La verdad histórica (I)
Es conveniente relacionar algunos de los elogios y alabanzas prodigadas al Presidente por su actuación durante la Crisis de los Cohetes, en medio de ese extenso mar de aplauso y adulación, poder encontrar la verdad histórica. Una verdad que no se encuentra en esas primeras obras que, en muchos casos, han llegado a la glorificación y divinización del personaje, sino en la fría realidad que muestran documentos oficiales que estuvieron celosamente calificados como secretos sensitivos por más de 30 años y que en este libro hemos presentado. A través de esos documentos, que recogen reuniones en la Casa Blanca, en la Agencia Central de Inteligencia, en las Oficinas del Fiscal General, en el Departamento de Defensa y en el Departamento de Estado y en otras tantas dependencias, hemos encontrado las evidencias que nos permiten llegar a la verdad.
En la copiosa abundancia de alabanzas y loas desplegadas por los panegiristas del primer mandatario norteamericano sobresalen, por lo repetido, cuatro calificativos de las cualidades exhibidas durante la confrontación: a) liderazgo, b) visión, c) responsabilidad, d) coraje.
Veamos, al observar los hechos con la luz aportada por los hasta ayer inéditos documentos, si son éstos los dones exhibidos por el Presidente o si, por el contrario, J. F. Kennedy se muestra en aquel proceso como un hombre vacilante, temeroso, irresoluto.
Aún antes de que recientemente se desclasificaran muchos documentos que muestran las negociaciones hasta hace poco ocultas, ya se habían exteriorizado severas críticas al presidente norteamericano. Venían de distintos campos: el militar, el académico; también el político.
¿LIDERAZGO?
Su ineptitud y carencia de liderazgo comenzó a señalarse en algunos trabajos brillantemente reunidos por William J. Medland en el V Capítulo de su obra “La Crisis Cubana de los Cohetes de 1962” en los que recoge la interpretación revisionista de lo que él llama “Perspectiva del Ala Derecha”.
Esa falta de liderazgo -mostrada en la crisis del Muro de Berlín, la neutralización de Laos y la invasión de Bahía de Cochinos- indujo a Kruschev a colocar los cohetes en Cuba considerando que, al ser descubiertos Kennedy vacilaría y se resignaría a la aceptación de los misiles. Temeroso de que una acción firme pudiera precipitar una guerra nuclear, Kennedy se inhibió de ejercer un firme liderazgo antes y después de que se hiciera pública la presencia de misiles en Cuba. Dada la abismal diferencia en el poderío nuclear entre la URSS y los Estados Unidos todos los críticos han considerado nimio o negligible tal riesgo.
Varios meses atrás, el 19 de julio el Presidente había convocado a lo que Bundy calificó de “la reunión más importante que habían tenido en el Consejo Nacional de Seguridad”. Kennedy tenía que decidir sobre el rápido fortalecimiento militar convencional propuesto por Acheson para mostrar que los Estados Unidos estaban “irremisiblemente comprometidos a la defensa de Berlín”. Kennedy se negó a ordenar la movilización inmediata de las tropas norteamericanas y vetó la proposición de Acheson de declarar un estado de emergencia nacional. En lugar de tomar estas medidas, el Presidente optó por asignar más fondos para construir más refugios antiaéreos y antinucleares. Acheson afirmó: “Señores, tenemos que enfrentarnos a una realidad. Esta es una nación que carece de un liderazgo”.
Para el Mayor General Thomas A. Lane (“The Leadership of President Kennedy”), el Presidente mostró falta de liderazgo antes y durante la crisis de los cohetes en Cuba; “fue un liderazgo by retreat and failure”. Lane considera que un Presidente enérgico hubiera invocado la Doctrina Monroe al primer signo de cualquier presencia soviética en Cuba; pero Kennedy falló inicialmente de ejercer su firme lideratura por temor de que cualquier acción enérgica podría precipitar una guerra nuclear.
La idea preconcebida del Presidente de que Kruschev actuaría moderadamente en su respaldo a Castro “paralizó su capacidad de ser objetivo” según Lane. De esta forma, Kennedy permitió que el compromiso soviético con Castro aumentase. La preocupación del Presidente de que la crisis podría conducir a una guerra nuclear muestra, según Lane, el amateurismo de liderazgo de Kennedy ya que suponer que los líderes soviéticos preferirían una guerra nuclear a retirarse de Cuba es confesar una profunda ignorancia del poder, la política y de su enemigo, afirma Lane.
¿VISIÓN?
Si el Presidente no actuó antes no fue por falta de información. Las Agencias de Inteligencia y el Pentágono emitían, una y otra vez, documentos e informes que señalaban el peligro que podría representar, para la seguridad de los Estados Unidos y del continente, el arsenal militar que Cuba estaba recibiendo.
En agosto 10 el Director de la Agencia Central de Inteligencia en reunión con el Secretario de Estado, con el Secretario de Defensa, el Jefe del Estado Mayor Conjunto y otros funcionarios, reportó que la súbita importación de material por Cuba que se estaba observando podría incluir equipos electrónicos para ser usados contra Cabo Cañaveral y equipo militar que incluye proyectiles balísticos de mediano alcance.
Once días después, reunido con el mismo grupo, les confirma la presencia de cohetes de tierra a aire y la probabilidad cohetes balísticos de mediano alcance. Esta misma información se la ofreció directamente al Presidente en agosto 22 y se la reconfirmó nuevamente en agosto 23. Unos días más tarde la situación que se le expone era aún más seria:
“Podríamos estar enfrentándonos a cohetes soviéticos de corto alcance de superficie a superficie que pudieran alcanzar importantes objetivos del sureste de los Estados Unidos y posiblemente áreas de Latinoamérica y el Caribe”.
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