EL  COMIENZO  DEL FUTURO

Written by Rev. Martin Añorga

5 de noviembre de 2024

Hemos celebrado las elecciones presidenciales del año 2024 con una impresionante participación pública. Hemos visto, por supuesto, competencias por los espacios. y diseminadas discusiones sobre el resultado de los números finales; pero en términos generales prevalece la tranquilidad y el orden. En este tipo de celebraciones suele notarse un justificado sentimiento de ansiedad e inquietud que genera emociones y conflictos que le injertan al evento un interesante colorido.

Aceptar una derrota no es fácil. El que pierde está propenso a la hostilidad, la protesta y la inconformidad, en tanto que el que gana se siente eufórico, satisfecho y ruidosamente feliz. Esta confrontación entre unos y otros suele ser explosiva y riesgosa y ante esta realidad debemos estar expectantes y preparados, a sabiendas de que el control de las emociones es un reto al que  todos debiéramos adherimos.

La palabra emoción proviene del latín emovere, que significa remover, agitar o excitar. Las emociones suelen ser sentimientos policromados. Los hay de paz y de guerra, amor y odio, de respeto y admiración, y también de repulsa, desdén y violencia, sin que falten los que expresan alborotosa euforia. Los sicólogos asocian el concepto de emoción a ciertos estados mentales que desencadenan diferentes comportamientos. Otros adjudican a las emociones una vinculación con el corazón, el órgano esencial que sostiene la vida, y las consideran  como un canal de felicidad que exalta nuestras mejores cualidades.

La política es un espacio apropiado para desencadenar las emociones. Mi primera llamada telefónica de hoy fue de una persona muy susceptible ante los hechos que le disgustan y que me confesó que se pelearía con Dios sino no salía electo el presidente por el cual había votado. Le respondí diciéndole que no debía echarle la culpa a Dios, que no había depositado su voto en ninguna parte. Con sonriente suavidad le expresé que en su caso no había culpables porque no hubo culpas. Los que hemos depositado nuestro voto lo hicimos con el positivo deseo de felicitarnos por el acierto. Es de esperarse que la sonrisa de triunfo le corresponda a la persona que se sienta triunfadora. Debemos sentirnos seguros  de que la democracia continuará fortaleciendo nuestras decisiones, asegurándonos  que el futuro es siempre nuestra esperanza de victorias. 

Con sumo gusto he preparado cinco suscitas ideas que podrían ayudarnos a asimilar conscientes y pacíficamente nuestros sentimientos de haber cumplido con las leyes que nos han propiciado disfrutar de satisfacción emocional ante los resultados electorales que no esperábamos, o que deseábamos expectantes. Debiéramos ajustarnos a una posición de equilibrio. Anticipar nuestra convicción de que hemos escogido a un candidato que merece nuestra confianza es una positiva actitud que nos satisface, sin que apartemos de nuestra mente la realidad de que no siempre las cosas suceden como hubiéramos esperado. 

Siempre, entre dos, habrá uno que se adjudique la bandera del vencedor, y es a esa persona a la que encomendamos el buen éxito en el desempeño de sus funciones. Insistimos en que si lo que queríamos es lo mejor para el país, la opción es orar porque las personas a quienes corresponda cumplir con ese objetivo tengan la capacidad de trabajar por el  bien de todos.  

No queremos para Estados Unidos golpes de estado, rebeliones populares ni enemistades entre los que nos cobijamos bajo la bandera de las cincuenta tradicionales estrellas. Todos, aunque seamos justificadamente diferentes, somos hermanos, y como tales debemos nuestra gratitud a Dios. En segundo lugar, aceptemos la realidad de que nuestra vida continuará en su rumbo habitual en el país en el que vivimos, aceptando sus métodos y leyes. 

Ciertamente las elecciones no se celebran para cambiar nuestras reglas ni para sustentar antagónicos sistemas de gobierno. Las elecciones se llevan a cabo para decidir quienes asumirán la responsabilidad de dirigir la nación sin trastornar sus históricos objetivos. Los que no hayamos acertado en las elecciones, no tenemos otra alternativa que aceptar a los que obtuvieron el triunfo. Mantengamos la libertad de criticar y de disentir, pero al mismo tiempo sumemos nuestros esfuerzos para contribuir al desarrollo positivo de la nación.

