De Girón a la Crisis de los Cohetes: La segunda derrota

Written by Enrique Ros

26 de noviembre de 2024

Enrique Ros (†)

¿Quién plantea colocar cohetes en Cuba? (II)

LA VERSIÓN CUBANA

Por años, Castro, cuidando su imagen de líder nacionalista del tercer mundo, se esforzaba en dejar siempre constancia que había sido él quien -más para la defensa del campo socialista que la de la propia isla- había solicitado de Kruschev la instalación en Cuba de proyectiles balísticos. ^

Lee Lockwood, periodista norteamericano, recogió en su obra “Castro’s Cuba, Cuba’s Fidel” tres extensísimas entrevistas con Castro mientras viajaba con él por distintas regiones del país durante varios días. El libro, con una inmensa profusión de fotos, lleva los elogios a “una de las figuras políticas más fascinantes e influyentes en el mundo de hoy”, al borde de la más burda adulación.

El periodista y fotógrafo de LIFE pone las siguientes palabras en boca de Castro: “Naturalmente, los cohetes no hubieran sido instalados si la Unión Soviética no hubiera estado preparada para enviarlos. Pero tampoco hubieran sido enviados si nosotros no hubiéramos sentido la necesidad de proteger la nación. Nosotros tomamos la decisión en un momento en que creímos que eran necesarias medidas concretas par paralizar el plan de agresión de los Estados Unidos, y le planteamos esta necesidad a la Unión Soviética”.

El “nosotros” de la expresión “nosotros tomamos la decisión” es, como vemos, bien ambigua; aunque al terminar la expresión con “nosotros le planteamos esta necesidad a la Unión Soviética” parece aclarar que fue él quien solicitó el envío de los cohetes a Cuba. Los datos, ya indiscutidos, que hoy se han hecho públicos descubren la falsedad de esa afirmación.

Pretendiendo cubrir su imagen de líder nacionalista, no sometido a los soviéticos, Castro insistió durante los años inmediatos a la Crisis de Octubre, que él era quien “para defender la seguridad de la nación… y ayudar al campo socialista” había solicitado el emplazamiento de los misiles. En octubre de 1963 Castro le expresó a Herbert L. Mathews que la idea había sido de él y no de los rusos. Fue ésta, también, la posición que por algunos años mantuvieron los jerarcas soviéticos para defender la imagen nacionalista de su subordinado.

Veinticinco años después, en 1987, todavía pretendía hacer creer que era él y no Kruschev quien había decidido colocar cohetes en Cuba. “La iniciativa de solicitar medidas que darían a Cuba absoluta garantía contra una guerra convencional y contra una invasión de los Estados Unidos, fue nuestra”.

Pasan cinco años y, entonces, admite la verdad que ya todos conocen. En el discurso pronunciado en La Habana, en enero de 1992, Castro narra que en una visita a Cuba del Mariscal Petrov Vydiusov, “indudablemente un hombre muy inteligente y enérgico”,… “éste traía la misión de proponer la instalación de cohetes estratégicos y, tal vez, estaba temeroso de que nosotros pudiéramos rechazarlos”. Una clara admisión por parte de Castro de que fue una iniciativa soviética y no cubana la instalación de esos proyectiles en Cuba. Es aún más enfático Castro:

“No tuvimos ninguna duda. Primero, cuando se nos planteó el tema de los cohetes nosotros consideramos que era algo beneficioso para la consolidación del poder defensivo de todo el bloque socialista. Además, representaba nuestra defensa”. Admite “el hecho de que la presencia de los cohetes convertiría a Cuba en una base militar soviética lo que tendría un alto costo político para la imagen de nuestro país”.

Castro ocultó por años que él había consentido la instalación de cohetes nucleares en Cuba, y que, con su sometimiento, exponía a toda la nación a su exterminio.

Y aquí viene una confesión que muestra la hipocresía del dirigente cubano:

“Yo no dije públicamente una sola palabra sobre los cohetes porque a mí no me parecía correcto que la esperanza en ser defendidos la pusiera nuestro pueblo, nuestra gente, en respaldo que vendría del exterior”.

Apelaba falsamente al nacionalismo, mientras hacía descansar su defensa en cohetes y personal soviético.

Que fue la Unión Soviética, y personalmente Kruschev, quien propuso y decidió colocar cohetes atómicos en suelo cubano ha sido admitido, en etapas, por los funcionarios soviéticos y cubanos.

