El pacto de la embajada (III)
La indiferencia que en agosto, septiembre y los primeros días de octubre el presidente había mostrado ante todas las informaciones que recibía del creciente poderío militar que se estaba estableciendo en la isla, se torna ahora en gran inquietud. No inquietud para responder militarmente a la provocación y peligro del emplazamiento de proyectiles en Cuba y a la agresión sufrida por el derribamiento del U-2 por uno de esos proyectiles. Inquietud para concluir, cuanto antes, las aviesas negociaciones. A las 8:00 P.M. el Departamento de Estado transmitió la carta del presidente (redactada por Bobby) a la Embajada Americana en Moscú.
Ahora el presidente tiene prisa. Quiere cerciorarse que Kruschev conozca, sin demora, que está dispuesto a pagar ese precio para resolver la crítica situación que su propia inacción ha agudizado. Por eso envía a su hermano a que, personalmente, entregue una copia de la carta al Embajador Dobrynin. Kennedy ha insistido que entregó la copia de la carta con una advertencia a Dobrynin de que si no recibía seguridad inmediata de que los cohetes serían retirados, los Estados Unidos procederían “con una fuerte acción de represalia”. Son éstas, sólo, las palabras de Kennedy. Puede haberlas dicho. Puede que nunca las expresara.
MIRÓ CARDONA DENUNCIA: “CASTRO GOZA DE INMUNIDAD ABSOLUTA”
Estamos en la última semana del mes de octubre. Los misiles han sido claramente detectados. Lejos de la confrontación esperada y temida, se han iniciado negociaciones vergonzosas. Hay que impedir que “estos cubanos” obstaculicen las conversaciones. Triste epílogo pretende aplicarle la Administración Kennedy a las acciones comandos después del acuerdo con Kruschev. Lo sumariza el Dr. Miró Cardona en su carta-renuncia a la presidencia del Consejo Revolucionario.
En el punto 23 del documento en que explica su renuncia al Consejo Revolucionario, el Dr. Miró Cardona hace mención a las acciones comando: “Se realizan acciones comandos llevadas a cabo por grupos de cubanos contra embarcaciones rusas fuera de las aguas jurisdiccionales de este país. Como consecuencia de las mismas se producen, con ritmo vertiginoso, seis hechos, desconcertantes los seis, que numero a continuación:
1) La esclarecedora nota de protesta rusa que advierte a los Estados Unidos que se han violado compromisos.
2) La nota del Departamento de Estado “censurando la acción cubana realizada”, la cual contradice la Resolución Conjunta del Congreso de Septiembre de 1962. Resulta significativo que la acción llevada a cabo por el Directorio Revolucionario Estudiantil y por Agrupación Montecristi, con anterioridad al 22 de Octubre no recibiera idéntica respuesta.
3) El ataque de Castro a una embarcación norteamericana. Resulta súbitamente sospechoso que Fidel Castro observe, ahora, el protocolo de las cortesías diplomáticas, ofrezca excusas y se les acepte. Con anterioridad al acuerdo quebrantado a que alude Rusia en la nota a que hemos hecho referencia, Fidel Castro ametralló el avión que piloteaba el infortunado Rudolf Anderson, sin que se produjera una represalia.
4) La orden terminante, comunicada a distintos compatriotas, confinándolos en el Condado Dade.
5) El embargo de embarcaciones cubanas, dos de ellas pertenecientes a organizaciones revolucionarias del Consejo, para inmovilizar y, finalmente,
6) La más insólita y desconcertante de todas las medidas adoptadas: La advertencia a Inglaterra para que impida, o persiga en su caso, a los combatientes cubanos que navegan por las aguas jurisdiccionales de sus posesiones en América. De ese modo, Fidel Castro goza de una inmunidad absoluta en los tenebrosos designios de Kruschev, amparado por la policía marítima más eficiente de las potencias de tradición democrática del mundo.
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