Capítulo XIII
Por J. A. Albertini, especial para LIBRE
Candelaria, la última en salir, cierra la puerta tras de sí. En la sala, de buen humor, enfrenta a los reunidos y exige.
-¡Enciendan ese radio! Pongan música que tenemos que celebrar hasta que salga el sol.
-¡A beber aguardiente que el Creador nos quiere felices! -Aquilino prorrumpe desde un rincón de la pieza.
-¡Loca estoy por meterle diente al chilindrón! -Liduvina exagera.
-Pues a comer se ha dicho -Tiburcio remata.
La radio esparce la voz de Rolando Laserie, popularmente conocido como: “El guapachoso del ritmo”.
“… y a misa de medianoche
a la Pastora me fuera…”
Interpreta una Guaracha con su característico estilo caribeño.
Se desata la alegría. Todos, al unísono, hablan y ríen. Vasos de licor y platos rebosantes de comida circulan de mano en mano.
Un serio Generoso aproxima los labios al oído de Román y murmura.
-Tengo que hablar contigo. Han pasado cosas extrañas.
-También yo contigo -el zapatero responde en el mismo tono-. El secreto que guardo es demasiado peso para mí solo.
Si lo comparto con alguien de confianza, espero que las entidades superiores no se ofendan.
-Vamos al patio. Allí podremos conversar sin tanto corre corre ni empuja empuja -el sepulturero sugiere y mira con frialdad a los festejantes.
-¡Eh ¿Y ustedes a dónde van…? -Candelaria, juguetona, les cierra el paso -¿No piensan comer chilindrón?
-Al patio; a compartir sin tanta bulla -Generoso suena áspero.
-¿Pasa algo con la niña…? -Candelaria se alarma.
-¡Nada mujer! -el enterrador suaviza la voz-. Ya te dije que aquí adentro hay mucho ruido y nosotros, después de tanto susto, queremos tomarnos un aguardiente con tranquilidad. Sírvenos un par de vasos.
-¿Y no piensan comer…?
-Más tarde -Román contesta y sonríe.
Candelaria escancia el licor y ambos salen al patio. La ventana de la cocina los persigue con un tímido ojo de luz.
Un viento oscuro y esponjoso se ondula en el follaje del mamoncillo. En la rama baila la cabeza del chivo y las moscas arrecian la voracidad sonora.
El enterrador paladea el aguardiente y espontáneo piensa en el balido agónico del chivo.
-¿Qué quieres decirme? -el zapatero concreta.
Generoso carraspea, lanza la mirada contra la noche, y dice.
-El fantasma de Susanita estuvo en el paritorio. En la cama se confundía con Juana y parecía que también iba a parir. La cosa metía miedo… y eso no es bueno.
-No me sorprende -Román acota.
-¿Viste el fantasma?
-No, no lo vi, pero mis seres tutores me hablaron mientras rezaba para que el parto saliera bien. Ellos dijeron que Inmaculada nacería muerta porque el alma que le dio vida no quería encarnar.
-¿Por qué no quería…?
-Porque es un alma superior que ya no necesita pasar por el purgatorio de la tierra.
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