Los cubanos no somos totalmente pródigos en la amistad. Sin embargo, somos extremadamente generosos en la cantidad de “conocidos” que tenemos.
Cualquier cubano, hasta el más introvertido, tiene 100 conocidos, pero somos mucho más restringidos para elevar a esos conocidos a la categoría de «íntimos amigos», de «mi socio», de «mi tierra», de «mi sangre», «panga», «ecobio», «cúmbila” y “brother».
En eso somos tan selectivos que podemos sostener categóricamente que «mis íntimos amigos los puedo contar con los dedos de una mano».
Es decir, que a los conocidos los pasamos por un tamiz y le damos «tiempo al tiempo». A un conocido quizás le tome 20 años de fidelidad absoluta a nuestra amistad para adquirir el sagrado título de «íntimo amigo.»
Además casi todos tenemos a una cubana al lado diciéndonos a cada rato: «¡Para mí que ese no es tan amigo tuyo como tú crees!»
Para un íntimo amigo es un requisito indispensable portarse mejor con uno que nuestros propios hijos y estar consciente de que no le vamos a dejar ni un alfiler en nuestra herencia; esa enterita, es para los muchachos.
Es decir, si usted llega a las 12 de la noche al aeropuerto de regreso de un viaje, es obligación de un íntimo amigo ir a buscarlo, mientras que sus hijos pueden estar en una fiesta o durmiendo a esa hora y le parece muy bien.
Nuestros problemas no se los contamos a nuestros hijos sino al íntimo amigo. A los hijos tratamos de mantenerlos al margen de la tragedia que nos agobia.
Es el íntimo amigo el que tiene que soportar, escuchar y ayudarnos en nuestros momentos malos y viceversa. Vaya, no queremos preocupar a los niños con un cáncer aunque los «niños» sean zánganos de más de 38 años.
La discreción es una cualidad indispensable del íntimo amigo. Al principio, cuando era un conocido, le contamos varias boberías para probarlo, y cuando nos damos cuenta que el conocido no habló, ni se fue con el chisme a contarlo en cada esquina, entonces lo consideramos «una tumba», y tiene mejores posibilidades de convertirse en íntimo amigo.
El amigo debe pensar exactamente igual que nosotros en casi todo. Un individuo que discrepe siempre-constantemente- que no piense como uno, que tenga espíritu de contradicción, tiene muy poquitas oportunidades de llegar a ser «íntimo amigo”.
Desde luego, ya cuando pasan los años, cuando llevamos 30 años de amistad, entonces el íntimo amigo tiene el derecho (más que nadie) a inmiscuirse en nuestras vidas, de darnos consejos, de regañarnos, de criticarnos y hasta de burlarse. Pero para llegar a ese plano necesita muchísimos años de haber estado de acuerdo con nosotros en todo. Y la crítica tiene que ser en privado, jamás en público.
Los íntimos amigos lo comparten todo (menos las mujeres, desde luego), no necesitan nuestra invitación para nada, conocen nuestros secretos, nuestras debilidades, nuestros faltas, y están al tanto de nuestras virtudes. Y la mayor virtud debe ser: saber ser íntimo amigo. En eso no puede haber «caída», ni «tiqui- tiqui, ni taca- taca”.
Otra cualidad muy importante del «íntimo amigo» es no ser «celoso» con el resto de los íntimos amigos de nuestro amigo. Los cubanos tenemos que estar claros en lo que les dije antes: «Que los íntimos amigos se pueden contar con los dedos de una mano», y por lo tanto, usted es solamente un dedo de la mano de su íntimo amigo. El tiene cuatro dedos más y cuatro íntimos amigos más.
Y el íntimo amigo es enemigo a muerte de la tiranía castrista y entonces entra en la categoría suprema de ser mi hermano de lucha como los que pueden ver en esta antigua foto conmigo: Tito Rodríguez Oltmans (E.P.D.), Hugo J. Byrne (E.P.D.) Enrique Encinosa, Carlos Hurtado y el capitán piloto de Playa Girón René García (E.P.D.)
0 comentarios