Desde el momento en que un niño nace, no solo comienza a conocer el mundo, también empieza a construir algo muy importante: su mundo emocional. En los primeros años de vida se forma la base de lo que será su manera de relacionarse con los demás, de expresar lo que siente y de enfrentarse a los desafíos de la vida.
Mediante este proceso los niños aprenden a identificar, expresar y manejar sus emociones, al mismo tiempo que desarrollan habilidades sociales como la empatía, la cooperación y la comunicación. Todo esto no se aprende con libros, sino a través de las experiencias del día a día, especialmente en las relaciones con los adultos que los rodean.
El desarrollo emocional es tan importante como aprender a leer o sumar. Los niños que logran comprender y comunicar sus emociones suelen tener relaciones más sanas, presentan menos problemas de conducta y obtienen mejores resultados en la escuela. Además, estas competencias les serán útiles a lo largo de toda su vida.
Milagros Ramos
Miami, Fl.
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