CAP. XIX DE XXXII. Por Oscar F. Ortiz
Mientras tanto, en el barrio latino de Jackson Heights, Mirta y el ruso se besaban fogosamente en el apartamento de ella. Estaban sentados en el canapé de la sala y Pavenko ya se hallaba en el absorbente proceso de desnudarla.
─¡Huy, cómo estás hoy! ─Dijo la espía cubana, apartándose un poco.
─No puedo aguantar más, morena chula… ¡Me muero por hacerlo contigo! ─Farfulló él.
Haciendo un esfuerzo para sacárselo de encima, Mirta se incorporó y se alisó el vestido que ya el ruso le había retrepado hasta las caderas. Después caminó hacia el mueble/bar.
─Te complaceré, grandote ─le aseguró─. Pero necesito un trago fuerte antes. ¿Una copa?
Pavenko suspiró profundamente y suprimió los deseos que sentía de correrle detrás, tirarla al piso y penetrarla allí mismo.
─Está bien, un vodka tónico; si tienes vodka.
─Tengo. Enseguida lo preparo ─dijo Mirta, sonrió y comenzó a trastear en el mueble/bar─. A propósito, ¿quién era el hombre que estaba contigo en la discoteca?
El ruso la miró extrañado. ─¿Qué hombre? ─inquirió.
─El gorila con quien charlabas cuando llegué…, me desnudó con la mirada.
─Ah, ya sé, te refieres a Leo ─dijo y sonrió─. ¿Por qué lo preguntas, te interesa?
─¿¿Te has vuelto loco?? Ese tipo me dio miedo, tenía un aspecto morboso y simiesco. ¿Quién es?
─Bah, no te preocupes por él, sólo se trata de un detective privado sin escrúpulos. No tiene nada que ver contigo.
Mirta asintió con la cabeza y regresó al sofá con dos tragos. Se acomodó al lado del ruso y le entregó la bebida. La respuesta de Pavenko la preocupó…, siempre sospechaba de la gente que «no nada tenía que ver con ella».
─Bebe ─dijo, alzando su bebida para brindar─. ¡Salud!
Después de chocar las copas, Pavenko manifestó: ─¡Por una larga noche de placer!
Bebieron y dejaron los recipientes vacíos a un lado. Pavenko sacó una bolsita con cocaí́na y se dio par de pases, ella la rechazó, después él la abrazó y ella, muy a su pesar, Mirta se vio obligada a hacer mucho más que «dejarse querer»… Había recibido órdenes de Moscú y debía explotar la debilidad que el Yuri sentía por ella. Le desabrochó el pantalón y después de acariciar sus partes pudendas con las manos, prosiguió a otros juegos más atrevidos con bien contenido asco.
Lo que ocurría es que Mirta era lesbiana, y su intención era desfogar al ruso con los labios sin llegar a la penetración vaginal, pero en medio de aquella batalla que perdería junto con sus ropas, la espía cubana no pudo reprimir un pensamiento:
«Conque un detective privado… Mm.»
***
Casi una hora después, una vez que el saboteador del «Colmillo atómico» saciara los antojos de su cuerpo, ambos se hallaban tendidos desnudos sobre la alfombra, junto al sofá, agotados, cuando Yuri la sorprendió con una pregunta inesperada:
─¿Por qué, Mirta?
─¿Por qué, qué? ─Inquirió ella volteándose a mirarlo a los ojos.
─¿Por qué lo has hecho? ¿Crees que no soy consciente de cuáles son tus preferencias sexuales? He leído tu hoja de servicios, baby. ¿Por qué me has complacido, Mirta? ¿Estás metida en algún lío gordo con el Directorio y necesitas mi apoyo?
Mirta no contestó de momento, la pregunta del Yuri la había tomado por sorpresa, pero reprimió echarle en cara que el que estaba «metido en un lío gordo» con el Directorio era él; ¿sospecharía acaso que intentaban controlarlo a través de su cuerpo? ¿Se enojaría con ella por eso?
─Perceptivo, ¿no? ¿Por qué no me lo preguntaste antes de acostarnos? Así me habrías ahorrado este mal rato que he pasado…
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