EL CONGRESO CATÓLICO NACIONAL DE NOVIEMBRE DE 1959

Written by Alvaro J. Alvarez

18 de junio de 2024

Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE

Monseñor Enrique Pérez Serantes el 3 de enero de 1959, dijo: “Queremos y esperamos una República netamente democrática, en la que todos los ciudadanos puedan disfrutar a plenitud la riqueza de los derechos humanos; una República en la que, sin nivelar a todos los hombres totalmente, porque esto es imposible, se sientan todos tratados con dignidad, propia del ser humano”. 

Luego en la Carta Pastoral del 13 de febrero 1959, Pérez Serantes trataba el asunto de la enseñanza privada: “Quisiéramos se nos dijera a quienes estorba o perjudica que los niños adquieran conocimientos religiosos captando ya desde la más temprana edad los principios de la más alta filosofía de la vida, asimilando paulatinamente las severas y rígidas normas de la moral cristiana, la que hace caballeros a los hombres y pudorosas a las mujeres, la que sirve para que el hombre no necesite de la fuerza armada para el recto uso de su libertad”.

Desde un principio, en enero de 1959, Fidel Castro comenzó a aplicar leyes que chocaban con los principios religiosos de la iglesia cubana. 

Hubo tres eventos que tenemos que mencionar: El primero ocurrió el 13 de enero de 1959 cuando el Ministro de Educación hizo aprobar la Ley 11, la cual invalidaba los diplomas otorgados por las universidades privadas que habían continuado en servicio durante la guerra contra Batista, afectando a la Universidad Católica de Villanueva. El gesto fue contestado por el claustro de profesores de dicha universidad y por algunos prelados cubanos, quienes se valieron de encíclicas y cartas circulares, siendo el más destacado en dicha respuesta, el arzobispo de Santiago de Cuba monseñor Pérez Serantes, el mismo que cuando Fidel estaba huyendo después del ataque al Moncada en julio de 1953, le pidió al coronel Alberto del Río Chaviano, le permitiera acompañarlo para de esa forma estar cerca para proteger a Castro, sin saber que Batista le había ordenado al coronel protegerlo.

Un segundo evento fue cuando los obispos cubanos intervinieron a causa de las ejecuciones de militares y civiles que habían servido y apoyado a la dictadura de Batista, para garantizarles el derecho de una verdadera justicia, porque los procesos judiciales carecían de ética, convertidos en espectáculos públicos.

El 29 de enero de 1959, el arzobispo Pérez Serantes hizo leer en las iglesias de su arquidiócesis una carta circular donde abordaba la cuestión de los fusilamientos. 

El tercer momento llegó finalizando 1959 cuando la Iglesia Católica reaccionó frente al evidente viraje de la revolución cubana hacia la izquierda marxista. 

Y así continuaron emitiéndose Cartas en las que se trataban temas preocupantes como las injurias y difamaciones a la Iglesia, la detención de algunos sacerdotes, la campaña antirreligiosa nacional, la clausura de los programas católicos de radio y televisión. Se publicaron circulares o cartas pastorales, definiendo la posición de la Iglesia Católica Cubana.  

La ACU (Agrupación Católica Universitaria) proporcionó un enorme apoyo a concientizar la necesidad de justicia social con el folleto ¿Para qué Reforma Agraria? Basado en una investigación realizada en 1957 por Oscar Echevarría, Melchor Gastón y René de la Huerta. Se editaron y agotaron millares de ejemplares.

La totalidad de la comunidad eclesiástica no apoyaba todos los cambios, pero sí formaba parte de la inmensa mayoría del pueblo cubano que anhelaba la regeneración social y política de la Isla.

Nunca la Iglesia había asumido con tanta vitalidad el momento histórico que se vivía, sus juicios críticos eran reclamados tanto por la sociedad que reconocía prestigio a la Iglesia, como por el gobierno que parecía interesado en su apoyo moral.