Primero se enfatizó que el emplazamiento de los misiles en Cuba había sido solicitado por Castro para la defensa de Cuba y para servir al campo socialista. Luego se sostuvo, por los soviéticos, que, por las dos razones antes señalados, Kruschev había decidido, y Castro había aceptado, colocar los cohetes. Finalmente ha sido admitido que la decisión había sido tomada por Kruschev para fortalecer la posición militar soviética.

Castro aceptó con criminal frialdad que Cuba se convirtiera en escenario de una confrontación nuclear. No lo dice un adversario de su régimen. Lo admite -30 años después- nada menos que el Jefe de su Estado Mayor en aquel momento, el general Sergio del Valle (y que aún se mantiene junto a Castro), al confirmar que el acuerdo militar firmado entre Cuba y la Unión soviética se realizó “no sólo para defender el territorio de Cuba, sino para establecer la cooperación militar entre las dos naciones”, agregando que “esto le daba al acuerdo un espíritu de solidaridad” y demostraba:

“el conocimiento de Cuba de que en caso de un conflicto militar entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, Cuba se convertiría automáticamente en un objetivo estratégico”. 

El conflicto entre los Estados Unidos y la Unión Soviética podría surgir por diferencias en Berlín, en la Europa Oriental, en Laos o en Cambodia.   No   importaba.   Cuba  -toda   su   población- era gustosamente ofrecida por Castro como “objetivo estratégico”.

ACCIONES COMANDOS. SABOTAJE. OPOSICIÓN INTERNA

En agosto de 1962 aumenta visiblemente la presencia soviética en Cuba. El 21 de ese mes, Diario Las Américas destaca la denuncia del Consejo Revolucionario de “la llegada a Cuba de tropas rusas para mantener a Castro en el poder y agredir a Iberoamérica”. El Departamento de Estado se había apresurado a calificar de “técnicos” a los 5,000 soviéticos cuya presencia había sido reiteradamente denunciada por refugiados cubanos y personas debidamente informadas.

Un destacado dirigente cubano, exilado, el Dr. José Ignacio Lasaga, critica acerbadamente “las declaraciones formuladas por algunos funcionarios del Departamento de Estado, en relación con el desembarco de varios miles de empleados del gobierno soviético en Cuba, en que se trataba, al parecer, de disminuir o atenuar la importancia que le habían concedido a este hecho distinguidos periodistas norteamericanos y cubanos”. A continuación, el Dr. Lasaga formulaba cinco preguntas al Departamento de Estado.

La denuncia fue escuchada en Washington. Tres días después, el Presidente Kennedy, en rueda de prensa, comenzó afirmando que “no tiene información alguna sobre desembarco de tropas soviéticas en Cuba”, y que “el aumento registrado recientemente no constituye el preludio de ninguna operación militar”. Pero, respondiendo a agudas preguntas de periodistas que se habían nutrido de la información reiteradamente ofrecida por fuentes del exilio, el Presidente se vio obligado a ofrecer, o a admitir, que el gobierno norteamericano estudiaba esos informes. No obstante, volvió a insistir en que los Estados Unidos “no tenían noticias que indicaran que entre las 3,000 personas que supuestamente llegaron a Cuba a bordo de 15 barcos soviéticos había tropas militares”.

Los cubanos exiliados, con la información que a diario recibían de los cientos de refugiados que llegaban de la isla, seguían forzando a los funcionarios norteamericanos a admitir la evidencia de esa presencia que era cada vez más visible. A los dos días de las declaraciones del Presidente, el Departamento de Estado admitió que “unos 15 buques de carga de países del bloque comunista están en viaje a Cuba en una aparente intensificación del movimiento de suministros militares y técnicos a ese país”, reconociendo que “estos 15 barcos se suman a los 16 que fueron descargados en puertos cubanos entre los últimos días del mes de Julio y el 7 del corriente”, pero reiteraba que “no hay confirmación de las noticias de que el bloque de países soviéticos esté ayudando a Cuba a construir plataformas para el lanzamiento de cohetes”.

Paralelamente a este incesante ingreso en Cuba de tropas soviéticas, calificadas por las fuentes oficiales norteamericanas de “técnicos”, aumentaba la lucha clandestina dentro de la isla.

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