Por OSCAR F. ORTIZ
Por un instante, Mirta se quedó observándolo fijamente mientras su cerebro procesaba a toda máquina toda aquella información que le estaba entregando el agente del Departamento América del DGI cubano, su antiguo colega: Emilio Furias.
Una vez más se percató de lo privilegiada que era su situación, trabajando entre los «bolos» y los cubanos, porque lo que no sabían unos del enemigo lo sabían los otros. Por eso podría decirse que, desde su posición en el juego, la espía cubana podía cubrir todas las bases.
─Guau, qué interesante… ─Exclamó sin alzar mucho la voz─. ¿Y a qué se dedica ahora?
─Operaciones; hay rumores de que se ha convertido en un asesino de los que no matan, un director de «tareas sucias», aunque nadie sabe qué nuevo grupo comanda ni en qué se emplea exactamente. Pero en lo que sí todos concuerdan es que el tipo es un estratega formidable y siempre opera en la sombra con un conciso corro de combatientes selectos.
─Por Diosss… ¿Tienes su nombre?
─De hecho, sí, lo tengo. Se llama Marlon Berkowitz, el coronel Marlon Berkowitz.
─¿Y el gorila?
─Nombre de pila Leo, su apellido es Balmaseda. Nacido en Nueva York de padres borinqueños. Es un investigador privado con licencia para ejercer en el estado de Nueva York. Se cree que posee un pasado turbio, conexiones con la mafia italiana y la irlandesa, ya sabes. Frecuenta los pubs de Hell’s Kitchen.
─Me llama la atención que se conozcan de antaño. ¿Crees que todavía exista entre ellos un vínculo militar?
Emilio se encogió de hombros: ─No tengo la menor idea, muñeca, pero si averiguas algo, háznoslo saber.
─Seguro, lo haré de inmediato.
─Y ahora dime, nena, ¿estás satisfecha? Si así es, me gustaría que cumplieras ya tu parte del trato.
Esto que aquí narro ocurrió el mismo día de mi llegada a Nueva York, por lo tanto, al visitar yo al agente Lando en su apartamento de Jackson Heights esa misma noche, siguiendo las órdenes del coronel, a mí también me ficharon.
Para ser franco, nunca me sentí muy cómodo con la idea de reunirme con Leo en su propia madriguera, pero también pensé que, si a él lo estaban vigilando y nos pillaban juntos en cualquiera otra parte, el resultado acabaría siendo el mismo, ¿no? Tal vez presentarme de forma tan ingenua en su morada los desconcertara un poco…
Me equivoqué.
Y fue conferenciando con Leo que me enteré de que Yuri Pavenko tenía programada otra recogida en el puerto dentro de un par de días. La acción se efectuaría en el Muelle 16 del Puerto de Manhattan, a las tres horas de la madrugada.
*Por error de emplane se saltó del capítulo 25 al 27 la semana pasada, publicándose hoy el 26 para no descompletar el orden, debiendo aparecer el 28 la próxima semana. Gracias por entenderlo.
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