Ante aquel panorama tan preocupante, comprendió el Episcopado cubano que no había más camino que acudir a Nuestro Señor y a su Madre, la Virgen de la Caridad del Cobre. Se decidió entonces planificar un Congreso para pedir la gracia sobre el pueblo cubano. El slogan o la consigna escogida fue: “Toda Cuba a sus pies” aludiendo a la Madre de los cubanos, la Caridad del Cobre.

Este primer y único Congreso Católico Nacional se llevó a cabo hace 64 años y medio. La idea surgió de la mente de Antonio Fernández Nuevo, el presidente de la Juventud de Acción Católica en ese momento y logró organizar tamaño acontecimiento en solamente 3 meses.

Se estableció una comisión que tuvo a su cargo la publicación de un boletín, la promoción de reuniones de estudios en las parroquias, y la redacción del Credo Social Católico.

La Comisión de Transporte fue obra de los Caballeros de Colón. La Acción Católica fue la responsable de las finanzas.

Como parte de las actividades, en el Hotel Habana Hilton se hizo una exposición con ropa y utensilios para el hogar donados para las familias más necesitadas de Cuba. La consigna lanzada fue “Cada católico una pieza de ropa”, organizada por la Federación de Maestras Católicas y que logró su objetivo recogiendo 32,600 piezas.

Después vino “Un peso para el Congreso” que fue la campaña popular que puso en el pecho de millares de cubanos el emblema de la Virgen de la Caridad, que era símbolo de adhesión y cariño, y dio la oportunidad a todos los católicos de Cuba de contribuir económicamente. También hubo una venta de bonos que hizo posible mayores aportaciones para poder sufragar los enormes gastos del evento. De un extremo a otro de la Isla se trabajó con un solo propósito: hacer del Congreso una realidad y un éxito.

Entre los dirigentes de la Acción Católica que serían protagonistas esos días en los diferentes actos estuvieron: Julio Morales Gómez, Esperanza López, Antonio Fernández Nuevo, América Penichet, Marta Díaz Hernández, Beatriz Echegoyen, Finita Rodríguez Bandujo, Ramón Casas y muchísimos otros. Todos ellos eran dignos testigos del Evangelio que luchaban por transmitir el mensaje cristiano con su labor y con el ejemplo de sus vidas. Ellos, juntos con el clero, fueron los planificadores del Congreso.

Desde el sábado 21 de noviembre a las 9 de la noche y bajo una llovizna, había salido del Santuario de la Virgen de La Caridad, en El Cobre la antorcha encendida con la llama que permanece al lado de la imagen de la Virgen y el primero que la portó fue Emilio Roca, quien dio inicio con todas las campanas al vuelo anunciando: “el fuego del ideal que ardía en el corazón de todos los cubanos por el amor a Dios y a La Patria”.

Ese ideal fue encendiendo los corazones de todos los cubanos a medida que iba pasando de mano en mano de los miles de maratonistas, muy bien organizados, que la llevaron por todos los pueblos de la Carretera Central, incluyendo a Cienfuegos. 

La organización estaba determinada por cada Diócesis Católica Provincial, por tanto, al llegar al límite de Oriente con Camagüey, los maratonistas que continuaron eran camagüeyanos.

El miércoles 25 ya había recorrido 425 kilómetros cuando llegó a Ciego de Ávila y allí estábamos miles en ambas aceras de la carretera viéndola pasar de mano de nuestros coterráneos que se turnaban como si fuera una carrera de relevos, todavía les quedaban 443 kilómetros para llegar a su destino, el sábado 28 en La Plaza Cívica.

Cuando en mi casa nos enteramos decidimos mi tía, mi hermana y yo (tenía16 años) irnos a La Habana desde nuestro pueblo Ciego de Ávila para participar junto a decenas de avileños agrupados bajo la dirección del Dr. Edmundo Yrigoyen, entre los que recuerdo participaron estaban algunos ya fallecidos como: José Carlos y Carlos Manuel Fernández, José Antonio Madrigal Estrada y Jorge Poveda. Otros que quizás recuerden aquellos días como: Toñiquín Sánchez, Pedro Enrique Prado, Mario Trevilla, Argelio Moya, Dagoberto Alvarez, Rolando López Delgado y Rosa María Fernández.

