pastor seguía riendo.
El pastor volvió a intentar lo mismo el segundo día, y los vecinos, que pensaron que en esa ocasión sería verdad, volvieron a subir asustados la colina. ¡Menudo enfado al comprobar que de nuevo les habían tomado el pelo!
– ¡Eres un mentiroso, no te creeremos más! – dijo uno de los vecinos.
Dicho y hecho. Resulta que un día, el pastor descansaba junto a sus ovejas cuando, esta vez sí, vio aparecer al lobo.
– ¡El lobo! ¡El lobo! – gritó nervioso el pastor. Y bajó corriendo para pedir ayuda a sus vecinos-. ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!
Pero sus vecinos, pensaron que era una de sus mentiras y ni siquiera abrieron la puerta. Ninguno quería ayudar al pastor porque pensaban que estaba mintiendo.
El pastor, desesperado, subió de nuevo la colina, pero ya era tarde. El lobo se había comido buena parte del rebaño.
El pastor lloró desconsoladamente y pensó en que jamás volvería a mentir.
Moraleja:
“Nadie creerá a un mentiroso, aunque esté diciendo la verdad”
Reflexiones de la fábula ‘El pastor mentiroso’ para los niños
Esta fábula de Esopo tiene en realidad mucho que ofrecernos. Y curiosidades… como por ejemplo, que a raíz de esta fábula, comenzó a utilizarse la frase: ‘¡Que viene el lobo!’ para alertar de un peligro.
Por qué no nos conviene mentir: Fíjate lo que le pasó al pastor por mentir. ¡Perdió toda credibilidad! De esta forma, ya nadie confiaba en él, y aunque dijera una verdad, no le creían. Por eso es tan importante ser sincero. Si tiendes a decir mentiras, nadie creerá en ti, y será muy difícil deshacerte de esa ‘etiqueta’.
Las bromas solo lo son si el otro también se divierte: En realidad, el pastor no llevaba mala intención. Solo quería divertirse y gastar una broma a sus vecinos. Pero a sus vecinos no les parecía una broma ni mucho menos se divertían con ella. En ese momento, la broma deja de serlo y se convierte en una ‘molestia’.
El castigo de los mentirosos es la verdad: La verdad al final termina saliendo a la luz. Suele ser, sin duda, el gran castigo de los mentirosos: el triunfo de la verdad. En este caso, la verdad llegó en forma de peligro, y el pastor no pudo hacer nada porque nadie quería ayudarle. ¿Por qué? Porque no le creían. La mentira al final termina por pasar factura.
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