La Brigada 2506. Interrogatorio público. Declaraciones (III)
EL TRIBUNAL
El tribunal lo integraban cinco miembros del Ejército Rebelde, presidido por el Ministro del Trabajo, Comandante Augusto Martínez Sánchez e integrado, como vocales, por el recién nombrado Jefe de la Fuerza Aérea Comandante Sergio del Valle; el Jefe del Ejército, Comandante Juan Almeida; el Comandante Guillermo García, adscrito al Ejército de Occidente, y el Comandante Manuel Piñeiro, el tristemente llamado “Barbarroja”.
De “tribunal de la farsa” lo calificará la pluma incisiva de Sergio Carbó.
Se le prohibió la entrada al público y a la prensa internacional. Los únicos periodistas que pudieron asistir eran los miembros de la prensa local y de los “países amigos”. Las agencias cablegráricas informaron que miles de cubanos “acudieron a misa esta mañana para orar por los prisioneros al comenzar el juicio”. Las garantías, por supuesto, eran mínimas. El gobierno negó acceso a la prisión a los abogados designados por los familiares y amigos de los procesados. Tampoco se informó sobre las acusaciones oficiales en contra de los prisioneros.
Parientes y amigos de los prisioneros pretendieron hacer, frente a la prisión de la capital habanera, una “Vigilia de la Muerte” pero los milicianos los forzaron a retirarse de las inmediaciones del Castillo del Príncipe.
LAS VISTAS
Al comenzar la primera vista, el secretario leyó el acta de acusación en que se narraba la historia, adaptada a la conveniencia del régimen, de la invasión.
Declararon varios brigadistas. Como “testigos”, que más que testigos se convirtieron en fiscales, comparecieron el primer día los comandantes del ejército castrista Oscar Fernández Meló, Pedro Miret y José Fernández; los capitanes Raúl Curbelo, Emilio Aragonés, Osmany Cienfuegos y Flavio Bravo, todos estrechísimamente comprometidos con el régimen.
Las vistas siguientes las emplea el fiscal Cubas describiendo la integración de la Brigada 2506, su Jefatura General, sus batallones, los barcos utilizados, y, en una acusación, tan ridícula como absurda, habla de “los banqueros de bolitas, tahúres y traficantes en drogas y sesudos (Felipe Pazos y Miró Cardona), como certeramente los calificara el Compañero Fidel Castro”. Miró y Pazos, en su larga actuación profesional habían recibido, como todo hombre público, muchos ataques y calificativos. Este de hoy, por lo disparatado, más que insultante, era risible. Pero todo el juicio no era más que eso, una farsa.
El miércoles 4 de abril el fiscal pidió para unos la pena capital y para otros condena de veinte años. El fiscal, Santiago Cubas, afirmó que los invasores debían ser considerados traidores a su patria y demandaba que “este tribunal, con alto espíritu de justicia revolucionaria, tendrá que sancionar con la mayor severidad estos actos, imponiendo a todos los acusados, a los integrantes de la Brigada 2506, las penas más duras y severas de las que nuestra ley penal establece para el grave delito de traición”. El defensor, Antonio Cejas, recomendó que la sentencia fuese “tan generosa, como generosa fue la gran victoria de Girón”. En sus tumbas se habrán revuelto los prisioneros que murieron asfixiados en “Rastra de la Muerte”: Alfredo Cervantes, José Ignacio Macía, Re Silva Soublette, José Millán, Santos G. Ramos, Hermilio Quintana, Moisés Santana, José Villarello y Pedro Rojas.
LA SENTENCIA
El 7 de abril de 1962 se da a conocer la sentencia en el “Juicio Sumarísimo de la Causa #111 de 1962 seguida por infracción det artículo 128 del Código de Defensa Social en relación con el artículo 5 de la Ley 425 del 7 de Jjulio de 1959 contra los acusados que continuación se relacionan”.
En los 8 párrafos de los “Resultando Probado” se menciona la hora y fecha en que se inicia el desembarco del 17 de abril, el número de hombres que integraban la Brigada 2506, el lugar de Centroamérica del que habían partido; el nombre de las distintas playas por las que desembarcaron, se califica de “artero y criminal el ataque de los mercenarios”, y se elogia el “comportamiento heroico de las Fuerzas Armadas Revolucionarias”. En extensos párrafos se relacionan, igualmente, los nombres de barcos en que llegaron los expedicionarios, así como el nombre que se les había asignado en la operación. Por supuesto, se hace constar que “los invasores tenían el propósito de restablecer el dominio de los monopolios norteamericanos en la economía cubana”.
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