EL 20 DE MAYO QUE DEJÓ DE SER

Written by Luis De La Paz

27 de mayo de 2025

Por Luis de la Paz  

La mañana de aquel viernes fue como casi todas las anteriores y las que llegarían después. Probablemente húmeda, porque mayo, al decir de los viejos “es el mes de las lluvias”. Quizás el patio de la escuela Albert Einstein, que antes era el Colegio Hebreo, en Santos Suárez, estaba húmedo, al menos por el rocío. 

Los alumnos fueron llegando acompañados de sus maestras, que llevaban de la mano al primer niño, y que con voz cálida pero autoritaria ordenaban formar “de uno en fondo” para mantener la fila. Al final eran largas hileras, separadas por aulas o por grados, que llenaban todo el patio. 

Todos iguales, de uniforme. Al principio eran distintos, en dependencia de la escuela, luego todos los estudiantes, sin importar a qué institución pertenecieran llevaban el mismo uniforme, y desde hacía algún tiempo, adornado el cuello con una pañoleta azul y blanca, anudada al frente, justo sobre el pecho. 

Las escuelas fueron cediendo sus nombres: la Academia Valmaña fue reemplazada por Escuela Secundaria Básica Simón Bolívar; los Escolapios de Santos Suárez, se convirtieron en la secundaria José María Heredia; el Instituto de la Víbora, se transformó en el preuniversitario René O. Reiné, y así con todos. La sociedad iba adquiriendo un nuevo rostro, que no era necesariamente el mejor.  

La Directora de la escuela se acercaba emocionada y solemne al podio, colocado justo sobre una tarima, muy cerca del busto de José Martí. La fecha era la más importante del año, el 20 de Mayo, el Día de la Independencia. 

Cada maestra preparaba algo con sus alumnos. Un grupo de niños, dramatizaba fragmentos de La zafra, poema de Agustín Acosta, el Poeta Nacional: “Mientras lentamente los bueyes caminan,/ las viejas carretas rechinan… rechinan…/ Lentas van formando largas teorías/ por las guardarrayas y las serventías…/ Vadean arroyos, cruzan las montañas/ llevando el futuro de Cuba en las cañas…/ Van hacia el coloso de hierro cercano:/ van hacia el ingenio norteamericano…”. 

Otro grupo, estudiantes ya de cuarto o quinto grado, entonaron La clave a Martí: “Aquí falta señores, ¡ay!, una voz/ de ese sinsonte cubano/ de ese mártir hermano/ que Martí se llamó”. 

Los estudiantes de mi aula recitamos Mi bandera, de Bonifacio Byrne: “Al volver de distantes riberas/ con el alma enlutada y sombría/ afanoso busqué mi bandera/ ¡y otra he visto además de la mía!/ ¿Dónde está mi bandera cubana/ la bandera más bella que existe? Desde el buque la vi esta mañana/ y no he visto una cosa más triste…”. 

La Directora decía cada año lo mismo, pero eran palabras que exaltaban el patriotismo. Hablaba del significado del 20 de Mayo. De lo que representó para Cuba la independencia de España y la instauración de la República. 

De los mambises hablaba con emoción: “los que pelearon con el machete en la mano para hacer de Cuba un país libre e independiente”. Luego hacía mención del primer presidente Don Tomás Estrada Palma. A los estudiantes más destacados los ponían a leer frente a la bandera cubana  –vestidos de mambises, con los bigotes y las patillas pintadas y el machete de cartón al cinto–, sus composiciones sobre la fecha patria. Era un día lindo para todos los cubanos, muy simbólico, en el que reconocíamos el sacrificio de miles de patriotas para proporcionarnos la libertad. 

Pero la historia dejó de ser la misma. Un 20 de Mayo, pasó sin acto cívico, sin arengas patrióticas, sin que se recordara la fecha. El busto de Martí seguía presidiendo las jornadas matutinas en el patio de la escuela, pero ya no se gritaba ¡Viva Cuba Libre!, sino un nuevo lema: ¡Pioneros por el Comunismo seremos como el Ché! A la Directora de la escuela le pregunté por qué ya no se celebraba el 20 de Mayo. 

Me llevó inquieta a la Dirección, llamó a mi maestra y a otros profesores para que estuvieran presentes en la reunión. Dijo muy tajante que yo estaba confundido, que el día de la independencia era el 1 de enero de 1959. Le dije que ella misma había hablado del 20 de Mayo, de los patriotas, y algo molesta intentó explicarme que los tiempos habían cambiado, que “ahora estábamos en una revolución y con la revolución todo era diferente”. 

Mi maestra me recordó que en el mural del aula yo veía a Martí, Maceo y Máximo Gómez junto a Fidel, El Ché y Camilo “porque los patriotas del siglo XIX habían inspirado a Fidel para conseguir la verdadera independencia en el siglo XX”.  

A partir de esa reunión en la Dirección, se intensificaron las clases de patriotismo en mi aula. Se cantaban canciones como Cuba qué linda es Cuba y el Himno del 26 de Julio, entre otros, y ya no se podía recitar el poema de Agustín Acosta, que había dejado de ser el Poeta Nacional. 

Muchos de los niños de mi generación vivimos dos Cuba, dos historias. Pienso en cómo reaccionarán las próximas, cuando el 1 de enero de 1959 vuelva a ceder su lugar, como ha de ser, al 20 de Mayo, como la fecha patria.

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