POR LUIS DE LA PAZ
Especial para LIBRE
En marzo del 2004 fallecía en Miami el pintor habanero José María Mijares (1921-2004). La noticia en aquel entonces conmocionó al espectro artístico, pues a pesar de su edad, y de haberse recuperado de una neumonía, el pintor había regresado a su caballete con la energía, dedicación y entrega con la que acostumbraba a trabajar cada día, pero una recaída y otras complicaciones terminaron con su existencia exactamente un martes 30 de marzo del 2004.
Mijares nació en La Habana un 23 de junio de 1921 y comenzó su carrera pictórica desde muy joven. Su reconocimiento se inició cuando su cuadro Alameda alcanzó el segundo Premio en el Salón Nacional de Pintura, en 1943. Con el primer premio se alzó Carlos Enríquez, desatándose una controversia en la prensa, en la que intervinieron dos figuras máximas del periodismo, Jorge Mañach y José Vasconcelos. A partir de ese momento Mijares gozó de gran aceptación. Tras la llegada al poder de la dictadura castrista, el pintor comienza a tener diferencias y decide marchar al exilio, a donde llega en 1968.
En una larga entrevista sobre su vida y obra que le realicé en el 2002, Mijares explicó su sentir ante el drama cubano y su decisión de exiliarse: “A mí me ha afectado mucho el saber que no puedo volver a Cuba. Bueno, yo puedo ir si yo quiero, pero de acuerdo con mis principios no debo. No es que sea más cubano que nadie, pero el saber que no voy a ir me ha hecho daño, y al mismo tiempo me disciplinó a trabajar todos los días para decir, yo he hecho una obra para dársela a mi país, y eso es algo muy importante para mí… me obligaba a decir, yo tengo que demostrar que yo puedo dejarle una obra a mi patria”. Ese deseo suyo ha sido más que alcanzado.
Durante esa conversación, ante la pregunta de qué haría si pudiera regresar a Cuba, respondió: Ir al Prado. “Me sentaría esa mañana en un banco. A las dos de la tarde haría lo mismo. Volvería a las 8 de la noche, y ese mismo día me sentaría a las 3 de la mañana, allí en el mismo Prado, en el mismo asiento. Y sería en Prado y Trocadero, Prado y Ánima, todo el Paseo del Prado. Caminaría entonces por todo el Prado hasta el muro del malecón, me sentaría en el muro del malecón y allí me moriría”.
Con su fallecimiento en Miami a los 82 años, la plástica cubana y latinoamericana perdió a uno de sus mayores artífices, un trabajador incansable que manejó los colores, sobre todo los azules, con suprema maestría. Su pintura estuvo en constante evolución, incursionando en variadas formas, líneas, composiciones geométricas, paisajes y en todo momento creativo y lúcido. El logo que identificó la editorial Ediciones Universal, del recién fallecido Juan Manuel Salvat, es un diseño de Mijares y un detalle poco conocido.
Perteneciente a lo que se denominó Escuela de La Habana, que abrió nuevos espacios a la plástica cubana de su tiempo, Mijares mantuvo en todo momento una independencia expresiva, más allá de lo generacional. Su legado es extenso y de envergadura. A finales del 2002, con más de 80 años de edad, inauguró una exposición personal de gran significación, que mostraba a un gran artista en pleno uso de sus facultades. El pincel del pintor expresaba energía, rigor, buen gusto y una creatividad de gran aliento.
Lamentablemente otro cubano tuvo que morir en el exilio, y que su figura y obra hayan sido ignoradas y silenciadas por años por las autoridades culturales y sus cómplices. Pero como todo lo perdurable, la obra de José María Mijares está ahí, en su privilegiado sitial en la historia de la pintura cubana; pero también en la de los cubanos dignos.
Palabras de Mijares
—“Tuve una infancia muy pobre porque mi padre fue un idealista político, fue a España siendo cubano y estuvo en la guerra. A pesar de las dificultades, tuve la oportunidad de sacar una beca por oposición y así ingresar en la Academia de San Alejandro. Allí fui alumno de Romañach y Menocal, y con el tiempo alcancé a impartir clases de colorido en la Academia”.
