De Girón a la Crisis de los Cohetes: La segunda derrota

Written by Enrique Ros

15 de abril de 2025

Estalla la crisis (VI)

AIRE DE CRISIS EN 

LA CAPITAL

Domingo, octubre 21: Al amanecer, el Presidente había decidido que el bloqueo era la mejor opción. Luego, temprano en la mañana, Kennedy reunió a su Grupo de Trabajo para una revisión final de la alternativa de un ataque aéreo. Sólo pretendía cubrir el expediente. En la reunión se encontraba el Fiscal General, junto a McNamara, el Gral. Maxwell Taylor y un grupo de oficiales de las fuerzas armadas. El plan consideraba el bombardeo de los aeropuertos militares de Castro así como de las bases de cohetes. Kennedy, una vez más, vetó la opción del ataque aéreo.

Por la noche se respira un aire de crisis en la capital. La radio y la televisión informan de las constantes conferencias del Presidente y los más altos funcionarios de la Administración. Ya se ha filtrado -el equipo kennediano es experto en intencionales filtraciones de noticias- que al día siguiente el primer mandatario se dirigirá a la nación. Mientras tanto, sigue informando la prensa, la armada y los marines están exhibiendo su poderío “en el Caribe, no lejos de Cuba”. Cerca de 40 barcos de guerra se dirigen hacia la isla Vieques, en Puerto Rico. Entre ellos, el portaviones Independence con más de 100 jets a bordo.

En el Pentágono han permanecido todo el día el Gral. Maxwell D. Taylor, Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas; el Almirante George W. Anderson, Jefe de las Operaciones Navales, y Fred Korth, Secretario de la Marina. Los militares están preparados.

Esa mañana Dean Acheson fue enviado, con premura, a Francia para entrevistarse con DeGaulle, mientras el Embajador Dowling iba hacia Alemania para reunirse con el Canciller Adenauer. Sorensen preparó el borrador de una comunicación solicitando que los soviéticos “hicieran inoperables los cohetes”. Stevenson, ahora más enérgico que el consejero presidencial, presentó objeciones a esa expresión insistiendo en que se debía demandar claramente que los rusos “desmantelaran y removieran de Cuba” esos proyectiles. Prevaleció la más débil redacción de Sorensen.

La prensa cubana destaca a grandes cintillos “Preludios de Agresión las Maniobras Navales del Caribe”, pero, también, bajo el título de “Necesaria la Coexistencia’ destaca un artículo de Walter Lippman aparecido en el New York Herald Tribune en que éste “reconoce la necesidad de una política de coexistencia pacífica”. Volverá a aparecer, en pocas horas, el apaciguamiento de Lippman.

El lunes 22 los enviados plenipotenciarios norteamericanos tocan en muchas puertas. Todas se abren. Acheson se entrevista con DeGaulle. “Puede decirle a su Presidente que Francia lo apoyará. Considero que en estas circunstancias el Presidente Kennedy no tenía otra alternativa” expresa el general francés. Sigue Acheson a Alemania para ver a Adenauer.

Le correspondió a Dillon viajar a México. En ausencia del Presidente Adolfo López Mateos que estaba en camino de un viaje a Filipinas, se entrevistó con el Ministro de Finanzas Ortiz Mena. Informado que Kennedy “consideraba que no tenía otra opción que tomar las acciones que fueran necesarias para repeler la invasión del hemisferio por una potencia extranjera” el gobierno mexicano respondió que “comprendía y aprobaba las acciones del Presidente Kennedy”. En pocas horas los barcos de guerra mexicanos se unirían al bloqueo.

