Declaración científica de la American Heart Association dirigida a LIBRE
El aislamiento social y la soledad son frecuentes en los EE. UU. y tienen efectos dañinos en la salud del corazón y del cerebro.
Los adultos mayores y las personas de grupos socialmente vulnerables, como las personas de grupos raciales o étnicos desfavorecidos, las personas con discapacidades o aquellos que son miembros de grupos de minorías sexuales o de género, pueden tener un mayor riesgo de aislamiento social y soledad.
Los datos también indican que el aislamiento social y la soledad pueden haber aumentado entre muchos grupos durante la pandemia del COVID-19.
El aislamiento social y la soledad están asociados a un aumento del 30% en el riesgo de sufrir un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular, o de morir por cualquiera de estas causas, según una nueva declaración científica de la American Heart Association publicada en la Journal of the American Heart Association, una revista de acceso abierto y revisada por pares de la American Heart Association. En la declaración también se señala la falta de datos acerca de las intervenciones que pueden mejorar la salud cardiovascular en personas socialmente aisladas o solas.
EL RIESGO DE LA VIUDEZ
Y RETIRO
El riesgo de aislamiento social aumenta con la edad debido a factores de vida, como la viudez y la jubilación. Casi una cuarta parte de los adultos estadounidenses de 65 años o más están aislados socialmente y la prevalencia de soledad es aún mayor, con estimaciones del 22% .
Sin embargo, los adultos más jóvenes también experimentan aislamiento social y soledad. En una encuesta del proyecto Making Caring Common de la Universidad de Harvard se describe a la “Generación Z” (adultos de entre 18 y 22 años en la actualidad) como la generación más solitaria. El aumento del aislamiento y la soledad entre los adultos más jóvenes se puede atribuir a un mayor uso de las redes sociales y a una menor participación en actividades significativas en persona.
Los datos también indican que el aislamiento social y la soledad pueden haber aumentado durante la pandemia del COVID-19, particularmente entre los adultos jóvenes de 18 a 25 años, los adultos mayores, las mujeres y las personas de bajos ingresos.
El aislamiento social se define como tener un contacto presencial poco frecuente con personas en términos de relaciones sociales, como con familiares, amigos o miembros de la misma comunidad o grupo religioso. La soledad se produce cuando siente que está solo o tiene menos conexión con otras personas que lo que desea. “Aunque el aislamiento social y la sensación de soledad están relacionados, no son lo mismo”, explica Cené. “Las personas pueden llevar una vida relativamente aislada y no sentirse solas, y, por el contrario, las personas con muchos contactos sociales de igual forma pueden experimentar la soledad”.
El grupo de redacción revisó las investigaciones sobre el aislamiento social publicadas hasta julio del 2021, a fin de examinar la relación entre el aislamiento social y la salud cardiovascular y cerebral. Esto fue lo que descubrieron:
El aislamiento social y la soledad son determinantes comunes, aunque poco reconocidos, de la salud cardiovascular y cerebral.
La falta de conexión social se asocia a un mayor riesgo de muerte prematura por todas las causas, especialmente entre los hombres.
El aislamiento y la soledad están asociados con marcadores inflamatorios elevados, y los individuos que estaban menos conectados socialmente tenían más probabilidades de experimentar síntomas fisiológicos de estrés crónico.
En la evaluación de los factores de riesgo del aislamiento social, la relación entre el aislamiento social y sus factores de riesgo va en ambas direcciones: la depresión puede dar lugar al aislamiento social y el aislamiento social puede aumentar la probabilidad de sufrir depresión.
El aislamiento social durante la infancia se asocia a un aumento de los factores de riesgo cardiovascular en la adultez, como la obesidad, la presión arterial alta y el aumento de los niveles de glucemia.
Los factores socioambientales, como el transporte, la vivienda, la insatisfacción con las relaciones familiares, la pandemia y los desastres naturales, también son factores que afectan las conexiones sociales.
“Existe evidencia sólida que vincula el aislamiento social y la soledad con un mayor riesgo de empeoramiento de la salud cardíaca y cerebral en general; sin embargo, los datos sobre la asociación con determinados resultados, como la insuficiencia cardíaca, la demencia y el deterioro cognitivo, son escasos”, afirmó Cené.
La evidencia es más coherente en cuanto a la relación entre el aislamiento social, la soledad y la muerte por enfermedad cardíaca y accidente cerebrovascular, con un aumento del 29% en el riesgo de infarto de miocardio o muerte por enfermedad cardíaca. “El aislamiento social y la soledad también se asocian a un peor pronóstico en personas que ya tienen una enfermedad cardíaca coronaria o un accidente cerebrovascular”, agregó Cené.
Las personas con enfermedades cardíacas que estaban socialmente aisladas tenían un aumento de dos a tres veces en la muerte durante un estudio de seguimiento de seis años. Los adultos socialmente aislados, con tres o menos contactos sociales al mes, pueden tener un 40% más de riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular o un infarto de miocardio recurrente.
Además, las tasas de supervivencia de la insuficiencia cardíaca a los 5 años fueron más bajas (60%) en el caso de las personas que estaban socialmente aisladas y en el caso de las personas que están tanto aisladas de manera social como con depresión clínica (62%), en comparación con aquellas que tienen más contactos sociales y no están deprimidas (79%).
El AISLAMIENTO Y
LA SOLEDAD
El aislamiento social y la soledad también se asocian a comportamientos que afectan negativamente la salud cardiovascular y cerebral, como niveles más bajos de actividad física autoinformada, menos consumo de frutas y verduras, y más tiempo de sedentarismo. En varios estudios de gran tamaño se encontraron asociaciones significativas entre la soledad y una mayor probabilidad de fumar.
“Existe una necesidad urgente de desarrollar, implementar y evaluar programas y estrategias para reducir los efectos negativos del aislamiento social y la soledad sobre la salud cardiovascular y cerebral, especialmente para las poblaciones en riesgo”, afirmó Cené.
“Los médicos deberían preguntar a los pacientes sobre la frecuencia de su actividad social y si están satisfechos con su nivel de interacción con amigos y familiares. Luego, deben estar preparados para remitir a las personas aisladas socialmente o solas, en especial a aquellas con antecedentes de enfermedades cardíacas o accidentes cerebrovasculares, a los recursos de la comunidad para ayudarlos a conectar con otras personas”
EDADES, SEXOS Y RAZAS
PUEDEN INFLUIR
Algunas poblaciones son más vulnerables al aislamiento social y a la soledad, y se necesitan más investigaciones para comprender cómo el aislamiento social afecta a la salud cardiovascular y cerebral en estos grupos, incluidos los niños y los adultos jóvenes, las personas de grupos raciales y étnicos subrepresentados, las personas lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, y queer (LGBTQ), las personas con discapacidades físicas, las personas con deficiencias auditivas o de la visión, las personas que viven en áreas rurales y en comunidades con pocos recursos, las personas con acceso limitado a la tecnología y al servicio de Internet, los inmigrantes recientes y las personas encarceladas.
En la revisión se destaca la investigación entre los adultos mayores con el objetivo de reducir el aislamiento social y la soledad. En estos estudios se descubrió que los programas de acondicionamiento físico y las actividades recreativas en los centros para adultos mayores, así como las intervenciones en las que se abordan pensamientos negativos de autoestima y otros pensamientos negativos, han demostrado ser prometedores en la reducción del aislamiento y la soledad.
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