Hay una opción que tristemente no observamos con regularidad  y desde nuestro punto de vista es esencial. Nos referimos y lo hacemos reverentement a la práctica de la oración. En la epístola bíblica de Santiago, llamado a sí mismo, “esclavo de Dios” leemos estas palabras “¿alguno de ustedes está pasando por dificultades? Que ore. ¿Alguno está feliz? Que cante alabanzas”. Dios está a cargo del mundo, las cosas pasajeras de La Tierra están en sus manos. Los que se sientan defraudados no deben abstenerse de pensar en mejores días que se gestan en el vientre de futuro y para esto es sustancial confiar en los designios divinos. Charles de Gaulle dijo en cierta ocasión que “el fin de la esperanza es el comenzó de la muerte”.

Algo que nos ayuda a superar los malos momentos es la seguridad de que habrá momentos mejores. En Estados Unidos tenemos elecciones parciales cada dos años y elecciones generales cada cuatro años. Siempre se nos presentarán oportunidades de superar nuestras insatisfacciones, o conquistar nuestros soñados triunfos. Con esta realidad hemos de entender que no hay nada permanente y que siempre tendremos la opción del cambio. No pretendemos exponer juicios definitivos, lo que queremos enfatizar es que la vida es movimiento, actividad, conquista y fortaleza. Si pierdo, aspiro a ganar, y si gano debo aceptar que las victorias no son eternas.

El quinto comentario tiene que ver con la unidad nacional. En Estados Unidos nos amparamos bajo el manto protector de la democracia. No creo que haya en el mundo otro sitio en el que los ciudadanos puedan referirse, sin correr riesgos, a los gobernantes en los términos en que aquí lo hacemos. Nuestro derecho a diferir de los que ocupan posiciones públicas de gobierno es un derecho sagrado, ahora bien lo que creo es que la impunidad que llega a los extremos de desplegar el odio, la injuria, la enemistad y la violencia debe evitarse para el beneficio de todos. Recientemente leí en una revista estas palabras: “aprende a controlar tus emociones, esfuérzate en ser feliz para que otros te respeten y te sigan”. 

En lugar de hacernos víctimas de nuestras emociones, luchemos por colocarlas a nuestro servicio. Hay momentos en que abrazamos el turbio deseo de una venganza, y nos vemos obligados a sufrir una continuada ansiedad llena de morbosidad. Ese tipo de emoción es dañina y peligrosa. Si nos asedia ha llegado el momento de solicitar ayuda profesional; pero existen emociones menos insidiosas que pretendemos ignorar sin darnos cuenta de que se apoderan de nuestra voluntad convirtiéndonos en sus víctimas.  

Todos los días leemos en la prensa los ataques perversos a personas de relieve público y nos asombramos de la penosa lista de asaltos que suceden bajo la presión de macabras emociones. ¿Tenemos el control de nuestras emociones? Evidentemente en la mayoría de los casos no. Lo hemos comprobado en las numerosas marchas de protesta en las que la conducta individual se convierte en agresiva y desenfrenada. La autoridad policiaca se desconoce y la provocan abiertamente personas que en otros escenarios serían respetuosas y pacíficas. 

Habrá quienes digan que las confusas situaciones políticas provocan el desenfreno de nuestras emociones, por lo que creemos que es necesario que se equipen moral y profesionalmente a las autoridades para que provean seminarios en los que se expongan los riesgo de una conducta emocional desviada y peligrosa.

Terminamos aludiendo a las presentaciones de anuncios políticos. Nos satisface el hecho de que estén al desaparecer de las pantallas de nuestros televisores puesto que hasta hoy han abundado con arrogancia y exageraciones que interrumpen la normalidad a la que estamos acostumbrados. Son, tristemente, fuente de distorsiones  de nuestras emociones. De las mismas debemos defendernos con un necesario sentimiento de protección.

¡Cuidemos nuestras emociones y sintámonos fuertes, libres y felices!

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