EL LEGADO DE MAO. (II de Vi)

Written by Libre Online

9 de mayo de 2023

Aún antes, ya Mao había expresado destacadamente sus bajos instintos y su carácter sumamente déspota. La famosa «Revolución Cultural» instigada por él, su mujer y un reducido grupo de criminales, condujo a la muerte de muchos de sus propios seguidores dentro de las filas del maoísmo cuando su cerebro diabólico llegó a la conclusión de que numerosos sectores se habían acomodado demasiado después del triunfo de la revolución y se habían ablandado sucumbiendo a una vida cómoda.

Entonces, Mao Tse-tung auspició al grupo más radical y fanático de las juventudes maoístas, las célebres «Guardias Rojas» para lanzar su sangrienta revolución cultural en 1966. Comenzaron a aparecer docenas y docenas de cadáveres flotando en las aguas del Río Amarillo y el escándalo pronto se conoció en el mundo con fotos tomadas desde la ciudad de Hong Kong, cuando aún la misma era una colonia inglesa. 

Mao, el asesino sin escrúpulos que traicionó a Chiang Kai-chek, Presidente de China, miembro del partido nacionalista Kuomintang y cufiado del Dr. Sun Yat-sen, (primer Presidente de la República China, casado con Soon Ching-ling, la hermana de Soon Mei-ling, la esposa de Chiang) —a pesar del famoso brindis de la victoria entre él y Chiang en septiembre de 1945 al concluir la segunda guerra mundial—, se valió de su perfidia para ganar la guerra civil instigada por él en China, y expulsar a los nacionalistas que se vieron obligados a refugiarse en la isla de Taiwán, del otro lado del estrecho de Formosa. 

Todo había cambiado desde la reunión de El Cairo en 1943 entre Chiang Kai-chek, Roosevelt y Churchill cuando parecía que el futuro gobierno chino estaría de nuevo en manos del Kuomintang. 

Pero ya Chiang no sería el presidente de una China que tomaría un rumbo totalmente diferente. Y el célebre embargo de 1946 a las armas norteamericanas contribuyó marcadamente al mayor debilitamiento de los nacionalistas.

No dispondrían de miles de tanques para aplastar a los comunistas, como habían planeado.

Así, en enero de 1949 cayó Pekín (Beijing), y las hordas rojas entraron a la ciudad. El mundo libre, aún embriagado por la victoria sobre las fuerzas del eje, no podía imaginar la magnitud del desastre del que fue parcialmente responsable, y cuyas consecuencias se harían sentir por décadas y décadas, hasta nuestros días. Por su parte, una vez en control del poder absoluto, Mao se envileció mucho más con el transcurso del tiempo.

(Y ese gángster chino fue el sicario que inocentemente estrechó la mano de Richard Nixon en 1972, con el fingido rostro de un anciano noble. ¡Qué desgracia!)

Finalmente, el primero de marzo de 1950, aceptó de nuevo la presidencia el Generalísimo Chiang Kai-chek, líder incorruptible y traicionado, pero esta vez en la isla de Formosa (Taiwán), en lo que es hoy la República China de Taiwán, también conocida como China Nacionalista. Entonces, el mundo libre y los Estados Unidos se sintieron responsables del desastre que ellos mismos propiciaron.

Los sucesores de Mao en la actual China Roja, sin una sola neurona de principios democráticos o civiles, poseen los mismos «atributos» que ya hemos descrito, y, por lo tanto, son vengativos al extremo. Intentarán a toda costa completar su interrumpida victoria de 1949 y aplastar de una definitiva vez al Kuomintang, sin importar que su fundador original fuera el venerable Dr. Sun Yat-sen. 

Setenta y tres años más tarde, se esgrimen hoy otras variadas excusas para justificar ese fin, entre ellas las discrepancias con el Partido Progresivo Democrático actualmente en el gobierno de Taiwán, y su presidenta Tsai Ing-wen. Pero ello es simplemente una cortina de humo con intención de encubrir la realidad histórica, borrar para siempre la imagen de Chiang Kai-chek, sus fotos y estatuas en los centros públicos de Taiwán, y consumar al fin su victoria, vengando también la famosa y aplastante derrota sufrida en Shanghai muchísimos años antes.

Los comunistas siempre han sido fanáticos de la propaganda, y por lo tanto toman muy en serio los simbolismos. Unen pasado, presente y futuro en un solo tiempo. La verdad, la única verdad, es que estos perversos jamás claudican, y jamás perdonan. Ellos representan un mal que hay que cercenar de raíz, sin compasión alguna.

¡Los chinos libres lo saben! ¡Los cubanos lo saben! ¡Los venezolanos lo saben! ¡Los ucranianos lo saben!

Felipe Lorenzo

Hialeah, Fl.

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