Desde el viernes 27 de noviembre empezaron a llegar a La Habana miles de fieles de toda la Isla y la mayoría pudo hospedarse en Colegios, Iglesias, Conventos y hogares católicos.

El sábado por la tarde empezamos a reunirnos en los lugares previamente asignados a cada diócesis, los de Ciego de Ávila nos tocó la cuadra de Reina entre Rayo y San Nicolás, lo único que no se pudo, fue impedir la lluvia que nos empapó a todos durante varias horas, pero nuestra fe y determinación era tan grande que decíamos: “Es Agua Bendita”.

Las antorchas se hicieron con más de 30,000 palos de escoba recogidos por más de 300 jóvenes católicos responsables del orden logrado en todos los actos del Congreso. 

A las 4 de la tarde del sábado 28 aterrizó en Rancho Boyeros el avión que trajo desde El Cobre la imagen de la Virgen de la Caridad. La comitiva que la custodiaba estaba presidida por Monseñor Enrique Pérez Serantes y fueron directamente hasta La Catedral.

A las 7 de la noche llegó a la Virgen del Camino la antorcha y un poco después de las 8 el último maratonista entregaba al presidente nacional de la Juventud Masculina de la Acción Católica la antorcha quien procedió a colocarla en un trípode frente a la estatua de José Martí en el Parque Central y entonces comenzaron a encenderse más de 1,000 antorchas que partieron hacia la Plaza Cívica.

En La Catedral la imagen de La Virgen fue colocada dentro de una urna de cristal y partió en una carroza para desfilar por la Avenida del Puerto hasta Prado, Reina, Carlos III y Boyeros.

Por la lluvia y el pueblo en las calles para verla de cerca, su recorrido se demoró mucho más de lo planeado.

Recuerdo ya atardeciendo seguía lloviznando y llegó un vendedor con “sombreritos tipos pachanga” y algunos los compramos. Cuando llegué a casa de mi familia ya casi amaneciendo el domingo 29 al quitarme la ropa me vine a dar cuenta que estaba todo pintado de amarillo, era la pintura del sombrerito.

Nosotros desde los portales y aceras de Reina veíamos pasar a multitudes, pero obedientes a nuestro líder Yrigoyen nos manteníamos esperando la orden de arrancada, que era después de pasar la Virgen. 

Sería como las 11 de la noche cuando pasó a nuestro lado la carroza de la Virgen que venía lentamente por toda Reina para continuar por Carlos III, era el momento de nosotros incorporarnos a la marcha y cuando miré hacia atrás no había nadie, o sea nosotros íbamos cerrando el enorme desfile y por esa razón nos tuvimos que quedar frente a la Estación Terminal de Ómnibus, en la Calzada de Rancho Boyeros y 19 de Mayo, pero gracias a los altoparlantes pudimos oír toda la ceremonia. 

Yo creo muchos no obedecieron esperar el paso de la Virgen para ir detrás y se fueron para la Plaza antes y por eso nosotros nos quedamos tan lejos.

La llegada de la Virgen resultó un momento de gran emoción. Era la devoción popular de estudiantes, religiosas, trabajadores, sacerdotes, del pueblo en general, junto a miles de banderas cubanas, estandartes de asociaciones y cofradías. Muchos arrodillados pedían la confesión, otros rezaban el rosario y los grupos parroquiales formaban un tumulto que recibía a la Caridad del Cobre agitando sus pañuelos en señal de bienvenida y cariño.

Todavía recuerdo aquellos gritos constantes: Caridad, Caridad, Caridad, la misa comenzó pasada la medianoche.

Entre las personas sentadas muy cerca del altar estaba Lina Ruz González, con un periódico sobre su cabeza para protegerse de la lluvia.

