Por María C. Rodríguez
La leyenda de La Venus Negra, de Cienfuegos
Una de las leyendas más antiguas de Fernandina de Jagua (hoy Cienfuegos) es la de la Venus Negra, pues se encuentra asociada al mismo acto fundacional de la villa.
Cayo Güije fue uno de los primeros puntos que exploraron los colonos en la amplia bahía cienfueguera. Al llegar a este sitio, que ya había sido habitado por los aborígenes cubanos – pero que en el momento de la fundación de Fernandina de Jagua se juzgaba desierto – se sorprendieron al ver la portentosa presencia de una bella mujer negra, en su más deslumbrante juventud y completamente desnuda.
Esta Venus Negra, como la bautizaron de inmediato quienes la hallaron, adornaba su cuerpo con collares y pulseras entretejidos con bejucos, semillas y caracoles. Por toda compañía tenía la mujer a una paloma y una garza amaestradas que la seguían a todas partes e incluso comían de su boca.
En cuanto vio a los colonos la hermosa joven huyó, pero estos lograron darle alcance. Aunque intentaron comunicarse con ella todo fue en vano. Al principio creyeron que se negaba a hablar, luego que no sabía y, finalmente, se convencieron de que era muda.
Uno de los hombres que la descubrieron se la llevó a su casa y le dio ropas que a duras penas logró que vistiera. Pensó que, tal vez, en agradecimiento la joven le trabajaría en la casa, pero la Venus Negra no sólo no lo hizo, sino que se echó en un rincón del que no se movía y permaneció días sin probar bocado.
Cuando comprendieron que de seguir así moriría los vecinos de Fernandina de Jagua decidieron dejar que se marchara.
Pasaron décadas, y en 1876 apareció en la casa del señor Pedro Modesto una señora negra ya anciana, cuya cabellera blanca parecía una enorme mota de algodón. Iba totalmente desnuda y como única prenda llevaba un collar de cuentas azules y rojas.
Le sirvieron abundante comida y le ofrecieron ropa limpia que rehusó vestir. Con esfuerzo lograron cubrirla un poco y le dejaron pasar la noche en el lugar. A la mañana siguiente encontraron los vestidos regados por el suelo; la anciana había desaparecido. Aquella era la Venus Negra, ya despojada de la juvenil belleza que maravilló a sus primeros captores.
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