El entierro del enterrador

Written by José A. Albertini

18 de febrero de 2025

Capítulo XIII

Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

Candelaria, la última en salir, cierra la puerta tras de sí. En la sala, de buen humor, enfrenta a los reunidos y exige.

-¡Enciendan ese radio! Pongan música que tenemos que celebrar hasta que salga el sol.

-¡A beber aguardiente que el Creador nos quiere felices! -Aquilino prorrumpe desde un rincón de la pieza.

-¡Loca estoy por meterle diente al chilindrón! -Liduvina exagera.

-Pues a comer se ha dicho -Tiburcio remata. 

La radio esparce la voz de Rolando Laserie, popularmente conocido como: “El guapachoso del ritmo”.

                  “… y a misa de medianoche 

                  a la Pastora me fuera…”

Interpreta una Guaracha con su característico estilo caribeño.

Se desata la alegría. Todos, al unísono, hablan y ríen. Vasos de licor y platos rebosantes de comida circulan de mano en mano.

Un serio Generoso aproxima los labios al oído de Román y murmura.

-Tengo que hablar contigo. Han pasado cosas extrañas. 

-También yo contigo -el zapatero responde en el mismo tono-. El secreto que guardo es demasiado peso para mí solo.

Si lo comparto con alguien de confianza, espero que las entidades superiores no se ofendan.

-Vamos al patio. Allí podremos conversar sin tanto corre corre ni empuja empuja -el sepulturero sugiere y mira con frialdad a los festejantes.

-¡Eh ¿Y ustedes a dónde van…? -Candelaria, juguetona, les cierra el paso -¿No piensan comer chilindrón?

-Al patio; a compartir sin tanta bulla -Generoso suena áspero.

-¿Pasa algo con la niña…? -Candelaria se alarma.

-¡Nada mujer! -el enterrador suaviza la voz-. Ya te dije que aquí adentro hay mucho ruido y nosotros, después de tanto susto, queremos tomarnos un aguardiente con tranquilidad. Sírvenos un par de vasos.

-¿Y no piensan comer…?

-Más tarde -Román contesta y sonríe.

Candelaria escancia el licor y ambos salen al patio. La ventana de la cocina los persigue con un tímido ojo de luz.

Un viento oscuro y esponjoso se ondula en el follaje del mamoncillo. En la rama baila la cabeza del chivo y las moscas arrecian la voracidad sonora.

El enterrador paladea el aguardiente y espontáneo piensa en el balido agónico del chivo.

-¿Qué quieres decirme? -el zapatero concreta.

Generoso carraspea, lanza la mirada contra la noche, y dice.

-El fantasma de Susanita estuvo en el paritorio. En la cama se confundía con Juana y parecía que también iba a parir. La cosa metía miedo… y eso no es bueno.

-No me sorprende -Román acota.

-¿Viste el fantasma?

-No, no lo vi, pero mis seres tutores me hablaron mientras rezaba para que el parto saliera bien. Ellos dijeron que Inmaculada nacería muerta porque el alma que le dio vida no quería encarnar.

-¿Por qué no quería…?

-Porque es un alma superior que ya no necesita pasar por el purgatorio de la tierra.

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