Tras el éxito de El maestro del Prado, el escritor Javier Sierra vuelve a sumergirnos en El Plan Maestro, en una nueva historia de misterio con la que reflexionar sobre la función del arte a lo largo de la historia, así como esos enigmas ocultos que poseen algunas de las obras más célebres: «Las pinturas son puertas o membranas que permiten una exploración más allá de lo visible», nos adelanta el escritor español más vendido en EEUU.
Por Amalia González Manjavacas
El periodista y escritor, Javier Sierra (Teruel, 1971), vuelve a unir misterio, arte, realidad y ficción en otra de sus reveladoras aventuras literarias dedicadas al estudio de lo que el arte esconde, esa “otra” manera de observar las obras como ya hiciera hace doce años en El Maestro del Prado (2013).
En El Plan Maestro (Planeta, 2025), Sierra extiende su particular visión de ver el arte -que él llama “segunda visión”-, con la que se entra en otra dimensión, del Prado a obras de otros grandes museos del mundo.
Retomando aquel universo, como ya hiciera en el Museo del Prado, pinacoteca que conoce como la palma de su mano, nos transporta a otros museos del mundo – el Louvre, la Galería de los Uffizi, la Casa Azul de Frida Kahlo en México e incluso a las cuevas prehistóricas más emblemáticas como francesa Lascaux o la española, Altamira- en una nueva trama donde este explorador del misterio, de lo oculto, entremezcla realidad y ficción.
Con doce títulos vendidos en 44 países del mundo, desde que ganara el Premio Planeta con El fuego invisible (2017), Sierra es de los pocos escritores españoles que ha figurado en el top ten de los libros más vendidos en EE.UU.
Apasionado contador de historias, su mirada siempre se detiene en esos pequeños misterios no resueltos que bien han pasado desapercibidos o han sido difíciles de interpretar. Es entonces cuando su mente entra en acción para proponernos esa especie de juego literario en el que el lector va descubriendo que una determinada obra o pintura, además de ser expresión estética, algo tangible y concreto, posee un legado de conocimientos ocultos que han estado presentes y guiado a la humanidad desde tiempos inmemoriales.
Y es que Cofundador de la revista de divulgación Año Cero en 1990 y director de la revista Más Allá de la Ciencia, los libros de Sierra poseen un común denominador: el de querer servir de puente para cruzar de éste a otros mundos agarrándose -precisamente- o aprovechando las propias incógnitas científicas e históricas que le aporta la obra en cuestión y que él eleva a la categoría de lo oculto, basándose en algún texto literario o algún tipo de documentación que de credibilidad.
Las mismas citas preliminares recogen frases tan elocuentes que bien puede subscribir el propio autor, desde la del pintor surrealista francés René Magritte, “El arte evoca el misterio sin el cual el mundo no existiría” y otras tan reveladoras como:
“La historia del arte está sembrada de miradas que apelan al instinto y no a la razón”, o
“El arte se activa con la visión de quien lo mira. Ese es el único y verdadero secreto de la pintura”.
Todo empezó en el Prado
En 1990, Javier Sierra es un joven estudiante de periodismo que pasa muchas de sus tardes deambulando fascinado por el Museo del Prado. Un día frente a una Sagrada Familia (1518) de Rafael, la más enigmática de todas ellas, y apodada ‘La perla’, se topa con un desconocido, que se le acerca y le aborda. Aquel hombre resulta ser un sabio que parecía conocer la cara oculta del cuadro, y como un maestro le instruye en cómo debe de mirar la pintura, en qué detenerse, en qué nos quiere decir el pintor…
En aquella pintura de la Virgen María, Santa Ana, el niño Jesús y San Juan todo se dispone en una composición intencionadamente elegida, iluminada por una enigmática luz cuya procedencia no es real y que acentúa el mismo misterio. “Hay que fijarse en las miradas, en lo que los personajes miran, para comprender la intención del artista” le dijo aquel hombre.
Desde ese momento entendió que las pinturas no son solo meras representaciones visuales, sino posibles portales a otra dimensión de conocimiento. Aquel encuentro fue real, no imaginario. “Volví muchas veces al museo en busca de aquel maestro, pero nunca lo encontré, ni nadie volvió a verlo”, asegura Sierra que quedó tan impresionado por su erudición como por el “aura” que irradiaba, que se convirtió en el principal impulso para escribir ‘El maestro del Prado’.
‘El plan maestro’ retoma enigmas que dejó inacabados en ‘El maestro del Prado’
‘El plan maestro’, que publica nuevamente Editorial Planeta, responde a su vieja pasión, casi obsesión, por comprender el sentido del arte. A lo largo de sus páginas, se suceden reflexiones y afirmaciones sobre esta creación humana. Pero además el periodista turolense reconoce que también se debe a las grandes preguntas que dejó sin resolver en la novela anterior. Por ejemplo, dejó sin resolver el papel un enigma en verso escondido en un viejo volumen de la biblioteca de El Escorial.
En ambas novelas, parte de aquella circunstancia real, “cuya única llave que se necesita para atravesar los umbrales de percepción es nuestra propia percepción”, dice, y ésta se pule practicando lo que llama “la segunda visión”. Las obras de arte son, nos dice, “puertas que se abren a otras dimensiones de la realidad, una llave mágica que interconecta mundos”.
Desarrolla Sierra toda una marañosa trama que conecta mitos, conocimientos ancestrales y hasta la propia evolución de la humanidad, en una lectura envolvente, de indudable talento para fusionar historia y misterio con esa recurrente insistencia en darle una base real, a través de fuentes documentales. .
Como sostiene el propio autor, el género puede encajar en lo que los anglosajones llaman faction; es decir, una especie de híbrido entre ficción y hechos reales, “una buena fórmula para trasladar conceptos complejos al gran público” asegura Sierra.
‘El Jardín de las Delicias’
Una parada importante es ante el tríptico de ‘El jardín de las delicias’, del pintor flamenco El Bosco, para Sierra uno de los secretos más fascinantes de la pinacoteca madrileña. “Muchos visitantes y hasta algunos vigilantes del museo han confesado sentir que algo los observa en esta sala”, afirma el escritor.
Ejemplo de esa ‘segunda visión’, de esa nueva forma de mirar más allá de la superficie, de lo evidente, de la obra, lo tenemos en El Bosco. El pintor flamenco ocultó en la composición del cuadro una gran estructura geométrica que representa un ojo humano. “Si entrecerráis los ojos, podréis verlo: es el ojo de Dios que vigila su creación”, apunta el periodista y escritor. Un juego de formas ocultas que poseen -a su entender- desde Leonardo da Vinci, Durero o Botticelli.
Una de las cosas más sorprendente, apunta Sierra, sería el vínculo existente entre El jardín de las delicias y Salvador Dalí. “Dalí estaba obsesionado con esta obra, pasaba horas frente a ella. Decía que el Bosco lo había profetizado”. ¿Por qué?; señala un detalle inquietante: en la zona del Paraíso (a la izq), una formación rocosa sugiere el perfil del pintor catalán con su característica nariz y peculiar bigote.
Una vez más, el trasfondo de su tesis emerge de manera recurrente: las pinturas son puertas o membranas que permiten una exploración más allá de lo visible.
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