En este libro se narra el increíble comportamiento y manejo de la situación creada por la militarización soviética de Cuba que culminó con la instalación de los misiles de mediano alcance. El autor señala con el dedo acusador a los hermanos Kennedy y destruye el mito falsamente creado por los apologistas. Ros pone al desnudo ese mito y leyenda, para que se conozca la angustiosa y sangrante realidad.
Kennedy: las armas son defensivas (VIII)
Un funcionario se atreve a señalar los responsables y las débiles causas que motivaron esta inacción. El funcionario es, nada menos, que el Director de la Agencia Central de Inteligencia.
McCone expresó que esa fase era principalmente para obtener inteligencia (información), de organización y entrenamiento y que no autorizó ningún sabotaje; que una operación contra una planta eléctrica se había contemplado pero fue descartada por el grupo y que él había convocado a una reunión esa mañana para revisar los temas y que había observado una falta de impulso debido principalmente a vacilaciones en los círculos de gobierno de entrar en cualquier actividad que pudiera ser atribuible a los Estados Unidos.
El Fiscal Bob Kennedy, de inmediato, objetó esta observación de McCone afirmando que el Grupo Especial no había rehusado la aprobación de ninguna acción específica -en lo que él conocía-sino que, por el contrario, había urgido a una mayor acción a la operación de Lansdale. Luego de un áspero intercambio de palabras se arribó a un consenso de que una acción más dinámica era necesaria, “que las acciones que pudieran ser atribuidas a cubanos indígenas no fuesen importantes o muy efectivas” y que debía esperarse una apreciable cantidad de hechos atribuibles (a los Estados Unidos) y mucho “ruido”.
Era una escena irreal. Absurda. El Secretario de Justicia, el Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, el Director y el Subdirector de la Agencia Central de Inteligencia, el Subsecretario de Defensa, el Sub-Secretario de Estado, el Director de Investigación de la CIA y el Asistente para Operaciones Especiales adscrito a la Secretaría de Defensa emplean horas discutiendo para concluir que, aunque las operaciones de sabotaje son necesarias, las acciones que ellos mismos han ordenado son sólo de “inteligencia, organización y entrenamiento”.
Hay mucho de cierto en esta afirmación de que las operaciones ordenadas son “sólo de inteligencia”. Lo confirman las dolidas palabras del Dr. José Ignacio Lasaga, Secretario General del MRR en este período, expresadas en extensa entrevista para este libro:
“Cuando alguien del movimiento venía y me decía que quería ir a trabajar a Cuba, yo le decía: Esa es tu decisión. Yo no creo que, en estos momentos la Agencia Central de Inteligencia ni el gobierno de los Estados Unidos tengan ningún plan para libertar a Cuba. Su plan es sólo de mandar personas para recoger información. Si tú quieres ir porque entiendes que puedes ser útil, yo no te lo prohibo. Si tú crees que vale la pena lo que vas a hacer, que es traer unos cuantos informes para la Agencia Central de Inteligencia, esa es tu responsabilidad”.
Las acciones de sabotaje deben ser realizadas, por supuesto, por cubanos, pero, absurdamente, deciden que las acciones atribuibles a los cubanos “no sean importantes o muy efectivas”. Hay que hacer sabotajes, pero que no sean muy dañinos. En otras palabras, que a “esos cubanos” no se les puede permitir operaciones que dañen refinerías, plantas eléctricas, transformadores, puentes, buques.
La reunión en la que toman parte Bob Kennedy y el Gral. Lansdale se celebra en octubre. Nadie les pregunta sobre “el paro gradual del trabajo” a producirse en agosto, las misteriosas actividades de septiembre, ni las manifestaciones que ya debían observarse del “pueblo cubano en una abierta revuelta”.
LA EXPLORACIÓN DE “NUEVOS Y MÁS
DINÁMICOS CAMINOS”
Como resultado, se le dio instrucciones al Gral. Lansdale de darle una mayor consideración a explorar nuevos y más dinámicos caminos. Se le dice que los actos específicos de sabotaje deben llevarse a cabo inmediatamente y se le pide concebir nuevas ideas. Y, aunque las acciones atribuibles a los cubanos “no debían ser importantes” debe desarrollar y presentar un plan para minar las bahías y “debe estudiar la posibilidad de capturar fuerzas de Castro para ser interrogadas”.
Minar bahías, capturar fuerzas armadas del enemigo son cosas sin importancia para estos burócratas de Washington que están jugando a una guerra que hacen otros. Al día siguiente el Director de la Agencia Central de Inteligencia (McCone) le informó al Asesor Legal del Presidente, (McGeorge Bundy) que había un sentimiento en la CIA y el Departamento de Defensa de que la política dinámica que fundó la Operación Mongoose había terminado y que aunque ninguna actividad operacional específica había sido rechazada, la cantidad de “ruido” de incidentes menores como, “el azúcar, el ataque a los estudiantes a un hotel en La Habana y otros asuntos y la cautela expresada por el Departamento de Estado, había llevado a esta conclusión”.
Resulta interesante observar que en octubre 5 de 1962 el Director General de la Agencia Central de Inteligencia y el Asesor Legal del Presidente de los Estados Unidos están discutiendo las “actividades operacionales” realizadas por los jóvenes cubanos del Directorio Revolucionario Estudiantil.
Para McCone aún más importante eran las decisiones que se habían tomado para restringir los vuelos de reconocimiento del U-2 que no les permitiría reportar con precisión el desarrollo de la capacidad ofensiva en Cuba. Proféticamente, McCone ya había advertido, y ahora lo repetía, que era muy probable que las operaciones Soviet-Castro pudieran terminar en el establecimiento de una capacidad ofensiva en Cuba que incluyó los MRBMs.
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