y los tres amores de Darío
Por Héctor Darío Pastora
Rubén Darío, testimonio de amor y desafío ante los prejucios sociales de la mujer en la España del Siglo XIX y de su época, convirtió a una humilde campesina y analfabeta, es una gran dama, de dignidad e historia a “La Princesa Paca”, hoy inmortalizada en la literatura y la televisión.
En el memorable Día Internacional de la Mujer 8 de Marzo, hay una mina inagotable en la vida y la literatura de Rubén Darío, del Príncipe de las letras Castellanas, en su genial y dramática vida, pero muy sensible, al capítulo de las “musas de carne y hueso” y las platónicas de sus líricas, de sus aventuras cosmopolitas, pero en especial sus tres amores esenciales.
Su primera esposa, la escritora Rafaelita Contreras de Darío, Stella, 1890, año de su matrimonio, murió en San Salvador, 26 de enero de 1893; Madre de su primogénito Rubén Darío Contreras. “Lirio divino, lirio de las Anunciaciones”.
Su segunda esposa: Rosario Emelina Murillo, “La Garza Morena”, matrimonio novelesco un 8 de marzo de 1893, en Managua, Nicaragua. Efímera unión conyugal de pocos meses, que reviven en los últimos meses de la vida del Poeta, después de 22 años en 1915.
Deseo ante todo destacar la dimensión revolucionaria del Bardo, con respecto al desafío de la elección que hizo de convertir a una humilde mujer española, analfabeta y campesina, Francisca Sánchez del Pozo en su tercer amor el de mayor convivencia (1899-1914) “Lazarillo de Dios en mi camino” su esposa frustrada.
Recobra vigencia recurrir a la lectura de la novela, La Princesa Paca, (así la llamó Amado Nervo) escrita por su nieta la periodista Rosa Villacastín y Manuel Franciso Reina y llevada a la Televisión española, para valorar en su profundidad humana, moral y ética, la decisión de Rubén Darío de elegir a la humilde campesina como compañera de su vida, en la España del siglo XIX, donde “imperaba una sociedad muy conservadora y enclaustrada”.
Finalmente triunfó el amor ante las circunstacias adversas. Las lágrimas suelen brotar ante la narrativa de amor y ternura de los encuentros de la mujer humilde de Navalsauz, que Darío llevaría poco después a su residencia de Madrid y posteriormente a París, Francia.
Podemos decir que Rubén Darío, el Padre del Modernismo Literario hispanoamericano y Padre de la Patria, es uno de los paladines de la defensa y dignidad de la mujer, así lo testimonió con su “Lazarillo de Dios en mi sendero, Francisca Sánchez, acompáñame”, durante 15 años. Mujer emblemática de la superación social e intelectual, tuvo como maestro a su Darío, a Valle Inclán y a Amado Nervo y fue admirada por los mejores amigos del Bardo. siendo ya Ministro Plenipontenciario, es decir Embajador de España, y como cónsul de Nicaragua y periodista en París, endulzó su hoja de “Laurel” y le dio tres hijos, sobrevivió unicamente Rubén Darío Sánchez, (Guicho) nacido en París.
El poeta rindió culto a la mujer en verso y prosa, en las páginas del arte, expresa “La delicadeza del corazón de la mujer encuentra en todas partes material de deleite íntimo y fruición espiritual refinada”.
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