El huevo, un elemento tan sencillo y, a la vez, tan sofisticado. No en vano se le ha considerado símbolo de vida y, como tal, ha formado parte esencial de las tradiciones, tanto paganas como religiosas. En época de Pascua luce especialmente, con variaciones según el territorio, triunfando entre los niños los realizados con chocolate. Pero, ¿qué sabemos sobre el origen de estas exquisitas elaboraciones?
Por CARMEN JIMÉNEZ
Algunas tradiciones que parecen provenir de las celebraciones norteamericanas, hunden sus raíces, si se las rastrea bien, en la noche de los tiempos. Eso sucede con la tradición de Halloween, que proviene de los territorios celtas europeos, como Gal-icia en España, las Gal-ias (actual Francia), Gal-es o Irlanda. Los migrantes de este último lugar fueron los que llevaron su tradición a los Estados Unidos.
Algo similar ocurre con el huevo de pascua de chocolate que se regala a los niños el último domingo de Semana Santa o en el Easter Day norteamericano. Su origen se remonta a las culturas precristianas, de la vieja Europa, que tenían la tradición de celebrar el solsticio de primavera como una época de renovación de la vida. Cuando ya habían terminado los duros meses del frío invierno, de horas de poca luz, de escasez de alimentos, de enfermedades y la vida volvía renovada con el agua del deshielo, el calor, las flores y la abundancia de alimentos.
Precisamente el huevo simboliza la fertilidad, la vida y la renovación, y ese magnífico alimento tenía su época de mayor abundancia durante la primavera. La tradición cristiana incorporó su particular versión de aquella fiesta pagana, con la celebración de la Semana Santa, prohibiendo el huevo en el tiempo de cuaresma, para después disfrutarlo, como símbolo de vuelta a la vida de Jesús, el domingo de resurrección.
La decoración de los huevos de Pascua y su máxima expresión en las joyas Fabergé.
La decoración del huevo de Pascua también guarda su propia historia. Cinco milenios antes de Jesucristo, ya se regalaban en la lejana China huevos teñidos de rojo en el solsticio de primavera como símbolo de amistad y asociado a una vida longeva y feliz.
Una tradición que fue adoptada por los habitantes del antiguo Egipto y por los persas, hasta llegar a los países eslavos del este de Europa, que trazando en el delicado óvalo, puntos o líneas con lápices de cera y sumergiéndolos en colorantes, lo convertían en una auténtica obra de arte.
Tradición que alcanzó su máxima expresión, cuando el prestigioso joyero ruso Peter Carl Fabergé, realizó sus famosas joyas en forma de huevo de incalculable valor, a petición del zar Alejandro III, como regalo a su mujer en Pascua. La pátina pintada fue relegada por una creación con láminas de platino que guardaba en su interior una joya de oro. Una tradición que terminó con la Revolución rusa, pero que dio lugar a más de 50 huevos joya, con ornamentaciones exquisitas. Algunos de ellos se encuentran en el Kremlin, otros están perdidos y otros fueron llevados posteriormente a subasta, cotizándose en millones de dólares.
La tradición
europea que llegó a América
La tradición europea de los huevos de Pascua fue evolucionando a lo largo de los siglos e incorporando matices. Si en su origen medieval, los huevos se recubrían con una fina capa de cera para su conservación, después llegaría la decoración para acabar vaciándolos y reconvirtiendo su interior en delicioso chocolate.
Podemos considerar que fue a finales del siglo XIX, de la mano del empresario británico Joseph Fray, cuando nacieron los modernos huevos de Pascua, realizados íntegramente con chocolate. Por su parte los colonos europeos que llegaron a América a partir del siglo XVIII incorporaron la tradición que fue evolucionando hasta convertirse en el Easter Day, una imprescindible fiesta anual de juegos, huevos decorados en familia, y numerosos eventos, a los que se fueron sumando novedades, como el famoso conejo de Pascua -también asociado al rito de la fertilidad, pues es un animal que se reproduce con asombrosa facilidad-.
Es curioso comprobar cómo tradiciones como ésta, acaban arraigando en otros territorios y enriqueciéndola, por otro lado, con elementos propios. Es el caso de México, que incorpora el dulce manjar profusamente decorado el domingo de Pascua, añadiendo a la tradición huevos rellenos de confeti que se convierten en bendición una vez estrellados en la cabeza de los demás.
El mejor huevo de Pascua del mundo
¿Cuál sería el considerado Mejor huevo de Pascua del mundo? Sin duda, muchas posibilidades recaerían en una deseable colaboración intercontinental. Ya que si unimos el genio del ganador del último World Chocolate Master, el español Lluc Crusellas, elegido así por los chefs más reconocidos del mundo en la última edición de los premios y ponemos en sus manos el recién proclamado Mejor Cacao del planeta, galardón obtenido por Colombia, en los prestigiosos Cacao Of Excellence Awards, celebrados en Ámsterdam este mismo año, el resultado sería rotundo.
En cualquier caso, no duden en disfrutar de este manjar, en la modalidad que prefieran. Si optan por un Fabergé, queden atentos a alguna subasta en Sotheby’s, eso sí, preparen el bolsillo. Estas preciadas joyas han llegado a adjudicarse por más de 10 millones de euros.
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