Por María C. Rodríguez
Para los romanos, bañarse no era sólo cuestión de higiene, era una de sus actividades de ocio predilectas. Las Termas de Caracalla, cuya construcción se completó en el 216 d.C en honor del Emperador Caracalla, tenían capacidad para 1.600 bañistas y a menudo estaban a rebosar. El complejo termal abarcaba 11 ha., y además de los baños y zonas de ejercicios, ofrecía conciertos y disponía de librerías, tiendas y jardines.
Las termas alcanzaron gran popularidad a partir del siglo II a.C. Eran construidas por empresarios con afán de lucro o con los donativos de los ricos filántropos. En un principio hombres y mujeres se bañaban juntos, pero más tarde esta práctica comenzó a escandalizar a algunos ciudadanos. El emperador Adriano, que gobernó entre el 117 y el 138 d.C emitió un edicto que obligaba a separar los baños.
Los romanos que acudían a las grandes Termas de Caracalla en el siglo III d.C, se sentían justificadamente orgullosos, pues estos baños figuraban entre los mayores del imperio. Dos fuentes decoraban la sala de entrada, estatuas de mármol jalonaban los impresionantes arcos. El suelo estaba formado por diferentes mosaicos y los altos techos abovedados aparecían revestidos de cobre. Había diversas piscinas con el agua a distinta temperatura. El acceso a las Termas costaba 1 quadrans, pero podía ser gratuito cuando un mecenas sufragaba la entrada por un día o incluso por un año. Las Termas eran, además, un lugar de encuentro para los negocios o la política, actividades esenciales para engrasar la maquinaria del imperio.
Vestuarios: En el vestuario, o apodyterium, los bañistas dejaban sus túnicas en anaqueles. Algunos se ponían una túnica corta y entraban en calor practicando un poco de ejercicio. Otros pasaban al gymnasium y otros iban directamente al caldarium o sala de agua caliente, la primera del complejo termal.
En Forma: Los bañistas más activos acudían al gymnasium, donde practicaban levantamiento de pesas, lucha libre, boxeo o carreras. Otros ejercicios muy populares eran los deportes de equipo y los juegos con pelotas y aros. Las termas más grandes, como las de Caracalla, disponían a veces de una sala de columnas, dividida en diversas zonas para practicar ejercicio, pasear o descansar.
Aseo Personal: Los bañistas romanos se lavaban en el caldarium. Los hombres usaban un strigil, utensilio de madera, metal o hueso para eliminar el aceite de oliva de la piel. El aceite se mezclaba con la suciedad, que luego se ablandaba con el sudor producido por el vapor ambiental. También los bañistas recibían masajes y otros se reunían en las piscinas de agua caliente que producía vapor.
Sin Prisas: Las mujeres se relajaban en la piscina de agua templada o tepidarium, a la que acudían tras tomar un baño caliente en el caldarium. Allí se ofrecían diversos servicios: masajes, manicura o peluquería.
Lugar De Encuentro: Después del aseo personal, los romanos se reunían en el frigidarium, o sala fría, de las Termas de Caracalla. Allí se enteraban de los chismes, las intrigas políticas y los negocios. Los bañistas se entretenían con juegos de mesa y apuestas, tomaban tentempiés y se deleitaban con los juglares y otros espectáculos. El baño era un acto social, esencial para una vida dichosa.
Al Fresco: Los clientes se reunían junto a las fuentes, en el exterior de las Termas de Caracalla. Cuando el tiempo lo permitía, el aspecto social del baño continuaba al aire libre. Así fue especialmente durante los siglos III y IV d.C, cuando los romanos construyeron baños aún más grandes que revelaban la influencia griega en el diseño de sus jardines y columnatas.
Gentes Ilustradas: Los ciudadanos leían en la excelente biblioteca de los baños. Una buena sesión termal estimulaba la mente y el cuerpo.
Baño Frío: Por último, los clientes de Caracalla se sumergían en una piscina de agua fría, con capacidad para varias docenas de personas. Estas piscinas estaban generalmente construidas a cielo abierto en el centro de los baños.
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