De Girón a la Crisis de los Cohetes: La segunda derrota

Written by Enrique Ros*

23 de julio de 2024

LAs organizaciones revolucionarias 

(XI de XIII)

Pujals es considerado por Seguridad del Estado como un agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). En sus declaraciones del 6 de noviembre, Reinol González hace referencia, entre otros, a los que forman el equipo de Acción y Sabotaje del MRP (Orlando Castro, Paradela, Izquierdo Díaz); también menciona, aunque sin relacionarlo en esa actividad, a José Pujals. Los que están armando el tinglado de las causas judiciales ven la oportunidad de ligar a la CIA con el MRP. Es ésta, al menos, la interpretación subjetiva de Pujals. A juicio del que esto escribe, no era necesario. Se repiten en las declaraciones formuladas por el dirigente del MRP, y en las que le son atribuidas, muchas actividades que vinculan a la organización revolucionaria con la Agencia Central. Pero un hecho es evidente: Pujals mantuvo muy estrechas relaciones con los principales inculpados de la Causa 20, (Barroso, Izaguirre, Palmieri; no con Muiño que estuvo más vinculado a Francisco Crespo y a Palmieri) causa que, en los primeros meses del largo proceso, él encabezó. Pero no tiene relación personal alguna -absolutamente ninguna- con los implicados en la Causa 31 (Izquierdo Díaz, Orlando Castro, Paradela), que son del MRP, Rescate y Liberación.

El Departamento de Seguridad del Estado ha pretendido, una y otra vez, responsabilizar a Pujals en distintos planes que tenían como objetivo la liquidación física de Castro. Pujals que, luego de cumplir 27 años de cárcel, habla con naturalidad de su participación en la recepción y traslado de armas y equipos y, muy principalmente, de sus esfuerzos por unificar a las distintas organizaciones revolucionarias, rechaza -con firmeza rayana en irritación- toda afirmación que lo una a esos planes.

En su habitual tejido de verdades y mentiras, tan recientemente como el 4 de enero de 1991 el Gral. Fabián Escalante en la conferencia celebrada en Antigua afirmó que Pujals había regresado a Cuba en Julio de 1961 para reemplazar a Alfredo Izaguirre (que había sido arrestado), y hacerse cargo de la nueva operación “Liborio” entre cuyas acciones se encontraba “el asesinato de Fidel”.

Pujals es enfático en negar su participación en esos atentados “No conozco la versión de Escalante” le responde al autor en reciente conversación. “Pero puedo decirle que mi participación en esos planes es completamente falsa”.

De la madeja de causas legales que enreda y devana a su antojo el régimen, varias se mantienen abiertas: la Causa 27 (en que implicarán a otros miembros del MRP), y la 238 que Castro abre y reabre, por meses y años, a su antojo y conveniencia. A la Causa 238, que llevó al paredón y a la cárcel a muchos héroes y a algunos traidores. Vuelve ahora ésta a abrirse, al tiempo que está concluyendo la Causa 20.

LA CAUSA 20 DE 1962

Durante meses, el Departamento de Seguridad del Estado ha venido apresando a cubanos desafectos al régimen. Muchos, los más, identificados antes con la Revolución que creían democrática y nacionalista. A este grupo que han ido arrestando desde la primavera del pasado año -privándolos de todo amparo legal- los procesan ahora, seis, ocho, diez meses después, bajo la Causa #20 de 1962 “a tenor de lo dispuesto en el artículo 70 de la Ley Procesal de Cuba en Armas… por un delito contra la integridad y estabilidad de la nación”. Es el 2 de febrero de 1962. En menos de 24 horas se celebrará el juicio, se presentará y rechazará la apelación, y se aplicará la sentencia. Meses de torturas, aislamiento y prisión terminan, en estas pocas horas, en un sumarísimo juicio cuya sentencia ya todos conocían.

Los procesados son Octavio Barroso Gómez, Alfredo Izaguirre Rivas, José Antonio Muiño Gómez, Pablo Palmieri Elie, Santiago Juan Echemendía Orsini, Raúl Salomón Alfonso García, Ramón Ibarra Pérez, Gilberto Celedonio Gil, Pablo Carrero, Francisco Crespo, Jorge García-Rubio, Adolfo Mendoza y “un tal Quintero”. Los últimos cinco, “prófugos de la justicia revolucionaria”.

Los acusan de pertenecer “a las organizaciones contrarrevolucionarias” Movimiento 30 de Noviembre, MRP, Unidad, Liberación y “otras análogas”.

¿Los cargos?: Haber prestado apoyo “a la invasión armada del mes de abril del pasado año por Playa Girón”, participar en “La Operación Patty que consistía en atentar contra las personas del Primer Ministro… Fidel Castro y de su hermano… Raúl Castro”.

A Alfredo Izaguirre, además, lo acusan de haberse trasladado a los Estados Unidos en los primeros días de julio y celebrado “entrevistas con distintos jefes de la CIA para introducir, como lo hicieron, en el territorio nacional, por la provincia de Camagüey, a varios individuos previamente entrenados en aquel país para poner en práctica los planes ya citados”. Los cargos eran novedosos. Izaguirre había ido en julio a los Estados Unidos para encargarse de introducir en Cuba a quienes, desde antes, ya estaban en la isla. Cargos curiosos de la justicia revolucionaria.

