¿Quién plantea colocar cohetes en Cuba? (I)
Enrique Ros (†)
Existe una clara distinción entre el suministro continuado, y desde muy temprano, a Cuba de la Unión Soviética y de los países de la Europa Oriental y el posterior envío y emplazamiento de los cohetes. Castro recibió, antes y después de Girón, sustanciales cantidades de armamentos. “Nosotros le dimos a ellos tantas armas como el ejército cubano podía absorber” admitió Kruschev en su autobiografía.
El motivo de la decisión de enviar cohetes a Cuba no está totalmente aclarado. Los que participaron de esta etapa en la Unión Soviética cuentan una historia. Los cubanos otra. Los norteamericanos, nada pueden aportar en este tema porque estaban ajenos a esas negociaciones.
¿Fue Kruschev o Castro quien primero propuso el envío de armamentos nucleares a la isla?.
Veamos las distintas versiones, y las muy recientes revelaciones.
LA VERSIÓN SOVIÉTICA
El Embajador Soviético en Cuba en aquel momento, Alejandro Ivanovich Alekseyev, afirma que la decisión de enviar cohetes a Cuba se tomó en una reunión convocada por Kruschev en Moscú, y a la que asistieron, entre otros, Mikoyán, el Mariscal Sergio S. Biryusov, Gromyko, el Mariscal Rodion Malinovsky, y Fedor Buriatsky, quien fuera Consejero de Nikita Kruschev y Director de un periódico soviético. Buriatsky refiere en un artículo publicado en El Nuevo Herald el miércoles 28 de Octubre de 1992 la conver-sación sostenida por él con Kruschev cuando éste le pidió que revisara el mensaje personal que le estaba enviando a Castro en Octubre de 1962 explicándole “a su disgustadísimo socio como y por qué había surgido la idea de crear una base de misiles en Cuba”.
Dice Alexeyev que temprano en mayo, estando en La Habana, fue llamado a Moscú por Mikoyán. Ahí conoció que iba a ser designado embajador en La Habana.
Tarde en el mes de Mayo el Premier Kruschev en una reunión con varios dirigentes soviéticos le informó que iría a Cuba -junto con Rashidov y Biryuzov -para explicarle a Castro la necesidad de emplazar cohetes en Cuba para “ayudar al campo socialista”.
Por no estar Alexeyev aún acreditado como embajador, la delegación fue presidida por Sharaf Rashidov, miembro alterno del Presidium, el oficial soviético de más alta jerarquía que visitaba Cuba desde Mikoyán en 1960. Al llegar a La Habana en la primera quincena de junio “para estudiar problemas de irrigación” como se anunció oficialmente, se reunieron con Castro y le hicieron el planteamiento. Luego de consultar con varios dirigentes Castro expresó su consentimiento respondiendo, según Alexeyev “Sí, coloquen los cohetes en Cuba y ellos servirán tanto para salvar la Revolución Cubana como para asistir al campo socialista”.
Anatolii A. Gromyko afirma que la Unión Soviética decidió instalar cohetes en Cuba sólo después que los Estados Unidos habían rechazado las proposiciones soviéticas de que las bases norteamericanas y los proyectiles soviéticos fueran eliminados de sus emplazamientos en otros países. En su libro “A Través de Ojos Rusos: Los Mil Treinta y Seis Días del Presidente Kennedy”, Gromyko da una parcializada e ingenua versión sobre la decisión rusa de situar estos proyectiles en Cuba. “Rusia decidió que tenía una obligación con el mundo de preservar la paz, una paz puesta en peligro por la temeridad del imperialismo norteamericano”. El hijo del Vice-Primer Ministro se descalifica a sí mismo como una fuente confiable al afirmar que con esa propuesta “Moscú ofreció a Washington paz en lugar de guerra nuclear”.
El Viceprimerministro Aleksei N. Kosygin, siguiendo la línea oficial trazada en aquella etapa, informó a los dirigentes del Partido Comunista en Moscú que los cubanos habían solicitado los proyectiles para proteger su seguridad nacional.
