De Girón a la Crisis de los Cohetes: La segunda derrota

Written by Enrique Ros

9 de septiembre de 2025

Interpretaciones sobre la crisis (I)

La interpretación tradicional, idealizada por los escritos de Theodore C. Sorensen, Arthur Schlesinger y Ellie Abel, describe la existencia de cohetes en Cuba como una provocación intolerable. Sin embargo, la interpretación revisionista de izquierda, a la que están adscritos los escritores I.F. Stone, Ronald Steel, y Barton J. Bernstey, considera que Kennedy arriesgó sin necesidad una guerra por arrogancia para obtener ganancias políticas domésticas.

La interpretación revisionista, que muchos llaman derechista, presenta un claro contraste con las dos anteriores. Estos analistas acusan al Presidente Kennedy de haber contribuido al desarrollo de la crisis por su ineptitud y carencia de efectivo liderazgo. Lo acusan, igualmente, de adoptar una política de conciliación durante la crisis, a pesar de la inmensa superioridad militar de los Estados Unidos.

La nueva evidencia que ahora está disponible lleva a una reevaluación de estas tres posiciones divergentes.

Luego de dirigirse a la nación para admitir públicamente lo que, antes, tanto había silenciado, hemos visto como el Presidente empezó a recorrer un tortuoso camino de vacilaciones y concesiones.

El Presidente Kennedy y su Administración eran peculiarmente vulnerables en el tema cubano, ya que el Presidente no discutía ampliamente estos problemas en el Excomm sino con sus más estrechos colaboradores (Sorensen, Bundy, Rusk y su hermano).

Para muchos intérpretes conservadores de la Crisis, Kennedy contribuyó, como hemos expuesto, al desarrollo de la confrontación por su incapacidad y falta de liderazgo decisivo en la crisis del Muro de Berlín, la neutralización de Laos y la Invasión de Bahía de Cochinos.

La crisis de los cohetes mostró la incapacidad de los Estados Unidos para hacer apropiado uso de su poder; demostró falta de resolución para utilizar las distintas técnicas coercitivas disponibles y no logró cambiar la impresión de Kruschev sobre la incapacidad norteamericana. Lo que el Presidente debió haber demandado, junto con la retirada de los cohetes nucleares, era “la salida de las tropas rusas y la celebración de elecciones libres en Cuba bajo la supervisión de las Naciones Unidas,  afirma William J. Medland en su obra “La Crisis Cubana de los Cohetes de 1962”. Richard Nixon en su artículo “Cuba, Castro y John F. Kennedy” de Reader Digest de noviembre del 64, afirma que “el compromiso de los Estados Unidos de no invadir sólo fortaleció la posición cubana”.

Las críticas continúan. Daniel y Hubbell afirman que muchos analistas no consideran la crisis como una victoria del Presidente Kennedy porque no encuentran los frutos de esa victoria. La crisis había alentado altas esperanzas de liberación, pero la dictadura de Fidel Castro seguía en Cuba y miles de tropas rusas, al igual que apreciables cantidades de armamentos militares, se mantenían en la isla. Se preguntan estos autores: ¿Son éstos los frutos de una victoria?

Es obvio, de acuerdo a prácticamente todos los analistas, que el principal motivo soviético de colocar cohetes en Cuba era el de alterar el balance estratégico del poderío nuclear que, en esos momentos favorecía grandemente a los Estados Unidos. Cualquier cambio en el status nuclear produciría un cambio en el balance político del poder.

La otra razón, para muchos, era la de impedir el intento de una invasión norteamericana, levantar el prestigio de la Unión Soviética como dirigente del comunismo internacional, fortalecer la posición de negociación de la Unión Soviética para un acuerdo favorable sobre el tema de Berlín, y distraer la atención de un gran número de problemas rusos domésticos.

Cuando se descubrió la presencia de cohetes en Cuba, muchos de los miembros del ExComm -que discutían los posibles motivos soviéticos para la aventura cubana- consideraban que el primer motivo de los soviéticos era alterar la balanza estratégica del poder.

Para ciertos observadores liberales el Presidente vio la situación como un intento de los soviéticos de poner a prueba su voluntad y determinación. De esa forma Kennedy consideró que debía de actuar enérgicamente. Pero cuando el Presidente Kennedy declaró que los cohetes en Cuba eran ofensivos, estos analistas de izquierda consideraron esta declaración arbitraria y superficial. Afirmaban que no había diferencia entre los cohetes ofensivos soviéticos en Cuba y los llamados cohetes defensivos norteamericanos en Turquía, Italia e Inglaterra, pero definiendo los cohetes en Cuba como ofensivos, el Presidente Kennedy podía acusar a Rusia de engaño porque Kruschev había afirmado, repetidamente, que no introduciría cohetes ofensivos en Cuba. Los que tal afirman consideran que Kennedy necesitaba eliminar los cohetes de Cuba a fin de lograr una victoria en política exterior antes de las elecciones de noviembre, y esto exigía una respuesta inmediata. Aquí encontramos una coincidencia entre las interpretaciones de observadores que militan en los dos extremos del espectro político.

Obviamente ninguna crisis o confrontación existió públicamente hasta el lunes octubre 22 cuando Kennedy fue a las cámaras de televisión para anunciar el descubrimiento de cohetes soviéticos en Cuba. Definiendo los cohetes como ofensivos y, por tanto una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos, el Presidente elevó el episodio a nivel de crisis. Por supuesto, lo era. Aunque se ocultó, por años, que la crisis había surgido porque el mandatario norteamericano había antes ignorado los informes de las agencias de inteligencia y de los militares.

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