José A Muiño es dentista y, como tal, Teniente del Ejército Rebelde. Está destacado en la Base Aérea de San Antonio de los Baños. Tiene Muiño relaciones de amistad con Pablo Palmieri y Francisco Crespo que habían sido cadetes de las Fuerzas Aéreas Rebeldes y, con distintos pretextos, se habían retirado cuando el juicio de Huber Matos.

Están llegando tanto a esa base como a la de Managua (también en la provincia de La Habana) gran cantidad de armamento soviético. En la Base de Managua se están construyendo túneles de un ancho muy superior a los necesarios para el tipo de avión convencional. Se les pide a Palmieri y a Crespo que obtengan la mayor información posible ya que se considera que pueden ser hangares subterráneos para los aviones soviéticos IL-28 (Siempre la Agencia Central en busca de información; su famosa recolección de inteligencia que costó tantas vidas cubanas!). Mueve a los combatientes cubanos obtener y recopilar la información, el conocimiento de que ello acelerará la liberación de su patria. Están, por ese motivo, y no otro, dispuestos a arriesgar sus vidas. Se consigue toda la información necesaria incluyendo planos de las instalaciones. (La información sobre los túneles de la Base de Managua llega por un ingeniero. Los planes se envían al exterior a través de una embajada amiga).

Pero las últimas conversaciones de Palmieri y Muiño se han celebrado en la consulta de este último donde el G-2 había colocado en su sillón de dentista, con la complicidad de un paciente, una grabadora. Muiño está perdido. Será fusilado el 2 de febrero.

En algún rincón de la Agencia Central de Inteligencia, lleno de polvo en una gaveta, estarán los planos y los informes que, inútilmente, costaron la vida de este joven dentista que tuvo fe y excesiva confianza en un poco confiable aliado. Tal vez esos datos estaban, en octubre de 1962, cerca de donde Robert Kennedy le ofrecía al Embajador Soviético Dobrynin retirar de Turquía los cohetes norteamericanos. Es probable que esos informes y esos planos estuvieran sobre el mismo escritorio en que, en la noche de octubre 28, el Presidente Kennedy dio instrucciones de “tomar todas las precauciones necesarias para evitar que cubanos exiliados afectaran el acuerdo” a que se había llegado con los soviéticos.

Presos Pujals, Barroso y Muiño, e identificado Crespo, es necesario reordenar los mandos y buscar sitios seguros donde almacenar los materiales con los que cuenta la organización. Al local que ya habían encontrado se dirigían Palmieri y Rolando Borges cuando son detenidos en La Copa, en la Avenida 42. Desconocía Palmieri que sus conversaciones con Muiño habían sido grabadas. No lo habían detenido antes porque, viviendo clandestinamente, no lo habían aún localizado. Era el 17 de agosto.

Pedirán pena de muerte, aquel 2 de febrero, para Octavio Barroso, Alfredo Izaguirre y José A. Muiño. Largos años de cárcel para Pablo Palmieri, Santiago Echemendía, Raúl Alfonso y los demás.

Ese 2 de febrero otra causa, la insaciable e inacabable 238, reclama más vidas. Han sido condenados a morir frente al paredón, en la misma fortaleza, en La Cabaña, Miguel A. García Armengol (Miguelón) y Francisco (Paquito) Almoína. A otros (Miguel Arufe, el Capitán Pérez Medina) le piden 30 años de condena.

Aquella lúgubre noche del 2 de febrero están en capilla cinco condenados a muerte: Barroso, Muiño e Izaguirre, en la Causa 20; García Armengol y Almoína, en la extensión de la Causa 238. Todos los presos políticos que colman las celdas de La Cabaña están insomnes. Rezan por los condenados. A media noche oyen las fatídicas descargas y, segundos después, varios tiros de gracia.

Han sido dos las descargas de los pelotones de fusilamiento. ¿Quiénes cayeron?. Sólo lo sabrán la mañana siguiente.

“A las 10 y 40 de la noche llega a la capilla Paquito Prieto, abogado y Secretario del Consejo de Guerra, e informa que la apelación ha sido denegada. Se retira. Minutos después regresa y dice: A Izaguirre se le ha conmutado la sentencia”.

“Antes de media hora vienen los soldados por Muiño. Lo llevan al foso donde está “el palo” donde colocan a los que van a fusilar. Le ponen una mordaza en la boca para que no pueda gritar “Viva Cristo Rey”, como había prometido. Se oye la descarga. Después, un tiro de gracia”. 

“Vuelven por Octavio. Se repite la escena, pero, luego de la descarga, se oyen tres tiros de gracia. Después supimos que a los tres se los habían dado en la cabeza”.

Más tarde se conoce que a Miguelón y a Paquito les habían sido conmutadas las sentencias a muerte impuestas en la extensión de la Causa 238 que ya, antes, le había costado la vida a otros cubanos.

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