Los organizadores del Congreso habían invitado al presidente-monigote Dorticós, pero el Jefe de Todo, no podía dejar de sabotear tan magno espectáculo, estoy seguro jamás él pensó ese acto iba a estar tan bien organizado y con una presencia de más de Un Millón de cubanos empapados, cansados pero, No Obligados y contentos de estar junto a su patrona y poder rezarle por Cuba. Quizás todo esto le sirvió para que un poco después expulsara a todos los religiosos de Cuba. 

La Coral de la Acción Católica bajo la dirección de Marta Fernández Morell, había estado ensayado para los cantos de la misa y demás actividades que se llevarían a cabo.

En el estrado ondeaban las banderas de Cuba y del Vaticano. Allí estaban la jerarquía eclesiástica, el clero, las comunidades religiosas, el cuerpo diplomático, las autoridades del gobierno revolucionario y la representación de la prensa nacional y extranjera. Una vez colocada la Virgen en su lugar de honor, comenzó la Santa Misa oficiada por Monseñor Enrique Pérez Serantes, quien agradeció emocionado la firmeza y sacrificio del pueblo.

Los micrófonos y altavoces llevaron después a toda la Isla las palabras de Monseñor Evelio Díaz en su ofrenda de homenaje a la patrona de Cuba.

Fue una demostración de fervor, respeto y amor y al concluir, a las cuatro de la madrugada, se oyó el mensaje que desde Roma enviaba Su Santidad, el Papa Juan XXIII y que era transmitido por radio y televisión:

“Amadísimos cubanos, os habla vuestro padre de Roma y en cada una de nuestras palabras deseamos poner una nota de afecto particular, para colmar vuestros corazones del amor a Cristo hasta que se derrame sobre vuestros prójimos.

Bien conocemos el programa de los actos grandiosos de estos días. Sabemos que habéis preparado estas solemnidades con especiales obras de caridad. Hemos visto que un ideal de unión y coordinación imperan en vuestro primer Congreso Católico Nacional y en la Asamblea General de Apostolado Católico. Todo esto nos embarga de sincera alegría. Graves acontecimientos, no muy distantes todavía os han movido a congregaros al pie del altar para reforzar vuestra unión en la fe, la esperanza y la caridad.

La faz del mundo podría cambiarse si reinara la verdadera caridad. Si el odio ha dado frutos amargos de muerte, habrá que encender de nuevo el amor cristiano, que es el único que puede limar tantas asperezas, superar tan tremendos peligros y endulzar tantos sufrimientos. 

Como queremos en estos momentos poner a Cuba entera a los pies de su amada Patrona, ¡María Santísima de la Caridad del Cobre!, para que reine su amor en el alma de cada cubano, para que bendiga sus hogares, ¡para que brillen sin nubes días de paz y tranquilidad sobre esa querida Isla!

Segundo día del Congreso 

La segunda actividad programada fue la asamblea del domingo 29 en la mañana, en el estadio de La Tropical. Allí se reunieron a más 15,000 personas. Hubo discursos sobre justicia social, fraternidad humana y se nombraron los nuevos presidentes de la Acción Católica. Se sentaron principios, se aclararon dudas y se ratificaron posturas.

Se oyó el discurso de Clara Lucas Azcona, sobre la relación de la Caridad y la Fraternidad Humana: “Grabemos en la retina de nuestros ojos y en el músculo de nuestro corazón, el impresionante espectáculo de anoche…en la Plaza…que se ve iluminada por un nuevo Pentecostés en las conciencias, que fortalecerá las voluntades y caldeará los corazones en la caridad de Cristo”.

José Ignacio Lasaga habló sobre la caridad y la justicia social, y la realidad del comunismo a pocos años de las represalias de 1956 en Hungría y Polonia: 

“Queremos pues, que toda Cuba oiga bien claramente en este día, y sepa para siempre que, si la Iglesia en todas partes se opone a las ideologías de tipo comunista, no es por defender privilegios injustos, sino por mantener la dignidad del hombre, de todo hombre, y por tanto la dignidad del estudiante y la del campesino, y la del obrero, frente a la explotación inhumana que tiene lugar en los estados totalitarios”.

