Por José “Chamby” Campos
Cuantas extraordinarias hazañas se pueden contar sobre los peloteros cubanos en Las Grandes Ligas.
Como olvidar las 27 victorias de Adolfo Luque con Los Rojos de Cincinnati que lo cementaron como uno de los mejores lanzadores de la época. La calidad de Orestes Miñoso que lo llevó a ser el primer jugador de la raza negra no nacido en EE.UU. y también ser el primer seleccionado a un Juego De Estrellas. Zoilo Versalles convirtiéndose en el primer latinoamericano en ganarse el “Jugador Más Valioso” del año. Tony Oliva ganándose el trofeo del “Novato Del Año” siendo el primero también. El premio “Cy Young” de Miguel Cuéllar. Los 40 jonrones y 40 bases robadas en la misma temporada. En fin, que hemos tenido y se siguen añadiendo otros a ese carnaval de triunfos.
Pero hoy quiero contarles sobre un caso curioso de otro compatriota que llega al punto de ser risible. Entre los cerca de 375 big leaguers cubanos o descendientes de cubanos, este señor es poseedor de una situación única en el mejor béisbol del mundo.
Nació el 15 de noviembre del 1915 en La Habana, fruto del matrimonio de Ángel Aragón con Francisca Reyes. Para ese tiempo su padre, ya había hecho su entrada en La Gran Carpa con el equipo de Los Yanquis de Nueva York como tercera base. Primero de cuatro hijos fue nombrado Ángel, al igual que su papá. Marchó hacia los EE.UU. cuando apenas era un pequeño niño.
Estudió y creció en la ciudad de Nueva York y como todo muchacho de esa era, el béisbol fue su pasión, más hay que sumar el detalle de que su padre fue pelotero en el nivel más alto del deporte dentro de la franquicia más famosa de la ciudad.
En algún momento fue apodado “Jack”, sobrenombre muy común para los tiempos y es así como fue reconocido el resto de su vida.
Jugó profesionalmente en varios equipos a través de las ligas menores desde la clase A hasta la AAA. Cátcher de 5 pies 10 pulgadas. En la temporada de 1941 firmó con Los Gigantes de Nueva York como cátcher de práctica, una posición que ya no existe hoy en día pero que en el pasado se usaba para ver como los bateadores reaccionaban al pitcheo vivo.
Su momento de gloria llegó el viernes 13 de agosto de 1941. Ese día se celebró una doble jornada entre Los Gigantes de Nueva York y Los Bravos de Boston. Su presencia fue requerida en el último de los encuentros y su actuación fue extremadamente breve.
En el noveno episodio Los Gigantes perdían tres carreras a una con dos outs, cuando el futuro miembro del Salón De La Fama Gabby Hartnett conectó un sencillo. Seguidamente Jack fue llamado para sustituirlo en la base como corredor. El bateador a continuación, Morrie Arnovich, fue dominado por el lanzador Art Johnson quien se adjudicó la victoria.
Con esa actuación Aragón entró en los anales del béisbol como un corredor emergente que participó en solamente un encuentro. Sin embargo, su breve paso por Las Grandes Ligas es todavía más efímero. Sin oportunidad de robarse una base o avanzar de alguna manera a través de un Wild Pitch, Pass Ball, o Error; su labor se limitó básicamente a haberse parado encima de la primera almohadilla.
Su pasión y persistencia por el deporte lo mantuvo largo tiempo activo. Durante 4 temporadas participó en La Champion de Cuba con el Habana, el Cienfuegos y el Marianao donde jugó para Luque y Merito Acosta.
También dirigió equipos profesionales e incluso llegó a ser gerente general.
El 4 de abril de 1988 en la ciudad floridana de Clearwater falleció el pelotero que no bateó, no correó y no ejerció defensivamente en ningún partido, pero llegó a Las Grandes Ligas.
Descanse En Paz Ángel “Jack” Aragón.
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