De Girón a la Crisis de los Cohetes: La segunda derrota

Written by Enrique Ros

6 de mayo de 2025

Negociaciones públicas y ocultas (II)

Se acercan a la línea de cuarentena, en la mañana del miércoles 24, otros dos barcos soviéticos. Evidentemente no son tanqueros. McNamara informó al presidente que un submarino ruso se ha colocado entre ambos buques. El Presidente no puede ocultar su desasosiego; dirigiéndose a McNamara pregunta: “¿No tenemos algún modo de que podamos evitar tener la primera confrontación con un submarino ruso?. Cualquier cosa menos eso”.  La respuesta del secretario de Defensa fue tersa. “No; representaría un gran peligro para nuestros barcos”. Y le da una lección de coraje al temeroso Camelot. “Nuestros comandantes han recibido instrucciones de evitar hostilidades si es posible; pero ésta es la situación para la que debemos estar preparados, y eso es lo que debemos esperar”.

El joven presidente no puede ocultar su aprensión. “Parece que los buques soviéticos van a desafiar la línea de la cuarentena”, comenta con su hermano.

Pero el presidente lo que busca es más tiempo para sus negociaciones. Para garantizar, aún más, la flexibilidad de la no tan “estricta cuarentena”, Kennedy ha asumido el máximo control personal, estableciendo comunicación directa con el comandante de la Cuarentena, el Vicealmirante Alfred G. Ward.

Jueves, octubre 25: Walter Lippman, en aquel momento uno de los más leídos e influyentes columnistas, plantea, en su artículo de ese día, que “sólo existen tres vías para salir de los misiles que ya están en Cuba. Una, es la invasión y ocupación de la isla. La segunda es la aplicación de un bloqueo total, particularmente de petróleo. La tercera es tratar, repito, tratar de negociar un acuerdo decoroso (“face-saving agreement”)”. Y no habla del intercambio de “Berlín por Cuba”. Se refiere, y así lo menciona, a intercambiar los cohetes rusos en Cuba por los proyectiles norteamericanos en Turquía.

Kennedy no deja jamás de leer la columna de Lippman en el Washington Post. La recomendación del apaciguador no caerá en el vacío. Si es que no se le había sugerido.

A las 8:00 A.M., 22 horas después que la cuarentena se había puesto en efecto y reducido el radio de acción a 500 millas, al tanquero soviético Bucarest se le permitió pasar a través de la línea de barcos en su ruta hacia Cuba con la simple declaración de que sólo llevaba petróleo.

ACUERDO A TRAVÉS DE 

U THANT

En horas tempranas de la tarde el Presidente Kennedy respondió el mensaje de U Thant, informándole que el Embajador Stevenson estaba preparado para discutir arreglos, insistiendo que todo descansaba en la retirada de los proyectiles de Cuba. A su vez, Kruschev respondió dándole la bienvenida a la iniciativa de U Thant.

Se ha producido, a través de U Thant, un acuerdo: los barcos soviéticos se mantendrán alejados del área de intercepción, y los barcos norteamericanos “evitarán directa confrontación en los próximos días con los buques soviéticos para evitar los riesgos de incidente”. Se dilata la confrontación. Más tiempo para que el presidente continúe sus negociaciones y sus concesiones. Más tiempo para que los soviéticos aceleren, vertiginosamente, los emplazamientos de los cohetes.

Viernes, octubre 26: Las últimas fotografías de los U-2 mostraban que los rusos estaban apresurándose para poner en operación los proyectiles. La cuarentena, el camino lento, no estaba funcionando con eficiencia.

El presidente está en una encrucijada. Ha impuesto una cuarentena, ha reducido su radio de acción, ha permitido el paso de barcos petroleros soviéticos, ha dado instrucciones de dejar pasar buques rusos transportando armamentos. Pero algo hay que hacer para mostrarle al mundo que él es, un hombre enérgico, está aplicando con rigor la cuarentena. En horas de la noche del jueves 25 se ha avistado el vapor Marucla. Era un barco Liberty, construido en los Estados Unidos, de propiedad panameña, pero registrado como libanés. Durante horas es seguido por dos destructores norteamericanos que mantenían continuo contacto con el capitán del Marucla. Sí, el capitán está dispuesto a cooperar. Acepta ser abordado.

Todo ha sido planeado meticulosa y personalmente por el propio Presidente Kennedy. El mandatario había dado instrucciones precisas: la primera intercepción y abordaje debía realizarse sobre un barco de carga seca, registrado (inscrito) en un país neutral. “El Marucla servía espléndidamente el propósito del presidente”.

Quería mostrarle a Kruschev -afirma sin sonrojo su admirador Elie Abel- “que la marina de los Estados Unidos estaba ejercitando su derecho, proclamado en la Resolución de la cuarentena, de detener y registrar todos los barcos que se dirigían a Cuba, sin distinguir bajo que bandera navegaban”.

Para los militares el tiempo y la paciencia se iba terminando.

El ejército norteamericano movió sus cohetes antiaéreos a Cayo Hueso y en la Casa Blanca se discutieron planes para una serie de ataques aéreos a las bases de cohetes para continuarlos con una invasión a Cuba. Los preparativos para la invasión eran visibles. Espectaculares movimiento de tropas y equipo militar hacia y dentro de la Florida. El Consejo Revolucionario se mantiene silencioso. Sus dirigentes son presas de un súbito mutismo.

En horas de la tarde de ese viernes llegó una extensa carta de Kruschev. Si los Estados Unidos se comprometían a no invadir a Cuba ni permitir que otras fuerzas lo hagan y a levantar el bloqueo, los soviéticos retirarían los cohetes de Cuba. La comunicación de Kruschev respondía a una anterior de Kennedy de octubre 25. Había que responderla. Era ya tarde en la noche.

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