A las tres de la tarde Kennedy sostuvo su segunda reunión formal con el Consejo Nacional de Seguridad. El propósito no puede ser más baladí: darle nombre oficial a ese grupo de consejeros. El Consejo de Seguridad aprobó el memorándum 196 estableciendo el Comité Ejecutivo (EX-COM.) que habría de reunirse diariamente con el Presidente en el Salón del Gabinete, y lo formarían las siguientes personas:

El Vicepresidente; los Secretarios de Estado, de Defensa y del Tesoro; el Fiscal General; el director de la Agencia Central de Inteligencia, el Subsecretario de Estado (Ball); el Subsecretario de Defensa (Gilpatrick); el Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas (Gral. Maxwell D. Taylor); el Embajador Plenipotenciario Llewellyn Thompson; el Consejero Especial Sorensen y el Asistente Especial del Presidente ante el Consejo Nacional de Seguridad, McGeorge Bundy.

Tarde ese lunes el Presidente Kennedy se reunió con los líderes del Congreso. Esperaba oposición o, al menos, objeciones de los dirigentes republicanos. Para su sorpresa, la crítica le llegó de Senadores de su propio Partido. El Senador Demócrata Russell, de Georgia, calificó el bloqueo o cuarentena como una medida tibia que irritaría a los aliados sin hacer daño apreciable a los comunistas. El Senador Fulbright, de Arkansas, Presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, estremeció al Presidente al respaldar la demanda de Russell de una invasión.

El Senador Halleck, de Indiana, líder de la minoría Republicana de la Cámara, expresó que, aunque él favorecía el bloqueo, quería hacer constar que había sido invitado para ser informado y no para ser consultado. Como grupo, expone Abel, los líderes congresionales consideraron que el camino del bloqueo iba a ser lento, probablemente ineficiente y tal vez más peligroso que una rápida invasión. Pero la decisión había sido tomada. Se impondría el bloqueo; es decir, «el camino largo». Suficientemente extenso para que dé tiempo a negociaciones. A claudicaciones.

A las 7:00 de la noche el Presidente habló a la nación por radio y televisión. A las 7:30 Stevenson solicitó de Valerian Zorín, en su condición de Presidente del Consejo de Seguridad, una reunión urgente del Consejo para enfrentarse “a la peligrosa amenaza a la paz y seguridad del mundo causada por el secreto establecimiento en Cuba de bases de proyectiles de largo alcance capaces de alcanzar con cabezas termonucleares a Norte y Sur América”.

SE APRUEBA EL BLOQUEO O CUARENTENA

El pueblo norteamericano conoció, de labios de su Presidente, la grave confrontación el lunes octubre 22 cuando todas las cadenas de radio y televisión cubrieron a las siete de la noche las dramáticas palabras de Kennedy:

“La pasada semana, ya quedó establecida una inequívoca evidencia de que se están situando emplazamientos de cohetes ofensivos en esa esclavizada isla. El propósito de esas Bases no puede ser otro que proveer una capacidad nuclear de ataque en contra del hemisferio occidental…”

El Presidente continuaba informando sobre “la urgente transformación de Cuba en una importante base estratégica, con la presencia de explícita amenaza a la paz y seguridad de las Américas…”

Señaló luego los pasos iniciales que serían dados, la respuesta que se daría a cualquier uso de esos cohetes y continuó con una apelación a Kruschev y al pueblo cubano. “Nuestra meta no es victoria del poderoso sino la vindicación del derecho; no la paz a expensas de la libertad sino lograr ambas, la paz y la libertad, aquí en el hemisferio y, nosotros esperamos, en todo el mundo”.

Como la Administración de Kennedy había desdeñado públicamente todas las advertencias de los dirigentes políticos y militares, al pueblo norteamericano le tomó por sorpresa la dramática crisis. No así al pueblo cubano.

Desde varias semanas atrás, la prensa oficial (es decir, toda la prensa) había estado desplegando en las primeras planas de los periódicos, en grandes cintillos: “Plan Contra Cuba”; “Proyecto Kennedy para la Agresión”; “Preludio de una Agresión Maniobras Navales del Caribe”; “Movilizan 20,000 Marines”; “Preparativos de Agresión Yanqui”. Eran éstos los titulares de la prensa oficial cubana desde muchos días antes de que Kennedy, en Washington, informara por primera vez de la creciente tensión.

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