Por María C. Rodriguez
Letras de amor, durante la Primera Guerra Mundial
La carta escrita por Laurie Rowlands a su novia demuestra cómo al parecer fue su experiencia en la tercera batalla de Ypres, una de las más sangrientas del conflicto:
Cariño mío:
Ahora, si no hay problemas, vas a saber todo sobre lo que pasa aquí. Sé que te llevarás una gran sorpresa cuando te llegue esta carta (espero que te llegue sin contratiempos). ¡Si alguna autoridad la ve! Claro, tú has supuesto bien dónde yo tendría mi primera experiencia en la línea. Si, ¡fue en el saliente de Ypres… Oh!, era un encantador “bautizo de fuego” aquella noche. Teníamos que excavar y temprano en la mañana comenzó el ametrallamiento.
Oh, Señor, si alguna vez un compañero tuvo miedo, absolutamente aterrorizado a la muerte, era este muchacho. Uno de mi sección se asustó al ver una granada caer a dos metros de nuestra trinchera cuando alguien con instinto de líder, o quien debe llevarlo, fue a la cima; yo me quedé quieto como una roca. Yo tenía doce hombres cuando nosotros entramos, salí con tres. ¡Oh! Eso fue horrible.
Quizá te gustará saber cómo está el ánimo de los hombres aquí. Bien la verdad es que (y como te dije antes, me fusilarán si alguien de importancia coge esta misiva) todo el mundo está totalmente harto y a nadie le queda ya nada de lo que se conoce como patriotismo. A nadie le importa un rábano si Alemania tendrá Alsacia, o si lo tendrá Bélgica o Francia. Lo único que cada uno quiere es acabar con esto e irse a casa. Esta es honestamente la verdad, y cualquiera que haya estado aquí en los últimos meses te dirá lo mismo.
De hecho, y esto no es una exageración, la mayor esperanza de la gran mayoría de los hombres es que los disturbios y las protestas en casa obliguen al gobierno a acabar con esto como sea. Ahora ya sabes el real estado de la situación.
Yo también puedo añadir que he perdido prácticamente todo el patriotismo que me quedaba, sólo me queda pensar en todos ustedes que están allí, todos a los que amo y que confían en mí para que haga el esfuerzo que sea necesario para su seguridad y libertad. Esto es lo único que mantiene y me da fuerzas para soportar esto. En cuanto a la religión, que Dios me perdone, no ocupa ni uno entre un millón de todos los pensamientos que cada hora ocupan la mente de los hombres.
Dios te bendiga cariño y a todos los que amo y me aman, porque sin su amor y confianza, desfallecería y fracasaría. Pero no te preocupes corazón mío porque seguiré hasta el final, así este sea amargo o dulce, con el amor siempre como mi primer pensamiento y cuidado, mi guía inspiradora y mi aliciente.
Au revoir mi amor, y que Dios te mantenga segura hasta que la tormenta termine, con el amor más profundo de todo mi corazón. Tu amor,
Laurie
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