Por José “Chamby” Campos
Una de las características de todo deporte profesional yace en la opción del dueño del equipo, de poder cesantear al atleta o de poder cambiarlo. No encuentro nada extraño en esa situación. Hay un viejo refrán que dice “El que paga manda”.
Existen decenas de situaciones donde las organizaciones han despedido jugadores que más tarde se han convertido en estrellas en otros lugares. Al igual ha ocurrido en situaciones de canjes.
Cuando nos vamos al béisbol siempre se habla del famoso intercambio entre Los Media Rojas de Boston y Los Yanquis de Nueva York en el 1920. Harry Frazee dueño de Boston mandó El Bambino a la ciudad de los rascacielos por $100,000 dólares y un préstamo de $300,000 que más tarde usó para financiar sus obras de teatro.
Los resultados finales favorecieron a Los Mulos de Manhattan de una manera inmensa. Ruth ayudó a que su nueva franquicia se convirtiera en leyenda al mismo tiempo que él alcanzaba la inmortalidad.
También podemos mencionar el cambio del shortstop Jim Fregosi a quien Los Angelinos de California enviaron a Los Mets de Nueva York por cuatro peloteros, incluyendo el lanzador Nolan Ryan.
Los peloteros cubanos también han sido parte de canjes desde que el 15 de julio del 1917 Los Browns de St Louis envió al jugador de cuadro Armando Marsans a Los Yanquis por el outfielder Lee Magee.
Sin embargo, hay una transacción que sobresale por encima de los demás porque fue el primero en que dos compatriotas ya establecidos en Las Grandes Ligas fueron intercambiados.
El 3 de agosto de 1962 el lanzador derecho Orlando “El Guajiro” Peña, quien era propiedad de Los Bravos de Milwaukee y se encontraba en su afiliada en Toronto, fue enviado a Los Atléticos de Kansas City, (equipo que después se mudó a Oakland), por el jardinero Leopoldo “Leo” Posada. En ese negocio Los Atléticos también incluyeron al lanzador Bill Kunkel.
La historia de Kunkel es interesante puesto que cuando su carrera como jugador terminó se dedicó al arbitraje. Primero como referee de baloncesto, actuando por dos temporadas en la Liga Nacional de Baloncesto, NBA, y en la difunta Liga Americana de Baloncesto, ABA.
Al mismo tiempo se convirtió en umpire profesional donde comenzó a dictar juegos en La Liga de La Florida del 1966 al 1968. En la próxima campaña saltó al máximo nivel de Las Grandes Ligas y se mantuvo hasta el 1984 donde tuvo que retirarse por causa de un cáncer que le arrebató la vida.
Fungió como árbitro en Las Series Mundiales del 1974 y 1980 más Los Juegos de Estrellas de 1972 y 1977. Como dato curioso trabajó el plato durante el jonrón número 500 de Harmon Killebrew quien en su carrera de lanzador permitió tres del gigante de Minnesota.
Regresando a los protagonistas de este cambio, Leo fue mandado a Toronto y nunca más regresó a Las Grandes Ligas. Su carrera continuó en diversas ligas menores de la nación más otras que lo llevaron a diferentes países del continente.
En 1968 embarcó en una nueva etapa como dirigente de equipos de ligas menores incluyendo el equipo de clase A de Los Yanquis y en las ligas invernales del Caribe. También actuó como scout e instructor de bateo para las organizaciones de Los Dodgers de Los Ángeles y Los Astros de Houston.
Trabajó arduamente con Jorge Posada Jr., hijo de su primo Jorge, quien más tarde fuera el catcher de los cinco veces campeones Yanquis.
Por su parte Peña, después de la transacción permaneció 13 años más en Las Grandes Ligas para así completar una carrera que duró 22 temporadas en total. A los 45 años de edad trató de regresar a Las Grandes Ligas, lanzando con Los Amigos de Miami en La Liga Internacional. Cuando se retiró había lanzado en 427 encuentros y su promedio de carreras limpias por juego fue 3.71.
Al concluir con su labor en el diamante fue scout para Los Tigres de Detroit y para Los Medias Blancas de Chicago.
El tunero Guajiro Peña, quien aún vive aquí en Miami, y el habanero Leo Posada, ya fallecido hace casi dos años, unidos para siempre en el béisbol.
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