DEL DICHO AL HECHO

Written by Demetiro J Perez

20 de julio de 2022

POR REV. MARTÍN N. AÑORGA

“La ética es una asignatura”, era el lema de un compañero de estudios de hace muchos años, el que insistía en su tesis de que es imposible compaginar en su totalidad lo que se dice con lo que se hace. En efecto, la vida es un negocio en el que todos queremos salir ganando, lo que suele alentar la concepción de muchos de que el fin justifica los medios. La mayoría de los seres humanos halla extremadamente difícil el traslado de las ideas a las acciones. El resultado es que a menudo la ética conceptual y la conducta son caminos bifurcados.

Cualquier diccionario define la ética como “parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del ser humano”. Para completar esta definición habría que determinar qué se entiende por moral. Blas Pascal, usando un juego de palabras que se hace confuso, reflexionó sobre el tema en cierta ocasión afirmando que “la verdadera moral se burla de la moral, es decir, la moral del juicio se burla de la moral del espíritu, que está sin reglas”. La relatividad de la moral es un hecho que no podemos negar. Depende de la geografía, la cultura, la herencia y la idiosincrasia, entre otros factores, la concepción de lo moral.

Aunque es cierto que la moral es relativa, no puede perderse de vista el sentido de su universalidad.  Lo que queremos decir es que podrá expresarse de manera diferente, pero su presencia es un factor constante. Hay un viejo refrán de los gitanos de Andalucía que dice que “entre gitanos no nos echamos las cartas”. La clara lección es la de que los gitanos se respetan entre ellos, aunque sea un tanto proverbial el hecho de la irrespetuosidad que sienten para con los demás. Sucede así en todos los ámbitos. En las cárceles los penados tienen su código interno, los mafiosos de hace algunas décadas se aplicaban un dogma de lealtad interna a pesar de que sus fechorías carecían de la más elemental consideración de los derechos ajenos. Las pandillas se sujetan también a “una moral” esotérica y el hecho de que se conjuren para la defensa común, no les exime de agresividad para quienes son definidos como rivales.

La moral tiene adjetivos, ya que su sentido conceptual la hace demasiado abstracta e imprecisa. De aquí que haya tantas “morales” como tantas actividades humanas haya. Conocemos, por ejemplo, la moral cristiana; pero aún Jesús afirma que la manera mejor de definir la llamada “moral cristiana” es por medio de un análisis pragmático de la conducta.  No pertenece a un trabajo como éste un análisis exhaustivo de las enseñanzas de Jesús; pero cabe señalar que Él insistió en que “los frutos son los que van a darnos a conocer”. El cristianismo es un compendio de creencias que son básicas, de tal forma que todos los que profesan la fe cristiana las aceptan con devoción y obediencia; pero ningún cristiano anda por ahí con el credo impreso en su frente. Lo que la gente ve de los cristianos es lo que éstos hacen, no lo que éstos dicen. ¿Significa esto que la conducta es más importante que la moral? En manera alguna. Lo que significa es que la moral como concepción debe ser tan arraigada que produzca acciones que provengan de su influencia.

Alguien dijo que “lo que tú haces habla tan alto que no me deja oír lo que tú dices”, y la aseveración es cierta, ya que nuestros actos, o subrayan nuestras creencias o las nulifican. En una sociedad tan pragmática y secularizada como la nuestra lo que importa hoy día no es tanto lo que creemos como lo que hacemos. En un juicio por problemas de tránsito observé a varias personas que cándidamente se declaraban ante el juez “culpables, pero con explicación”. En cada uno de los casos el juez reaccionaba: “si usted es culpable no necesitamos su explicación”. ¡Claro, lo hecho vale más que lo que pueda decirse!

Tampoco se resuelve la pobreza cuando se reducen los derechos adquiridos en programas como los del Medicare y cuando se justifica el ridículo aumento a los beneficiarios del Seguro Social aduciendo argumentos que no son consecuentes con la realidad circundante. El aumento del costo del combustible, del transporte público y de los artículos de primera necesidad, incluidas las medicinas parece ser ignorado por políticos y funcionarios que juraron sus posiciones afirmando que son abanderados del pueblo. No les importa la incosteabilidad de los seguros de salud y de protección hogareña y no se ocultan, sin embargo, para esgrimir la tesis del progreso social. Esas imponentes construcciones que han sembrado de rascacielos el panorama de Miami son una exaltación de la riqueza; pero al mismo tiempo una dolorosa frustración para los pobres y los miembros de la clase media que ven eludírsele la posibilidad de alcanzar el sueño americano. ¿No es un divorcio entre la palabra y los hechos el panorama que describimos?

Por supuesto que podría argumentarse que las cosas son peores en otros lugares del mundo; pero de individuos como los políticos de hoy no es posible esperar que las palabras se ajusten a los hechos. Yo me opongo que título de combatir al comunismo, instauremos en nuestro medio el control de la libre expresión, la persecución verbal a los que en el ámbito de democracia en el que nos desenvolvemos opten por una posición diferente a la nuestra y a la intención de clausurar el espacio ajeno por el solo hecho de que nos sea hostil. De los tiranos y los déspotas hay que esperar el totalitarismo, la injusticia, la violencia y el crimen. No importa lo que digan o lo que proclamen, sus hechos son la desvergonzada confesión de la más corrupta degradación. Donde tenemos que hermanar la honradez de la ideología con la bondad de las acciones es donde prima la más prístina concepción de la democracia y donde prevalecen los valores de la cultura cristiana.

No estamos negando el derecho que nos asiste a la defensa de nuestros ideales; lo que queremos resaltar es que a menudo actuamos como si desconfiáramos de la validez de nuestro ideario e insertamos en nuestra conducta hechos que lo niegan o lo ignoran.

El gran problema de hermanar lo dicho con lo hecho, o para ponerlo en términos más intelectuales, el gran dilema de relacionar la ética con la conducta, son retos que han azuzado la inteligencia humana desde los más remotos tiempos. Nosotros, la experiencia nos lo dice, creemos que la ética es la habilidad para acortar cada vez más la distancia que hay entre lo que se dice y lo que se hace.

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