Regresando al resumen histórico del mal, es de saber que Mao Tse-tung no perdió tiempo ni se contuvo en exportar su revolución comunista-maoísta.
Pronto, quienes creyeron que China encontraría la ansiada paz tras el triunfo revolucionario de Mao en 1949, despertaron de su iluso sueño. Todas las naciones que han padecido o padecen de este “cáncer político” saben muy bien que con ellos no hay paz.
Una de sus refinadas y malévolas estrategias es “no dejar pensar”, no dar lugar a ninguna idea que no sea enfrentar la crisis diaria de racionamiento, escasez de todo tipo y constantes cambios. (Recordemos en Cuba la “Ley de Reforma Urbana”, la “Ley de Reforma Agraria”, la fundación de las “Milicias Populares”, los “Comités de Defensa de la Revolución”, la ley del “Cambio de Moneda”, los “Internacionalistas”, etc.) “Si no te metes con ellos, ellos acuden solitos a meterse contigo”. Jamás vivirás en paz. En la única paz que creen los comunistas, es en la paz de los sepulcros. Actúan igual en todos los países que toman. Es así que Mao comenzó desde el primer día hacia su próximo e inmediato objetivo: Corea.
Allí se había fundado, en 1948, la República Popular Democrática, estado comunista bajo la orden de un antiguo capitán del ejército de ocupación soviético en 1945, un coreano de 36 años llamado Kim Il-sun. Mao logró captarlo bajo su influencia. Kim, por supuesto, poseía también los mismos “atributos”.
Corea había quedado seccionada en Corea del Norte y Corea del Sur, a fines de la Segunda Guerra Mundial, por acuerdo entre la URSS y Estados Unidos. Pero una vez que ambos países abandonaron la península, los coreanos comunistas del norte cruzaron la frontera invadiendo el sur el 25 de junio de 1950, iniciándose, con dicha agresión, la guerra de Corea. (¡Lo mismo que ha sucedido en Ucrania!).
La sospecha apuntaba a las malévolas intenciones de la URSS de adueñarse de toda la península, ya que cuando inicialmente negoció con los Estados Unidos, al concluir la Guerra Mundial, (siempre actuando de mala fe y con ocultas intenciones) Stalin se mostró opuesto a su partición, apoyando un solo gobierno. Ante tal acción, Estados Unidos se vio obligado a acudir, junto a sus aliados de Naciones Unidas, en ayuda de la república de Corea del Sur a fin de expulsar a los invasores comunistas. Tras un avance fulminante, mucho más allá del paralelo 38, los coreanos del sur se encaminaban a la victoria. Entonces Mao sacó su garra oculta y amenazó con enviar miles de tropas chinas en asistencia de Corea del Norte.
El general Douglas McArthur, jefe supremo en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, no consideró que China Roja acudiría en ayuda de los comunistas coreanos de Kim Il-sun para intervenir en su guerra civil. Tristemente, se equivocó. ¿Cómo no iba a intervenir cuando fue precisamente el cerebro vesánico de Mao quien primero le apoyó? A China le sobraban millones de tropas, al igual que actualmente, y muy poco le importaba la muerte de algunos de esos millones (como tampoco le importaría hoy).
Así, en noviembre de 1950 cientos de miles de tropas del Ejército Popular de Liberación de China, —hordas comunistas comandadas por Mao Tse-tung y Zhou Enlai—, cruzaron el río Yalu, junto a la frontera, y penetraron a Corea del Norte en urgente ayuda a la casi derrotada nación.
Ante semejante oleaje humano el general McArthur junto a otros, solicitó del presidente Harry S. Truman la autorización para el uso del arma atómica. El Presidente Truman envió cuatro unidades al área del Pacífico, pero nunca firmó la orden final. Los Estados Unidos eran los únicos, todavía, que contaban con armas nucleares listas. Enfrentando esas y otras discrepancias, el general Douglas McArthur fue removido del comando supremo en abril de 1951. Los Estados Unidos y las fuerzas de las Naciones Unidas renunciaron así a la victoria total y la erradicación de Corea del Norte como nación. Los aliados aceptaron finalmente el límite del paralelo 38, y con ello se engendró el gran problema que tenemos hoy, no solamente con China y los herederos del maoísmo, sino con «su perrito rabioso», la familia irracional de Corea del Norte que, tras un cese al fuego concertado en julio de 1953, jamás ha firmado la paz con su vecino democrático de Corea del Sur, a quien invadió sin provocación alguna en 1950, con la aquiescencia de la URSS y el apoyo de Mao.
Posiblemente, ante su descalabro militar en Ucrania, la misma idea de congelar el conflicto, al estilo de Corea, quizá esté rondando el maquiavélico cerebro del gángster ruso para ganar tiempo y arremeter de nuevo en algunos años. Los comunistas —como siempre—, son ávidos, mal intencionados y traidores. Carecen de palabra honorable y no se respetan a sí mismos. Bajo la premisa de que “el fin justifica los medios”, se desnudan, descaradamente, de toda moral. El “Imperio del Mal” que con tanto acierto describió el gran Presidente norteamericano Ronald Reagan, sigue en plena vigencia con sus mismos protagonistas ansiosos por el dominio mundial: China Roja y Rusia.
Felipe Lorenzo
Hialeah, Fl.
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