En su carta de Octubre 27 de 1962 a Kennedy, el Premier Soviético cuenta la misma historia: “Llevamos armas allá a petición del gobierno cubano… incluyendo 20 cohetes balísticos de alcance intermedio… que estarían atendidos por militares soviéticos… nuestro objetivo era únicamente defender a Cuba”.
Años después, la versión oficial comienza a cambiar. Nikita Kruschev, en una entrevista televisada en 1967, dijo que cuando supo de la constitución de un país socialista cerca de los Estados Unidos comprendió que éste no duraría mucho si no lo ayudaban. “Por eso, después de consultar con mis colegas, decidí enviar algunos cohetes a Cuba”. Es una explicación, como puede verse, excesivamente simplista. Ya antes, había dado otra.
No hay una evidencia clara de cuándo los soviéticos decidieron colocar cohetes ofensivos en Cuba, aunque esto ha sido objeto de mucha especulación. De acuerdo a Brugioni, el cálculo más apropiado es el que la decisión se tomó entre el otoño de 1961 (cuando se hizo evidente que sus esfuerzos en Berlín habían fracasado) y Enero o Febrero de 1962 (cuando el personal militar soviético comenzó a inspeccionar áreas específicas en Cuba).
Kruschev ha afirmado que la idea de instalar proyectiles en Cuba le surgió durante una visita a Bulgaria en Mayo de 1962.
Al hablar específicamente del envío de proyectiles balísticos a Cuba Kruschev afirma en su libro “Kruschev Remembers” que al regreso de su viaje a Bulgaria “convocamos a una reunión, en nuestro gobierno, y presenté mi idea. En el curso de la discusión nosotros decidimos instalar cohetes de alcance intermedio, equipos de lanzamiento y bombarderos YL-28 en Cuba”.
Kruschev con frecuencia se contradice. En un momento afirma que “el gobierno de Cuba, en el verano de este año, solicitó del gobierno soviético, que le ofreciera una mayor asistencia…” Otras veces es él quien ha tenido la idea y quien ha tomado la decisión. Pero ante el Congreso Soviético ofrece una versión distinta: “Si hubiéramos tenido la seguridad de que los Estados Unidos no invadirían a Cuba… no hubiera habido necesidad de colocar esos cohetes en Cuba”, expresa el Primer Ministro Soviético que, a su vez, estaba siendo sometido a una áspera crítica en el Soviet Supremo.
En su informe ante el Soviet Supremo, el 12 de diciembre de 1962, Kruschev afirmó que “después de la aplastante victoria de Castro sobre los contrarrevolucionarios (en Bahía de Cochinos) nosotros intensificamos nuestra ayuda militar a Cuba…nosotros estábamos seguros de que esa invasión era sólo el comienzo”. Continuaba explicando Kruschev que “todo el mundo estaba de acuerdo en que los Estados Unidos no dejarían sola a Cuba a no ser que nosotros dijéramos algo…, nosotros teníamos que pensar en cómo confrontar a Norteamérica con algo más que palabras”. Fue “durante mi visita a Bulgaria que tuve la idea de instalar en Cuba cohetes con cabezas nucleares sin que los Estados Unidos lo supieran hasta que fuese muy tarde para hacer algo sobre esto. Yo sabía que lo primero que teníamos que hacer era hablar con Castro y explicarle nuestra estrategia”.
“Lo más importante era que la instalación de nuestros misiles en Cuba frenaría, yo pensé, a los Estados Unidos de realizar una acción militar contra el gobierno de Castro”. Agregaba en su informe ante el Parlamento Soviético la razón más valedera para justificar aquella decisión: “Además de proteger a Cuba, nuestros cohetes hubieran igualado lo que en el occidente llaman la balanza del poder”. Utilizaba a Cuba como un simple peón en su aspiración de lograr la paridad nuclear con los Estados Unidos. Castro era solo un instrumento para alcanzar ese propósito.
Más adelante veremos, con la información ya desclasificada y la admisión de los principales actores, la verdadera historia de esta decisión que puso al mundo al borde de una confrontación nuclear. O, al menos, así se nos hizo pensar.
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