—“Comienzo mi carrera en los años cuarenta, fue durante el «Primer Salón de Pintura, Escultura y Grabado» con el cuadro Alameda, que presento a concurso. Yo tuve la suerte, la suerte es muy importante en Cuba, que ese cuadro gustó mucho, prendió. El primer premio se lo dieron a Carlos Enríquez, por un cuadro que se llamaba Arlequina, y yo recibo el segundo lugar. Y ahí viene el problema. Un conocido y respetado periodista, José Vasconcelos, opina que yo merecía el primer premio, pero Jorge Mañach, otra figura prominente del periodismo, opinó distinto; dijo que Carlos Enríquez tenía una obra ya, y que yo era muy joven, que existía la posibilidad de que no pintara más, y que había que respetar la obra de Carlos Enríquez. Entonces mi generación salió a defenderme, y la polémica me sirvió de una publicidad tremenda”.
“Cerca de un año después me puse a analizar y comprendí que Mañach tenía la razón. Porque hay que respetar la obra de un hombre que ha trabajado muchos años, con una vida integral. Carlos Enríquez era un hombre mayor, era ya un maestro”.
“Un día me encuentro a Mañach y le digo: Señor Mañach, con su permiso. «Sí, dime». Yo soy Mijares. «Ah, sí, no sabía que fuera usted tan joven». Entonces le digo: Mire, yo me amparé en la vanidad, me disgusté con la tesis suya sobre el premio, pero yo estoy de acuerdo con lo que dijo. Pues se puede dar ese caso de individuos que surgen con un cuadro y después se dedican a otra cosa, no pintan más y es lo que usted dijo que hay que respetar la obra y un hombre que tiene una obra muy seria. Con mis palabras se mostró muy complacido”.
—“Hoy en día llevo la vida de un hombre mayor. Me levanto, pinto como seis o siete horas. Después leo un poco, vienen amigos míos por las noches. Me encanta conversar, me priva, yo creo que la comunicación es muy importante, cosa que aquí se ha perdido. En Cuba sí había una gran conversación, en España, en París, pero aquí no. Porque aquí es pagar los biles y eso le lleva mucho tiempo a la gente. Salen a hacer dinero, eso también le lleva mucho tiempo”.
—“Hace poco me dieron el título Honoris Causa, en la Universidad Internacional de la Florida [2001]. Es un importante título que no se lo habían dado a ningún pintor nunca. Se lo habían otorgado a Guillermo Cabrera Infante como escritor, a Celia Cruz como cantante, pero nunca a un pintor. Fue algo lindo y quedó como un precedente muy bueno, porque aquí hay pintores que se lo merecen, como Soriano, Cundo Bermúdez, Gay García y Cancio. La exhibición es en la galería Barceló. Es una especie de retrospectiva pequeña, pero bonita. En una retrospectiva se deben poner unos 150 cuadros, que los tengo, y muchísimos más, pero no hay el local. Allí hay cuadros de los años cincuenta y setenta y pico, además de piezas nuevas”.
—“El azul es un color como otro cualquiera. Para Van Gogh es el amarillo. Un cuadro famoso de Picasso, Mujer en blanco, era una figura en blanco. El Guernica está pintado en blanco y negro, y es un magnífico cuadro, para mí el mejor cuadro del siglo XX. El problema es lo que tú consigas con el color. No importa cuál sea el color. A mí me gusta mucho el azul. Es un problema de gusto, además me sirve como elemento para manifestar plásticamente, pero podría ser el verde también”.
A dos décadas del fallecimiento del gran José María Mijares, su obra se mantiene vigente y se exhibe en importantes museos, galerías y en colecciones privadas. Un artista que no volvió a Cuba, pero desde su caballete, plasmó lo cubano con maestría, belleza y en azul.
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