Estábamos sentados a la mesa en un restaurante con un grupo de amigos, cuando un corpulento señor de una mesa cercana a la nuestra estornudó de forma tan violenta que nos regó nuestros platos con sus secreciones nasales. El problema es que los estornudos se producen en serie, y este individuo, en lugar de apartarse o salir del local, continuó con una hilera interminable de ruidosos y humectantes estornudos.
Se suscitó, pues, una conversación sobre el tema. Alguien dijo que era una mala educación de muchos norteamericanos (creo que aludir a esta única nacionalidad es un tanto discriminatorio) la costumbre de sonarse en público la nariz después de haber comido. Eso, en efecto, puede evitarse, pero en cuanto a los estornudos, una de sus características es que son inevitables. Es más, a veces, cuando se nos frustra el proceso de un estornudo nos sentimos insatisfechos.
El Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas (Salvat Editores, S.A.) nos ofrece la siguiente definición: “un estornudo es un acto reflejo convulsivo de expulsión de aire desde los pulmones a través de la nariz y la boca. Por lo común es provocado por partículas extrañas que provocan la irritación de la mucosa nasal. De hecho, el estornudo es un mecanismo de defensa del aparato respiratorio”.
En La Biblia (II Reyes 4:35) se habla de un milagro del profeta Eliseo, el que devolvió la vida a un niño recién muerto. Cuenta el texto bíblico que “el niño estornudó siete veces y abrió los ojos”. El número siete conlleva, en las Sagradas Escrituras, el sentido de perfección, y el hecho de estornudar es la expulsión del aire interno, lo que en este caso se utiliza como símbolo de echar fuera la enfermedad. En Job 41:18 se hace referencia a un probable monstruo marino, del que se afirma entre otras cosas, que “sus estornudos dan destellos de luz”, una expresión para aludir al concepto de fuerza y poderío.
Por medio de un estornudo, increíblemente, el aire sale disparado por la boca a la extraordinaria velocidad de más de 120 kilómetros por hora, abarcando un área de más de seis metros cuadrados. Son inevitables debido a que se producen por estímulos exteriores que no podemos controlar. Hay casos en que son provocados por problemas alérgicos relacionados con los perfumes, el polen, el polvo, la pimienta, los productos químicos o cualquier otra sustancia imaginable. Algunas personas estornudan como reacción a una luz brillante directa, como la del sol, y en el caso de los restaurantes debido al aroma de los alimentos o a los ingredientes con los que están cocinados. Un dato interesante es que, según las tradiciones populares, resulta imposible estornudar manteniendo los ojos abiertos.
El libro de récords Guinness cita el caso de un hombre que estuvo estornudando a intervalos por tres años consecutivos. Tenía que aprovechar a la carrera los espacios disponibles para beber agua y comer algo ligero, y menciona también Guinness el hecho de estornudos que han provocado la muerte. Hay casos en que las infecciones virales que se manifiestan por medio de la gripe o resfriados se contagian a otras personas saludables a través de los estornudos, de aquí la costumbre de decir “salud”, o en inglés “God bless you”, a la persona que estornuda frente a nosotros. Separarnos de ellas es razonable, criticarlas o juzgarlas como imprudentes o mal educadas es injusto porque son víctimas de actos irreprimibles.
Sobre el estornudo se han ido formando a través de los años sorprendentes supersticiones. Nos hemos dado a la tarea de recopilar algunas de ellas, y empezamos mencionando que los egipcios y los griegos creían que el estornudo era una advertencia de los dioses a personas que participaban de actos punibles.
Algunos creen que estornudar al levantarse de la cama o al terminar una comida es señal de que vamos a sufrir un inesperado quebranto en nuestra salud. Otros afirman que la criaturita que estornuda al nacer va a ser feliz y genial. Los supersticiosos están seguros de que virar la cara hacia la izquierda para estornudar es un presagio de mala suerte, virarla a la derecha es anuncio de que seremos favorecidos por la buena suerte.
Cuando alguien estornudaba los griegos exclamaban “¡vivid!”, o “¡que Júpiter te ayude!”. En la edad media la gente creía que el alma se escapaba del cuerpo por medio de un estornudo, y si el diablo andaba cerca se robaba el alma. De aquí el deseo de bendiciones para el que estornuda. Una creencia popular entre personas de poca cultura es la de que si nos apretamos la nariz para evitar un estornudo se nos explotan los oídos o se nos salen los ojos. Otros hasta creen que se pueden romper los pulmones. La cierto es que no es tan calvo que se le vean los sesos, pero ciertamente la sabiduría popular suele tener sentido. Lo mejor que podemos hacer cuando estornudamos es cubrirnos la boca y la nariz con un pañuelo o una servilleta o voltear a cabeza hacia donde no haya nadie. Los que se cubren con las manos el rostro deben lavárselas de inmediato antes de tocar objetos o personas, especialmente niños.
Hace tiempo leí en algún sitio esta interpretación del acto de estornudar: “Un estornudo pide un deseo. Dos estornudos, un beso te darán. Tres estornudos, te decepcionarán. Cuatro estornudos, una carta recibirás. Cinco estornudos, un regalo te harán. Seis estornudos, de viaje te irás. Más de seis, la muerte estáٞ dándote vueltas”.
A veces el estornudo es material para temas humorísticos. El compilador Ralph L. Woods disfrutaba contando que “en Ohio había una familia de individuos tan vagos que eran necesarios dos de sus miembros para estornudar: uno echaba la cabeza hacia atrás y el otro producía el ruido”. Y otro de sus chistes era el de decir que “tenía un amigo que era tan narizón que cuando estornudaba, la gente, a cien metros, creía que estaba lloviendo”.
La palabra estornudar proviene del latín sternutare, y se trata de un vocablo onomatopéyico, es decir que se crea como una imitación del sonido que se hace al estornudar.
En inglés el término “sneeze” es una onomatopeya que se basa en el sonido del estornudo femenino.
Debiéramos terminar diciendo que a pesar de que existen numerosos mitos acerca del estornudo, lo único cierto es que el mismo se trata simplemente de un reflejo natural sin mayores consecuencias. Sin embargo, a menudo puede ser un síntoma gripal o viral que nos avisa, un poco sonoramente, que debemos ir al médico. Cuando estornudamos no se nos detiene el corazón como se creía en la antigüedad. Si somos capaces de hacerlo, y nos interesa, podemos mantener los ojos abiertos sin peligro de que se nos dañen. La vieja teoría de que una mujer recién embarazada puede detener el embarazo con un estornudo que le haga expulsar líquidos de la parte íntima de su cuerpo, no pasa de ser un absurdo mito.
Lo que nos corresponde es ser conscientes para con las personas que nos rodean cuando sentimos el irresistible impulso de estornudar. Las normas de cortesía que debemos mantener son tan evidentes que no vale la pena citarlas.
A veces un estornudo es el principio de una grata conversación que pudiere desembocar en una gran amistad, ya que cualquier persona que nos quede cerca exclamaría “¡Jesús!, y nosotros al darle las gracias podemos empezar a platicar, como se diría en México.
Para muchos es un placer estornudar. Sentimos un alivio que nos deleita, se nos limpian los conductos nasales, se ensanchan los pulmones, se afilan las cuerdas vocales, se ejercita el diafragma y se exhala un suspiro gratificador.
Así que si estornuda, después de haber leído hasta aquí, permítame que le diga que “Dios le bendiga”.
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