De Girón a la Crisis de los Cohetes: La segunda derrota

Written by Enrique Ros

5 de agosto de 2025

En este libro se narra el increíble comportamiento y manejo de la situación creada por la militarización soviética de Cuba que culminó con la instalación de los misiles de mediano alcance. El autor señala con el dedo acusador a los hermanos Kennedy y destruye el mito falsamente creado por los apologistas. Ros pone al desnudo ese mito y leyenda, para que se conozca la angustiosa y 

sangrante realidad.

La verdad histórica (II)

En septiembre 10 conoce de que puede tratarse de misiles de “capacidad ofensiva, como los MRBM, para ser instalados por los soviéticos después que termine la presente fase”. Las advertencias continúan. En Septiembre 13 el Director-respondiendo a dudas que se le formulaban- afirma que el establecimiento de equipos defensivos e instalaciones es “sencillamente un preludio de la localización de armamentos ofensivos de capacidad y, una vez que esto esté hecho, la implementación de nuestra política podría ser extremadamente difícil y envolvería peligros inaceptables”. Pero el Presidente no quiere ver.

Continúan las advertencias. En septiembre 16, mientras el Presidente sigue más interesado en su campaña electoral que en la seguridad nacional, vuelven las agencias de seguridad a informarle el peligro creciente: “Creemos que la comunidad de inteligencia debe mantener informado al gobierno del peligro y que la detección de pasos preparatorios pudieran estar por encima de nuestras posibilidades una vez que esté en operación el sistema de defensa cubano”. El gobierno, léase el Presidente, está informado pero no actúa. Vuelve McCone a ofrecer, con gran claridad, otro aviso de alerta al Presidente:

“Se infomna por la prensa que existe una nítida demarcación entre preparaciones defensivas y ofensivas y yo afirmó que nosotros no podemos estar seguros de esto”.

McCone reconoce claramente cual es su posición y cual es la del Presidente cuando afirma:

“Yo reconozco que las decisiones sobre la política hacia Cuba son muy delicadas y están más allá de mi competencia y de la agencia que yo dirijo. Sin embargo yo creo que debemos ofrecerle a aquéllos que tienen que tomar las decisiones  nuestro  mejor estimado  de  los posibles desarrollos de situaciones que inesperadamente pudieran confrontarse”.

Varios son los propósitos que persigue Kruschev al colocar proyectiles balísticos en Cuba. Uno de ellos es el de conseguir una “importante y efectiva posición de negociación en todas las áreas críticas. Por eso pueden asumir un inesperado riesgo para lograr esa posición”. Así lo expresa el Gral. Marshall Cárter Sub-Director de la CIA, en cable de Septiembre 30. Antes de tres semanas los soviéticos, alcanzada “la importante y efectiva posición de negociación” estarán imponiendo sus condiciones para el retiro de los cohetes. No había querido verlo quien entre “sus excepcionales cualidades de liderazgo” se le atribuía “su visión”.

¿CORAJE?

Otros participantes en la Crisis han recientemente expresado que en su opinión no hubo peligro de confrontación nuclear como hizo aparecer el Presidente Kennedy en los días que siguieron a su declaración a la nación norteamericana el 22 de octubre. El Gral. Maxwell D. Taylor afirmó en 1982 que él no recordaba ninguna preocupación, de su parte, sobre el temor de un ataque nuclear. Cinco años después volvió a expresar esa misma idea.

“No tuve ni tengo la más mínima preocupación de que existiese la más remota posibilidad de que aquella confrontación pudiera conducir a un choque nuclear”.

Son las palabras del Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Un militar que no estaba preocupado con el resultado de las elecciones congresionales que se celebrarían muy pocos días después de “la Crisis de los Cohetes”.

En igual sentido se expresó otro de los hombres de más estrecha relación con el Presidente, Douglas C. Dillon, Secretario del Tesoro y miembro del Ex-Comm, y quien participó muy activamente en las deliberaciones:

“La posibilidad de una acción militar de parte de la Unión Soviética era muy pequeña. Yo no consideré que ellos iniciarían una acción militar aún si nosotros realizábamos un ataque aéreo a Cuba”

Pero el Presidente, y cito aquí las palabras de su biógrafo y Consejero Especial Ted Sorensen, rechazaba someterse a los “halcones del Congreso y de la prensa- y algunos en el Pentágono- que deseaban arrastrar a este país a una innecesaria e irresponsable guerra contra una pequeña nación que no ha probado ser una seria amenaza para este país”.

Su obstinación en negarse a tomar una decisión frente a las innegables evidencias pronto lo llevarían -como previo McCone- a “las situaciones que inesperadamente pudieran confrontarse”.

En septiembre 20 McCone se anticipa a los hechos que se van a producir dentro de 3 semanas: “Yo puedo ver que una base ofensiva soviética en Cuba puede ofrecerle a los soviéticos una posición de negociación más importante y efectiva y, por tanto, ellos podrían tomar un riesgo inesperado a fin de establecer esa posición”.

Sólo el Presidente, carente de visión y de coraje, continuó ignorando el peligro hasta que éste se convirtió en tétrica realidad.

¿RESPONSABILIDAD?

Con su concesión a los soviéticos, Kennedy facilitó que la subversión Castro-comunista se extendiera por Centro y Suramérica, debilitó las defensas del mundo occidental en Europa y llenó de preocupación a los aliados de esta nación.

Para David Lowenthal, la respuesta del Presidente Kennedy a los cohetes soviéticos en Cuba fue un acto mínimo que eliminó sólo la amenaza más obvia e inminente. Lowenthal critica a Kennedy por perder la oportunidad de infligir una drástica derrota a Cuba y la Unión Soviética y por aceptar regresar a la situación que existía antes del enfrentamiento. Considera el profesor que el compromiso del Presidente de no invadir a Cuba garantizó la penetración del comunismo en el hemisferio occidental.

El Presidente esperaba no tener que tomar ninguna acción sobre Cuba hasta después de las elecciones pero, al comprender que su inacción sería peligrosa políticamente para él, respondió a esa situación crítica. Lañe considera que “fue simplemente un caso de reacción práctica a necesidades políticas”. Al terminarse la crisis, Kennedy siguió una política de acomodación pues luego de comprometerse a la no invasión, el Presidente le concedió a los soviéticos lo que ellos deseaban: mantener la seguridad de la cabeza de playa comunista en Cuba y la retirada de los cohetes en Turquía e Italia.

Malcolm E. Smith coincide en la apreciación del Gral. Thomas A. Lañe antes mencionada. Dice Smith que el Presidente erró gravemente en su inacción inicial al no valorar apropiadamente la evidencia obtenida sobre la amenazante presencia militar soviética en Cuba. Por haber permitido la introducción en Cuba de cohetes nucleares, Kennedy se vio forzado a responder ante la gravedad de esa situación.

Smith acusa el Presidente de ignorar intencionalmente la situación cubana porque la Administración quería evitar que Cuba se convirtiese en el tema más importante de la campaña política de 1962. Por eso, “Kennedy se negó en el verano de 1962 a invocar la Doctrina Monroe para proteger a la nación” lo que, para Smith, “representó un trágico y casi fatal error”. Al final, el Presidente se vio obligado -por consideraciones políticas- a darle atención a la creciente presencia de armamentos soviéticos en Cuba, antes de que se celebrasen las elecciones de Noviembre. Irónicamente, la confrontación, sólo en apariencia corajuda, de Kennedy con Kruschev aseguró una victoria demócrata en esas elecciones.

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