Y la multitud coreó al unísono: Comunismo ¡NO! Comunismo ¡NO! Aunque no sería hasta abril de 1961 en que Castro se declaró comunista de la revolución. El temor de los obispos, desafortunadamente, llegaría a convertirse en una realidad.

Y por eso se ha reunido en este grandioso Congreso, para decirle al mundo que ya hemos escogido: que tenemos Padre. Que tenemos Madre. Que queremos amor, que queremos Patria; que no queremos a los que arrancando a Dios siembran la desunión y el odio, sino que queremos a Dios, y con Dios ser hermanos, y con Dios la justicia y la caridad.

Luego Mateo Jover se dirigió al público con el tema La caridad y el amor a la Patria:

“Para un cristiano el amor a la patria ha de ser un sentimiento vivo, presente y actuante que se manifiesta en la vida diaria. El amor a la Patria encarna en la virtud del patriotismo. Virtud esencialmente cristiana. Quien se dice católico y no cumple sus deberes para con la patria, no solo es mal ciudadano, también es mal cristiano”.

Monseñor Alberto Martin Villaverde, obispo de Matanzas, finalizó el acto con su alocución, El Congreso en Defensa de la Caridad: 

“Este Congreso, que debió haberse llamado Congreso Católico en defensa de la caridad, era necesario porque hoy como nunca se pretende arrancar del hombre hasta la idea de Dios, y sin Dios se quita la única razón del verdadero amor entre los hombres. Si nos arrancan a Dios del corazón, si nos dicen que no tenemos un Padre común de la humanidad, si nos dicen que no tenemos Padre, entonces no somos hermanos; entonces somos extraños unos para los otros, entonces el hombre está frente al hombre en la lucha por la vida”. 

La Despedida

Mientras esto ocurría en el estadio La Tropical, en la Plaza Cívica se seguía venerando la imagen de la Patrona de Cuba que era visitada por su pueblo desde la noche anterior.

“Mons. Pérez Serantes no se separó de la imagen ni un minuto”. La multitud se agolpaba cerca de la Madre de Dios. “Todos querían llegar a la imagen para venerarla, llevarle flores, agradecerle un favor, pedirle una gracia especial, cumplir una promesa”.

La Virgen estaba contenta pues había recibido un gran homenaje de su pueblo, pero llegaba la hora de la despedida.

La salida estaba programada para las 2 de la tarde, pero no pudo ser pues la Plaza Cívica se seguía llenando del fervoroso público y se retrasaba la salida. 

Por fin se pudo emprender el camino hacia el aeropuerto José Martí y el pueblo a pie iba detrás de ella acompañándola. Cuatro horas demoró el viaje y la Virgen por fin regresó en avión a su casa en El Cobre.

El Congreso Católico Nacional había llegado a su fin y había sido todo un éxito. Se había cumplido la consigna: ¡Toda Cuba a sus pies! Los cubanos regresaban a sus hogares contentos, esperanzados y optimistas. Pero era necesario pedirle a la Virgen que los siguiera acompañando y guiando. Se avecinaban sucesos imprevisibles.

Después del Congreso Nacional Católico 

La Carta Pastoral del Arzobispado de Santiago de Cuba, Monseñor Enrique Pérez Serantes del 24 de diciembre de 1959. 

“La rotunda y sorprendente afirmación de fe católica, dada por el pueblo de Cuba en la memorable noche del 28 al 29 de Noviembre en la Plaza Cívica de La Habana, insuficiente para dar cabida a la inmensa muchedumbre que, desafiando la inclemencia del tiempo en aquella tempestuosa noche, estuvo durante seis largas horas desfilando en columnas cerradas desde la Punta hasta aquel lugar, nos ha dado varias lecciones, algunas de las cuales vamos a recoger consignándolas aquí, convencidos de la importancia de conservarlas en la memoria y de darle la debida vigencia”.

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