El entierro del enterrador

Written by Libre Online

12 de noviembre de 2024

Capítulo XI

Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

El sudor perla el rostro de Felipito y la ropa se le pega al cuerpo. Permanece taciturno y hosco. Una y otra vez lanza el pico y hiende la tierra compacta y negra.

Generoso lo mira de reojo. Se lleva un cigarrillo a los labios y con la punta de la lengua moja el extremo. Lo prende, aspira y saborea el humo.

-Te has pasado la mañana callado y tiras el pico como si dentro del hueco hubiera un nido de arañas peludas.

-Es que me tienen muy jodido -responde jadeante y suelta la herramienta.

-¿Problemas con tu mujer…?

Felipito se quita el sombrero. Con el antebrazo izquierdo limpia el sudor de la frente y comenta evasivo. -Suerte que la mañana está fresca.

Picado por la respuesta el enterrador se muestra sarcástico.

-No tienes que decirme qué te pasa. Pero por lo menos haz bien el trabajo.

-¡Para ti todo lo que hago es una mierda! ¡Me tienes cansado! -encauza el mal humor.

-Es verdad que nunca has hecho una fosa decente. Las tuyas parecen pozos de agua -Generoso proclama.

-¡No me encabrones más de lo que estoy! -exige.

-¡Te tranquilizas o te parto la cabeza de un palazo! -el sepulturero amenaza y escarrancha los ojos.

-Es que me tienen muy jodido -apesadumbrado repite en un susurro.

-De no ser tu mujer… ¿Quién o quiénes son los que te tienen jodido? -ahora el tono es afable. 

-Primero quiero un trago. -¡Tan temprano!

-No es fácil hablar. El asunto me da pena. Generoso reflexiona y dice.

-Allá, en el panteón de los Pérez Morales, dentro de la jardinera grande, hay una botella con un poco de ron. Hace unos días, Aquilino la dejó olvidada.

Felipito con los labios apretados y la vista baja, camina el espacio que lo separa del panteón. Introduce la diestra en la jardinera y atrapa la botella. Con los dientes retira el corcho y bebe ansioso. Sobre la frente, inclina el ala del sombrero y regresa despacio.

-Y bien… ¿Qué es lo que está pasando? -el enterrador insiste.

Felipito se encasqueta, aún más, el sombrero. La sombra del ala no contiene el rubor del rostro y conturbado confiesa.

-Cada vez que Juana sale a la calle hay gente que se mete con ella.

-¿Quiénes son…? ¿Qué le dicen…? -Generoso requiere, aunque presume de que se trata.

-Nadie da la cara. Son hijos de putas que se esconden y gritan cuando ella pasa -Felipito calla. A duras penas prosigue-. Le dicen Juana Regimiento y la invitan a putear con ellos. Ayer un muchachón se le atravesó en el camino y le propuso dinero.

-¿Y tú qué has hecho?

-Para evitar problemas, ella no me había contado nada. Pero ayer ya no aguantó más. Cuando lo supe agarré un machete, me paré en medio de la calle y me cagué en la estampa de los que están jodiendo. Ni un solo desmadrado dio la cara.

-¿Te dijo ella quién fue el que le ofreció dinero?

-No… no me lo dijo.

-¿Le preguntaste?

-Estaba tan encabronado que no lo hice.

Disgustado, Generoso menea la cabeza y lo reprende.

-Aunque ya no babeas tu cerebro sigue siendo el de una hormiga. ¿Cómo carajo no averiguaste por el tipo?

-A lo mejor no lo conoce -busca una disculpa.

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